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5.07.08

Ambrosio y Lorena

Antes que nada quiero aclarar que ni soy lo que se conoce como creacionista, ni creo que todas las teorías sobre le evolución sean incompatibles con la fe cristiana. Pero hace años escribí la historia de dos ratoncitos enamorados, Ambrosio y Lorena, y todavía no he conseguido que ningún científico le resuelva a Lorena sus dudas sobre el planteamiento que le hace Ambrosio. He acá el relato:

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Érase una vez un ratoncito llamado Ambrosio al que por razones de comodidad y de supervivencia, le interesaba volar para poder escapar en caso de que un depredador mayor que él quisiera comérselo. Como quiera que el pobre Ambrosio había nacido sin alas, se hizo novio de Lorena, una ratoncita de cuyo lomo emergían unas protuberancias. El bueno de Ambrosio pensó:

“¡¡Uy!! Si me caso con Lorena entonces mis hijitos tendrán sus protuberancias y quizás en un futuro encuentren a otras Lorenas con protuberancias mayores y mejor desarrolladas y poco a poco, tras decenas de miles de Ambrosios y Lorenas conseguiremos que esas protuberancias se conviertan en alas que nos permitan volar y así podremos escapar de esa panda de asesinos que son los gatos salvajes".

Entonces se acerco a Lorena y le contó su bonita idea pero ella le replicó:

- Un momento Ambrosio, ¿y qué van hacer nuestros hijos y nuestros nietos con esas protuberancias antes de que les sirvan para volar? ¿no te das cuenta de que hasta que no sirvan para volar son un estorbo en nuestras carreras huyendo de los gatos asesinos?

Entonces, Ambrosio, muy enfadado le respondió:

- Lorena, ¡NO ME REPLIQUES!, la Selección Natural dice que tenemos que ir desarrollando estas protuberancias para que algún día nuestros tatatatatatatatatatatataranietos puedan volar. Y si lo dice la Selección Natural es que las cosas son así y punto.

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14.06.08

Aquellos escolapios....

Cuando en el post de ayer recordé al padre Villar con un bate de beisbol en la mano, vigilando que los piquetes “informativos” no nos molestaran, mi memoria no quiso quedarse en su figura. Dicen que este tipo de recuerdos se quedan ahí para toda la vida, pero a mí me da la sensación de que pueden desaparecer en cualquier momento en la nebulosa del tiempo. Por ejemplo, recuerdo pocos nombres de profesores y compañeros de clase. Entre estos últimos apenas me acuerdo de Fernando Peinado Sánchez, mejor estudiante que yo pero una nulidad completa con un balón entre los pies; Leandro del Peral Aguilar, uno de los mejores estudiantes en todos los cursos en los que coincidimos, y que además era muy bueno jugando al baloncesto; Pérez Vidal, de cuyo nombre de pila no me acuerdo, que era más bien chiquitajo pero muy buena gente; Pimentel, mulato probablemente de origen cubano, con quien no sé bien porqué me pegué en cierta ocasión, cosa rara en mí porque yo era un crío más bien pacífico y no me di de tortas más allá de 3 ó 4 veces en toda mi vida escolar. Por supuesto también me acuerdo de mi primo Amando, un año mayor que yo, pero eso no tiene ningún mérito ya que, siendo como soy hijo único, él es lo más cercano a un hermano que he tenido nunca.

Entre los profesores no sacerdotes recuerdo muy especialmente a don Luis Díaz, que entre ataques de tos nos enseñaba matemáticas de tal forma que hasta los de bajo coeficiente intelectual eran capaces de entenderlas. De él no se me olvidará el día en que, tras uno de dichos ataques, tiró por la ventana su paquete de Chesterfield sin boquilla y nos imploró, casi entre lágrimas, que no fuéramos tan necios como para vivir esclavizados al tabaco. Aquello me impresionó de tal manera que creo que a él le debo en gran medida el no ser fumador. Excepto del nombre, también me acuerdo del profesor de inglés. Creo que su único mérito para ser profesor de ese idioma era el estar casado con una norteamericana, pero sólo espero que su mujer supiera más castellano que él inglés, porque de lo contrario es imposible que se entendieran en casa. El tipo no tenía ni repajolera idea pero, eso sí, se lo pasaba en grande tomándonos el pelo a toda la clase, en especial a los más “trastos". Creo que en cierta ocasión nos pusimos todos de acuerdo para protestar al “prefecto” de nuestro ciclo escolar ( 5º a 8º de EGB ) por la actitud de aquel tipo. A Dios gracias mis padres tuvieron la gran idea de enviarme un par de años a dar clases particulares de inglés con un buen profesor. En esos dos años aprendí más que en toda mi vida escolar y es gracias a eso que hoy me defiendo bastante bien en la lengua de Shakespeare.

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12.06.08

La huelga y el cura del bate de beisbol

La huelga del sector minoritario de transportistas a la que estamos asistiendo nos retrotrae a tiempos que creíamos pasados en este país. Todavía recuerdo una escena “peculiar” en mis tiempos de alumno en el colegio que los Escolapios tienen en Getafe. Debido al cierre de Kelvinator los sindicatos habían convocado un paro general en toda la ciudad. Siendo Getafe una parte importantísima del cinturón rojo al sur de Madrid (hoy menos cinturón y menos rojo), el poder de movilización de los sindicatos era considerable. El caso es que también quisieron que parasen los colegios, pero la dirección del mío decidió que “naranjas de la China” y que permanecería abierto. Los padres que quisieran enviar a sus hijos a clase, lo podrían hacer…. al menos en teoría.

