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26.12.14

Al P. Masiá cabe "agradecerle" que sea claro en su herejía

Llevamos camino de un año viendo como se intenta de nuevo -ya se hizo durante el papado de San Juan Pablo II- introducir en la Iglesia una herejía, consistente en proponer que se dé la comunión a quienes Cristo llama adúlteros. Herejía que afecta gravemente a tres sacramentos: matrimonio, eucaristía y confesión.

Aunque varios blogueros hemos escrito artículos sobre la cuestión, es Bruno Moreno quien le está dedicando más atención. Lo último ha sido un post sobre unas desafortunadísimas declaraciones del cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona.

Sin embargo, algunos cardenales, obispos y teólogos que nos quieren vender como caballo alazán la burra coja de la comunión de adúlteros, intentan guardar las apariencias diciendo que no pretenden atentar contra la indisolubilidad del matrimonio. Es más, apelan, para vergüenza de ellos, a la misericordia de Dios, a la necesidad de acoger a todos en la Iglesia, como si la gracia divina, tal y como nos recuerda Mons. Demetrio Fernández en su última carta semanal, no fuera capaz de liberarnos del pecado. Dice el obispo de Córdoba:

Lo que el hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera con la ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere hacer feliz al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado.

Hay otros que no se andan por las ramas cuando de lo que se trata es de pisotear las palabras de Cristo y la fe de la Iglesia. Es el caso del P. Juan Masiá, sacerdote jesuita, que acaba de escribir un artículo en El País pidiendo abiertamente que la Iglesia acepte el divorcio. No solo el civil, sino también el religioso. Es más, tiene el valor de pedir tal cosa en nombre de la “dignidad de los cónyuges”

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24.12.14

Feliz Navidad


Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre. 

Estarías muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca hubieras sido librado de la carne del pecado, si él no hubiera asumido una carne semejante a la del pecado. Estarías condenado a una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a tu muerte. Hubieras perecido, si él no te hubiera auxiliado. Estarías perdido sin remedio, si él no hubiera venido a salvarte. 

Celebremos, pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal. 

Él se ha hecho para nosotros justicia, santificación y redención. y así -como dice la Escritura- «el que se gloria que se gloríe en el Señor.» 

La verdad brota, realmente, de la tierra, pues Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de la Virgen. Y la justicia mira desde el cielo, pues nadie es justificado por si mismo, sino por su fe en aquel que por nosotros ha nacido. La verdad brota de la tierra, porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo, porque toda dádiva preciosa y todo don perfecto provienen de arriba. La verdad brota de la tierra, es decir, la carne de Cristo es engendrada en María. Y la justicia mira desde el cielo, porque nadie puede apropiarse nada, si no le es dado del cielo. 

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios. Fíjate que no dice «nuestra gloria», sino la gloria de Dios, porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por ello el que se gloria que se gloríe no en sí mismo, sino en el Señor. 

Por eso también, cuando el Señor nació de la Virgen, los ángeles entonaron este himno: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. 

¿Cómo vino la paz a la tierra? Sin duda porque la verdad brota de la tierra, es decir, Cristo nace de María. Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, para que todos seamos hombres de buena voluntad, unidos unos a los otros con el suave vínculo de la unidad. Alegrémonos, pues, por este don, para que nuestra gloria sea el testimonio que nos da nuestra conciencia; y así nos gloriaremos en el Señor, y no en nosotros. Por eso dice el salmista: Tú eres mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. 

¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo de Dios. 

Busca dónde está tu mérito, busca de dónde procede, busca cuál es tu justicia: y verás que no puedes encontrar otra cosa que no sea pura gracia de Dios.

San Agustín de Hipona

Deseo a todos los lectores de InfoCatólica una muy Feliz Navidad, en comunión con Dios y en compañía de vuestros seres más queridos.

Luis Fernando Pérez Bustamante

21.11.14

Crean ustedes, como nuestros obispos, al arzobispo de Granada

Dado que todavía no se ha producido ninguna actuación judicial encaminada a imputar a los sacerdotes granadinos que figuran como presuntos autores de unos abusos sexuales continuados en la persona de un joven, lo único que se puede decir de los hechos es que, en caso de ser ciertos, han de ser objeto de la mayor de las repulsas posibles tanto desde la sociedad como desde la Iglesia. Tanto el papa Francisco como su predecesor han ordenado la “tolerancia cero” ante este tipo de comportamientos criminales. Así debió ser siempre. Así es ahora.

El hablar de “presuntos” es una cuestión prudencial. No sería la primera vez que una denuncia de este tipo acaba siendo desmentida -le pasó al cardenal Pell-, aunque esos casos suelen ser la excepción que confirma la regla. Parece claro que son muchas más las veces en las que las verdaderas víctimas callan, por temor o porque quieren olvidarse de lo ocurrido, que las que alguien se inventa una historia de este tipo y presenta una denuncia falsa ante los tribunales civiles y eclesiástico.

Lo que no tiene nada de presunta es la campaña de acoso y derribo contra Mons.Javier Martínez, arzobispo de Granada, y por tanto responsable junto con la Santa Sede de lllevar a cabo el juicio de la Iglesia sobre los hechos. Hace dos días escribí un artículo sobre esa cacería, pero hoy se ha producido un hecho notable. 

Efectivamente, el P. José María Gil Tamayo, secretario general y portavoz de la CEE, lo ha explicado así:

“el arzobispo de Granada ha manifestado que ha cumplido los protocolos que establece la Iglesia para estos casos. Él ha mostrado su dolor y cercanía a la persona que ha denunciado y las que se ven afectadas por este pecado y delito. Y también, ha asegurado cómo ha sido su seguimiento".

