Cuando a cardenales y obispos les da igual lo que enseña la Iglesia
En abril del año pasado, el cardenal Schönborn, arzobispo de Viena, tuvo a bien decir que la ordenación de mujeres como diaconisas, presbíteras y obispas -¿obispesas?- es algo posible si lo decide un Concilio ecuménico.
Días atrás, el arzobispo de Gatineau (Quebec, Canadá), Mons. Paul-André Durocher, ha sugerido exactamente lo mismo. Tras desear que se apruebe la ordenación de diaconisas, dice lo siguiente sobre la ordenación de mujeres como sacerdotisas:
“El problema en ese nivel es que el Papa dijo que no se podía cambiar el que las mujeres no pueden ser sacerdotes. La única forma de lograr ese cambio sería mediante un Concilio ecuménico de todos los obispos sobre ese tema, y eso no sucederá en mucho tiempo“.
Bien, ahora lean ustedes estos párrafos finales de la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis, de San Juan Pablo II, Papa:
Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación.
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.
Caben dos posibilidades:
1- Que el cardenal Schönborn y el arzobispo Durocher no sepan leer o no tengan capacidad de asimilar lo que leen. No parece posible que sea así, pero…
2- Que al cardenal Schönborno y el arzobispo Durocher les importe un pimiento lo que la Iglesia ha definido de forma infalible. Sí, he dicho infalible, pero no solo lo digo yo.