Por supuesto, aparecieron los piquetes “informativos". Pero hete aquí que a la puerta del colegio se encontraron con un cura más bien canijo, pero con una mala leche poco común, que además tenía entre sus manos un bate de beisbol. Era el padre Villar, al que yo tenía por profesor de Física en 6º de EGB. Por más años que pasen, y si el Señor no permite que enferme de Alzheimer o algo similar, no se me olvidará la imagen del cura con el bate de beisbol en la puerta de entrada al colegio. Obviamente ningún piquete se acercó a menos de 100 metros para convencer a los críos de que no debían de entrar, pero no quiero pensar lo que habría ocurrido si algunos exaltados hubieran optado por ir a por “el cura del bate".

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13.05.08

María

Uno de los momentos de la película “La Pasión” en el que no pude retener mis lágrimas es aquel en el que Jesús cae con la cruz y María sale corriendo hacia él para ayudarle. En esos momentos se ve una especie de “flash-back” en el que también aparece María corriendo hacia su hijo pequeño cuando él se cae. Ahora que los católicos celebramos el mes de María, bien está que la recordemos como la Madre que sabe estar allá donde su Hijo la necesitaba. Y a su vez, sabe no estar cuando no era necesaria su presencia. Lo más probable es que habría querido acompañarle durante los años de predicación del evangelio, pero aparece justo en el momento en que Él culminaba la obra para la que había venido a este mundo. Un mundo al que entró, precisamente, a través de la Madre, quien con su Fiat a Dios -bendita tú eres entre todas las mujeres- se convirtió en el árbol cuyo fruto es nuestra salvación -y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús-.

María es doblemente bienaventurada. Primeramente por cumplir la voluntad de Dios. Llena de gracia dijo sí a Dios, como todos debemos decir sí cuando Dios nos llama a la santidad. Mas además María tuvo el privilegio de ser el precioso instrumento por el que el Verbo eterno se hizo carne. Mientras que Eva salió de Adán, el nuevo Adán nace de la nueva Eva. Aquélla dijo sí a la serpiente que la incitaba a rebelarse contra Dios. Ésta dice sí al ángel que le anuncia la salvación para toda la humanidad. Del “NO” que, ratificado por Adán, nos apartó del Creador, al “SÍ” que, confirmado finalmente en el Monte de los Olivos -"hágase tu voluntad, no la mía"- y consumado en la cruz, nos restaura a la comunión con Dios.

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15.04.08

Dos artículos para aclarar mi proceder ante las desviaciones doctrinales

Como veo que tengo nuevos lectores desde que he mudado mi blog a Religión en Libertad, y con el fin de que quede meridianamente claro mi posicionamiento acerca de la importancia de defender la ortodoxia doctrinal en la Iglesia Católica, creo oportuno reproducir, con ligeras modificaciones, dos artículos que escribí hace unos meses. Irán en dos páginas diferentes.

El verdadero “tono evangélico” ante los que propagan el error.

A veces los heterodoxos son gente agradable, de fácil trato, que se hace querer por el gran público gracias a sus cualidades humanas. Por ejemplo, Nestorio era hereje pero sin la menor duda mucho mejor persona que el ortodoxo Cirilo. Pelagio era un peligro para la fe cristiana, pero parece ser que su moral era intachable. Y Menno Simmons era un tipo que irradiaba paz y serenidad, aunque luego dijera que Cristo no tomó carne de María, a la que poco menos que convertía en un vientre de alquiler. Es decir, se puede ser un heterodoxo de tomo y lomo a la vez que un buen tipo. Y se puede estar en la más estricta de las ortodoxias y en el más escandaloso de los comportamientos éticos. Pero cuando la Iglesia examina la doctrina de sus teólogos, no entra en juicios sobre sus cualidades humanas. Ciertamente la santidad se lleva mal con la idea de que uno no debe de adaptar sus creencias a la fe de la Iglesia y, por tanto, hay que estar dispuesto a rectificar si el magisterio así lo pide.

Muchos de los que salen en defensa de los heterodoxos en el seno de la Iglesia Católica arremeten con dureza contra los que nos dedicamos a tratar estos asuntos. A algunos les parecen poco caritativos los términos en que emitimos algunos juicios. Pero somos el colmo de la moderación si nos comparamos con las palabras que Cristo y los apóstoles usaban contra los que se oponían al verdadero evangelio y la sana doctrina. De estos el Señor decía que eran “raza de víboras”, “sepulcros blanqueados, limpios por fuera y llenos de podredumbre por dentro", que “ni entran en el Reino, ni dejan entrar en él”, etc. A los que escandalizaban con el escándalo de sus errores a la gente sencilla, Cristo aseguraba que “más les valdría que les pusieran al cuello una rueda de molino y que los arrojaran al mar”. Por eso los advertía a los fieles de que tuvieran mucho cuidado en guardarse de los “falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”.

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