Y ha añadido:

“Monseñor Martínez goza de todo nuestro afecto y toda nuestra credibilidad“.

Por si fuera poco, ha realizado la siguiente reflexión:

“Tengo un enorme respeto por la profesión periodística, pero sí creo que hay que delimitar los ámbitos competenciales. Hay un derecho a la información, pero los periodistas no somos los sacerdotes de una nueva sociedad, ni los jueces. Tenemos que respetar los procedimientos, esperar los tiempos, y trabajar con las certezas. Quien tiene una exclusiva, operará comprobando la veracidad de esas fuentes. Ciertamente creo que hay un aporte necesario para aportar a la sociedad. La CEE ha tenido noticia cuando se ha publicado. Después ha venido el arzobispo de Granada ha explicado lo que está en los medios. Él es, junto con la Santa Sede, quien tiene que explicar".

En otras palabras, los obispos españoles creen a Mons. Javier Martínez y no a los periodistas que le acusan de no hacer caso a Roma. Le creen a él y no a quienes han montado un pseudo-auto de fe mediático contra el arzobispo, con declaraciones del tipo siguiente, que aparece hoy en Religión Digital:

Doctrina de la Fe apunta que “no es de recibo” que el arzobispo de Granada “no supiera nada”

¿Alguien ha leído una sola declaración oficial de Doctrina de la Fe? ¿tenemos que fiarnos de lo que dicen que Roma quienes, puedo decirlo sin temor a equivocarme, son una mancha para la profesión periodística en el ámbito religioso? ¿Qué entiende esa gente por “Roma"? 

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10.11.14

Insistiremos sin cesar en hablar del poder de la gracia

En el contexto de la nueva evangelización, de la alegría del evangelio, del llamado del papa Francisco a salir a las periferias, es necesario saber con qué contamos para que la labor que realicemos dé el fruto que solo puede producir Dios

Si el Señor nos llama a ser pescadores de hombres, tenemos que saber cuál es nuestra caña de pescar, cuáles nuestras redes, cuál nuestra barca. 

Pues bien, por más que les pese a algunos, nunca hablaremos suficiente de la gracia de Dios. Y por más que les pese a otros muchos, nunca nos cansaremos de escribir sobre la misma. Eso implicará que nos repetiremos, que citaremos los mismos versículos bíblicos, las mismas citas de santos, padres y doctores de la Iglesia, así como del magisterio pontificio. Así debe ser, pues sería muy pretencioso por nuestra parte creer que podemos predicar mejor sobre la gracia, siquiera sea por escrito, usando nuestro propio lenguaje en vez del de la Escritura y aquellos que nos han precedido en la fe como maestros.

Podemos seguir, sin ir más lejos, el ejemplo de Jesucristo:

Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Convertios, porque se acerca el reino de Dios.

Marco 4,17

y no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia.

Luc 5,32

Y el de San Pedro:

Pedro les contestó: Arrepentios y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hech 2,38

Y el de San Pablo:

… anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

Hech 25,20

Parece claro que debemos predicar el arrepentimiento. Pero ¿de qué se arrepentirá aquel que no tiene conciencia de pecado o de la gravedad del pecado? 

¿Cuántos saben esto?

Pero ahora, libres del pecado y hechos esclavos de Dios, tenéis por fruto la santificación y por fin la vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Señor Jesucristo.

Rom 6,22-23

Y aunque la conciencia es el primer vicario de Cristo y pocos podrán alegar ignorancia invencible respecto a su condición pecadora, ¿cómo podrán arrepentirse si no somos instrumentos dóciles en manos de Dios para convencerles de su absoluta necesidad de implorar el perdón?

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31.10.14

13TV, al servicio de quienes han vejado al cardenal Rouco

Sabemos que hay cosas que han cambiado en la Iglesia en España en los últimos meses. Entre ellas, lo acontecido en la Conferencia Episcopal Española. Hace ahora casi un año, los obispos eligieron nuevo portavoz y secretario en la personal del P. Gil Tamayo. Y en marzo optaron por poner la presidencia de nuevo en manos de Mons. Ricardo Blázquez, a quien acompañaba Mons. Carlos Osoro en la vicepresidencia.

Finalmente, el Papa decidió que Mons. Osoro habría de ser el nuevo arzobispo de Madrid, una vez aceptada la renuncia del cardenal Rouco Varela, quien ha tenido tres años de prórroga al frente de su archidiócesis.

Ahora bien, lo que ha sucedido desde el anuncio de la “jubilación” del cardenal Rouco solo cabe calificarse como un esperpento indigno. No se puede MALTRATAR de la manera en que se ha maltratado a quien ha pastoreado la Iglesia en Madrid durante 20 años y ha sido presidente de la CEE -votado masivamente por el episcopado español- durante cuatro trienios. Lo mismo algún día alguna de las personas cercanas al cardenal cuenta los detalles. Yo no puedo.

En ese maltrato han tenido un papel fundamental dos periodistas, que tras largo tiempo acosando, vejando, humillando, insultando, atacando, machacando, persiguiendo, difamando, calumniando y pisoteando al cardenal, vieron la oportunidad de hacer negocio a su costa y a costa de su sucesor. Por cierto, todos esos ataques al cardenal trocaban en alabanza, veneración, peloteo y servilismo cuando tenían que escribir algo del arzobispo Osoro. Este les premiaba no solo con su amistad sino también con su presencia visible en su portal, justo debajo de donde un sujeto publicaba viñetas blasfemas. 

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