Sin hijos, sin futuro
Los que hace mucho que pintamos canas recordamos cuando en los 70 se hablaba mucho de la liberación de la mujer que iba a suponer su acceso al mercado de trabajo. Las mujeres podrían «realizarse» trabajando fuera sin tener que dedicarse solo al hogar. Maravilloso, ¿verdad? Pues hete aquí que hoy no tienen esa libertad. No pueden elegir trabajar o quedarse en casa. Tiene que trabajar sí o sí.
La gran mayoría de los de la generación boom nacieron en una familia de clase media donde trabajaba solo el padre. Y en España, con más o menos holgura, llegaban a fin de mes. Algunos incluso aprovechaban la extra de junio para irse de vacaciones en verano. Hoy eso solo lo pueden hacer las familias ricas.
A eso se le llama progreso. Así lo explica un artículo del diario El País en su edición de hoy: Acercarse a los 40 y no tener hijos: “Ya no sé si es que no quiero o no quiero porque no puedo ni planteármelo”
Hay quien piensa que con políticas de apoyo económico a las familias, la natalidad puede despegar. Hungría está demostrando que eso no es así. Tras dedicar ni más ni menos que el 5% de su PIB a fomentar los nacimientos, estos se mantienen estables e incluso bajan.
Seamos claros, en Europa la gente no quiere tener hijos. La secularización y la apostasía están muy extendidas y también llegan a países como Hungría y Polonia. Las razones económicas son solo un factor que explica lo que está ocurriendo. Pero lo que de verdad está convirtiendo al continente en un país de viejos, es la adopción masiva de los métodos anticonceptivos y, en no poca medida, el aborto. Europa no solo no quiere hijos, sino que en casi todos los países los mata a mansalva antes de nacer.