La casa de la Misericordia se construye desde la llamada a la conversión
Seamos agentes de la misericordia del Señor. Pero de la verdadera misericordia. Por ejemplo, nos encontramos con alguien alejado de la Iglesia y de Dios, o que está en la Iglesia pero vive en pecado de forma clara y notoria. Le decimos:
- Querido amigo, tengo algo que decirte que puede cambiar tu vida.
- Dime, dime.
- Dios te perdona.
- Ah, qué bien, ¿y de qué me tiene que perdonar?
- De tus pecados.
- ¿Mis pecadooos? Oye, no me seas fundamentalista. Eso de hablar del pecado está pasado de moda.
Hablar de misericordia a quien ni siquiera reconoce su situación de pecado puede ser contraproducente. Primero habrá que mostrar la realidad del pecado y sus consecuencias. Es más, esa es precisamente la primera tarea del Espíritu Santo:
Y cuando venga Él, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
Jn 16,8