Respuesta de X. Manuel Suárez a mi artículo "Acabáramos: Zapatero es un carca tridentino"
Ayer me enviaron el artículo-respuesta del vicepresidente de la Alianza Evangélica Española, X. Manuel Suárez, a mi post del día 12 de este mes de julio, en el que criticaba unas declaraciones del dirigente protestante en las que aseguraba que Zapatero había asumido y ejercido las conductas intolerantes del catolicismo más dogmático, “…igual que Trento, en nombre de una mayoría".
Ni tengo ni tendré por costumbre usar mi blog para copiar artículos o cartas en respuesta a mis posts, hecho que cada vez se da con más frecuencia. Pero esta vez haré una excepción. Primero reproduzco la respuesta de X. Manuel Suárez, respetando sus negritas, y luego mi réplica:
España, la izquierda de Zapatero y Trento
Repuesta a Luis Fernando Pérez-Bustamante por su artículo “Acabáramos: Zapatero es un carca tridentino”.
X. Manuel Suárez.
Leo con retraso su escrito en el que tiene la amabilidad de comentar mis propuestas sobre la vinculación entre la intolerancia del zapaterismo y la mentalidad de Trento. El talante de su escrito reafirma mis argumentos y la visceralidad con la que me responde me indica que he dado en el clavo.
La conducta, la actitud, el talante, no obedecen a la ideología, sino a la mentalidad; al buscar la raíz de la intolerancia del zapaterismo no encuentro explicaciones ideológicas, sino la mentalidad de Trento, la misma que no se conforma con discutir las ideas, sino se empeña en condenar al hereje. No le extrañe tanto, amigo Luis Fernando: es la misma que manifiesta usted cuando no se queda en el sosegado debate intelectual y no puede limitarse a discutir mis argumentos, sino se siente impelido a criticar a la persona, a señalar mis pecados personales, protestante y nacionalista, y colgarme así el sambenito (esta palabrita le suena ¿verdad?) en el que va escribiendo sus insultos condenatorios que resume al final acusándome de ser “una mancha” ¬–el término tiene interesantes connotaciones inquisitoriales– y brindándome “el mayor de sus desprecios personales”; en fin, no puede usted renunciar a la bendita tradición de sus antepasados de demonizar y quemar al hereje.