InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

18.11.24

Oración, temor, aceptación

Cuando el Señor Jesucristo nos enseñó a orar, mostró un orden claro en el proceso. El padrenuestro no es solo un modelo de oración a repetir, sino la base para cualquier otra oración. Veamos:

- Se empieza reconociendo y alabando a Dios. 

- Se pide que venga su reino y que se cumpla su voluntad.

- Se piden cosas para nosotros. Entre ellas el perdón, que también debemos ofrecer a quien nos ha causado daño.

En realidad, todas las peticiones que hacemos en el padrenuestro son conformes a la voluntad de Dios. Pero, ¿podemos decir lo mismo en las otras ocasiones en que rezamos?

Yo confieso que cuando me pongo delante del Señor a pedirle algo que es muy, muy querido para mí, tengo temor. Temor a que su voluntad sea no concederme lo que le pido. Sé por fe que me dará todo lo que sea bueno para mí y mis seres queridos y no aquello que, aunque yo lo desee, no me conviene por la razón que sea y que Él sabe. Pero por más que sepa que Dios quiere lo mejor para mí, qué difícil me resulta enfrentarme a sus negativas y sobre todo a sus silencios. Muy especialmente a sus silencios.

Si queda claro que Dios no te ha concedido algo que le has pedido (por ejemplo, muere alguien muy querido), simplemente lo aceptas. De hecho, más te vale aceptarlo porque es así lo quieras o no. En otras ocasiones puede que recibas una moción que te muestra que Dios te dará lo que le pides pero más adelante, lo cual te anima a seguir orando. A mí eso me ha pasado pero reconozco que es muy fácil confundir tus deseos con esas mociones que parecen que indican que se te va a conceder lo que pides. De hecho, cuando me pasa que creo que el Señor me va a conceder lo que le pido y luego ha resultado que no, mi ánimo y mi espíritu literamente se desploman. No porque Dios me haya decepcionado, eso jamás puedo permitírmelo, sino porque me doy cuenta cuán lejos estoy de discernir cuál es su voluntad. Y, sinceramente, lo que más me altera en esta vida es no saber lo que Dios quiere de mí, lo que Dios quiere que haga, lo que Dios no quiere para mí.

Puede ser, y de hecho ocurre, que su voluntad me sea muy dolorosa de aceptar. Las cruces y las pruebas llegan a ser como una losa que en ocasiones me dejan prácticamente enterrado en vida. Soy entonces un despojo humano y a veces deseo que todo acabe pronto para entrar en el descanso eterno; y eso si recibo el don de la perseverancia, porque si no…

Pero también sé que esas pruebas, esas cruces, son voluntad divina. Y cuando decimos Fiat voluntas tuaHágase tu voluntad, hay que decirlo de corazón, sin dudar ni por un instante que Dios es el Señor de nuestras vidas y lo que ha determinado que se haga, se hará para bien de nuestras almas.

Nuestro Señor Jesucristo nos exhortó a ser insistentes en la oración. No podemos dejar de orar porque pensemos que Dios no nos escucha o no nos quiere dar nada. Para empezar, en la oración estamos en comunión con Él. Hablamos con Él. Ejercemos de hijos suyos y entendemos que Él es nuestro padre.  Lloramos, alabamos, descansamos en su presencia, recibimos su amor. Solo por eso merece la pena orar sin cesar.

Leer más... »

11.11.24

El interruptor

Tarde, mañana y a mediodía oraré y clamaré, y Él oirá mi voz
Salmo 55,17

En el día de mi angustia te llamaré, porque tú me respondes.
Salmo 86,7

A veces te gustaría que hubiera un interruptor en alguna parte de tu cuerpo que sirviera para acallar tu mente cuando lo necesitas. Especialmente si se pone a generar angustia, negatividad, pesimismo asfixiante, etc. Pero no existe tal interruptor. Y entonces no puedes escapar de ti mismo a menos que tengas a alguien que te ayude. A veces ni siquiera eso sirve, pero es mejor la compañía que la soledad cuando entras en ese bucle.

La oración es una ayuda inestimable cuando entras en ese estado de ‘agitación existencial’, pero en no pocas ocasiones el ruido de la negatividad se impone sobre la paz del encuentro con Dios. En otras, esa paz dura solo mientras estás rezando. A veces la ‘tregua’ dura apenas unas horas. Y poco a poco te vas cansando, quedando sin fuerzas. Cuando ya crees que no puedes más, estás clavado en tu cruz y solo puedes clamar a Dios para que te dé fuerzas para seguir. Y Él te las da.

Leer más... »

15.10.24

14.06.23

Breves reflexiones (XVII)

Nos has hecho libres para amarte, Señor, y si no te amamos no somos libres.

Qué triste resulta que la voluntad de Dios pase por delante de ti y, por miedo o por pereza, la dejes ir. A veces no vuelve. En esos casos nos hace falta la fe y el coraje de Abraham, quien con 75 años siguió la voluntad del Señor y se convirtió en nuestro padre en la fe. Un anciano lanzándose a la mayor aventura de su vida. De la mano de Dios todo es posible.

Te enfrentas a un enemigo poderoso y, por gracia, ganas. Al día siguiente vuelve con las mismas fuerzas, y ganas. Al otro día, idem. Da igual las veces que ganes. Él vuelve con las mismas fuerzas. Ya conoces el fin de esta historia. Pero cuando pierdas, levántate por gracia y en gracia prepárate para la siguiente batalla.

De todas las cruces y pruebas que rondan mi vida anímica y espiritual, sin duda la angustia es la que más temo y detesto. Es un peso insoportable, una losa de cemento encima de mí. Me ahoga, me deja casi muerto sin llegar a matarme, que casi es peor que morir. Y no encuentro forma de escaparme de su presencia. Señor, ten piedad de mí.

Leer más... »

5.06.23

Breves reflexiones (XVI)

Cuando le pregunto a Dios qué quiere de mí, su respuesta es siempre “te quiero a ti". Y cuando me siento querido por Dios comprendo que hará de mí lo que quiera. Espíritu Santo, limpia mi alma de todo aquello que me aleje del amor divino.

Por más que hable, Señor, de las maravillas de tu amor, ninguna palabra será capaz de describir el gozo de la comunión contigo en la oración. Tu sublime presencia me sigue anonadando.

Asustadizo y temoroso como un chiquillo, pero totalmente protegido por ser hijo tuyo. De ti nunca seré huérfano y sé que siempre estarás a mi lado y velarás mi sueño. Mi Dios y mi Rey, no dejes que me aleje de ti.

He aprendido que el amor y el sufrimiento siempre van de la mano. Siempre. De hecho, el mayor acto de amor ha sido el sacrificio de Cristo en la Cruz. Pero es que además, quien ama mucho sufre mucho cuando la persona amada sufre. Y sin embargo, no se puede dejar de amar. Sin amor, nada somos.

A veces las palabras no alcanzan a expresar los sentimientos. A veces los pensamientos son la única compañía en la soledad. A veces soñar despierto es más vida que la realidad que vives. A veces te das cuenta que solo la oración te marcará el camino. En el amor no hay un “a veces” sino un “siempre” que no tiene término.

Leer más... »