No parece que el Papa vaya por donde algunos tenían previsto
Cuando el pasado 13 de marzo supimos que el nuevo Papa sería Jorge Mario Bergoglio, algunos creyeron que su pontificado supondría el fin para una parte importante de la Iglesia. Un día después, un periodista escribió lo siguiente:
El papa no hace la Iglesia. No es infalible, ni eterno, ni todopoderoso. Pero sí es un icono imprescindible en esta sociedad tan acostumbrada a los mitos, a las personas, a los gestos. Hay una Iglesia que tiembla. La que se había autoproclamado única detentadora de la Verdad Revelada, los únicos adalides de la tan cacareada “nueva evangelización”. Kikos, Opus, Comunión y Liberación (qué derrota la de Angelo Scola), por no hablar de los lefebvrianos, se retiran en silencio a sus cuarteles de invierno. No tardarán en regresar para reconquistar “su” Iglesia. Que no es la de Cristo.
Aparte de la chorrada cósmica de incluir a los lefebvrianos en un ese grupo, es claro por dónde iban los tiros. Más de cuatro meses después, el director del portal religioso donde presta sus servicios dicho periodista, ha escrito esto: