21.02.11

Los obispos no tienen autoridad si no es en comunión con el Papa

Me imagino la cara que se le debió quedar a todos los presentes en el acto de presentación de un libro sobre la Humanae Vitae, cuando Mons. Enrico dal Cavolo, Rector magnífico de la Lateranese, dijo las siguientes palabras:

Un presidente de una conferencia episcopal de una importante nación de América Latina había manifestado en un telegrama a Pablo VI, en nombre del episcopado de aquella nación, ‘una vibrante y clara perplejidad sobre el texto publicado’. El Papa hizo llamar al cardenal a Roma, y una vez aquí le pidió que se pusiera de rodillas y pidiera perdón.

No me negarán ustedes que la imagen debió ser impactante. Todo un príncipe de la Iglesia arrodillándose y pidiendo perdón delante del Vicario de Cristo. Y con él, el episcopado del país en nombre del cual dicho cardenal había enviado el telegrama. Supongo que el purpurado,con casi total seguridad el card. Raúl Silva Henríquez, arzobispo de Santiago de Chile por entonces, debió regresar a su país con el rostro todavía lívido. Y que les transmitiría un mensaje claro a sus compañeros de episcopado: Si me ha hecho eso a mí, imaginad lo que os puede hacer al resto.

La verdad es que este suceso, que difícilmente puede haberse inventado mons. Dal Cavolo, nos ofrece una imagen de Pablo VI un tanto distinta a la que muchos tienen. La firmeza del Papa Montini ante uno de sus cardenales resulta sorprendente.

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19.02.11

Relación personal con Cristo

Vuestra gran tarea evangelizadora es, por tanto, la de proponer una relación personal con Cristo como llave para alcanzar la plenitud“. Así de claro ha sido Benedicto XVI al dirigirse a los obispos filipinos que están en visita ad limina en Roma. No es la primera vez que el Santo Padre habla de la necesidad de que el cristiano alcance una relación personal con su Salvador. De hecho, cabe preguntarse hasta qué punto se puede ser cristiano, o al menos vivir como tal, sin que dicha relación esté presente en algún grado.

Me viene a la memoria algo que escribió el Beato Newman en su Apologia pro vita sua:

“No haré consideraciones sobre mis sentimientos; ahora sé con toda claridad algo que entonces no sabía: que la Iglesia Católica no permite que ninguna imagen material o inmaterial, ningún credo o formulación dogmática, ningún rito, sacramento o santo, ni siquiera la Santísima Virgen, se interponga entre el alma y su Creador. Es por eso un cara a cara, ‘solus cum solo’, entre el hombre y su Dios. Sólo Él crea, sólo Él redime, ante su mirada imponente iremos a la muerte, en Presencia Suya discurrirá nuestra eterna felicidad".

No hace falta que diga que el Beato no despreciaba ni consideraba ineficientes e innecesarias las mediaciones -sacramentos, Santísima Virgen, santos- entre Cristo y nosotros, pero efectivamente, el cristianismo es por encima de todo un cara a cara entre Dios y cada uno de sus hijos. De hecho, esa relación es fuente de gracia salvífica. Quien vive consciente de la presencia del Señor en cada momento de su vida, tiene más fácil huir del pecado que le aleja de Dios.

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17.02.11

Tener hijos es cosa de fachas

Al PSOE le molesta que la gente tenga hijos. La Xunta de Galicia, que por otra parte se dedica a financiar abortos con los impuestos de los gallegos, tiene la intención de lanzar un paquete de ayudas a la maternidad. No sabemos si el dinero dedicado a fomentar que aumente la natalidad será más o menos que el que se dedica a pagar los abortos de las gallegas, pero en todo caso los socialistas han puesto el grito en el cielo. Según Beatriz Sestayo, responsable del Area de Derechos Cívicos y Libertades del PSdeG-PSOE, el señor Feijóo y su gente quieren “exportar a Galicia el modelo familiar de la ultraderecha".

Es decir, tener hijos es cosa de fachas. Lo progresista, lo moderno, lo socialista, lo fetén, es no tenerlos. Ya sea mediante el consumo masivo de anticonceptivos o mediante la aniquilación de los que osan vivir en el seno materno tras una relación sexual “desprotegida".

Este odio del socialismo por la natalidad tiene un lado positivo. Es de suponer que quienes no desean que los demás tengan hijos, optarán por no tenerlos ellos mismos. Eso hará que la biología nos libre de que esos odiadores profesionales de la cultura de la vida nos dejen descendencia a la que hayan inoculado sus ideas. No sé si la señora o señorita Sestayo es madre, pero en caso de serlo, dudo mucho que llegue a tener más de uno o dos hijos. De lo contrario, habría que llamarla hipócrita y facha miserable.

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16.02.11

Rouco-Sistach, fin de ciclo

Lo anunció ayer José Manuel Vidal en Religión Digital. En la próxima asamblea general de la Conferencia Episcopal Española se producirá la reelección del cardenal Rouco como presidente, cosa que todo el mundo sabía, y el cardenal Sistach ocupará la vicepresidencia, en un movimiento -esto ya no lo dice claramente Vidal- pergeñado por el primero. De esta manera, y dado que ambos cardenales están al borde de la renuncia por edad, la elección de vicepresidente deja de tener el cariz de plataforma de lanzamiento para la sucesión del propio Rouco al frente de la CEE dentro de tres años. Se da por hecho que el Papa esperará a que se cumplan esos tres años para aceptarles la renuncia.

Aunque el cardenal Rouco seguirá ejerciendo de cabeza visible -no orgánica- de los obispos españoles, es evidente que su influencia en la Iglesia en España empieza a menguar. Por ejemplo, ya no es tan decisivo como antes a la hora de los nombramientos episcopales. El cardenal Re, con quien tenía una magnífica relación, ya no es prefecto del dicasterio para los obispos. Y, sobre todo, hay en Roma otro cardenal español, Cañizares, que tiene ya mucha más mano en esa cuestión. Por si fuera poco, para disgusto de los obispos españoles que aprecian tanto a uno como al otro, las relaciones entre los dos grandes cardenales españoles de la última década -sin desmerecer al resto- son malas. De hecho, al menos uno de ellos no tiene el menor pudor en dejar clara esa realidad a todo el que se le acerca. Eso puede tener consecuencias poco deseables para el resto de la Iglesia, pues cuando dos grandes trenes chocan, las vías pueden quedar atascadas durante mucho tiempo.

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10.02.11

Perlas de un buen Congreso

Sagrada Biblia, versión oficial CEEDesde el lunes hasta ayer miércoles Madrid ha sido testigo de un interesantísimo congreso sobre la Palabra de Dios con motivo de la publicación de la versión oficial de la Biblia en nuestro idioma para la Iglesia en España. Vaya por delante mi felicitación a la Conferencia Episcopal Española por haber llevado a feliz término ese proyecto, que sin duda puede convertirse en una herramienta importante para todo el pueblo de Dios que peregrina en este país. A pesar de que algunos personajes mal intencionados ven motivaciones extrañas y/o perversas en la publicación de una versión oficial, lo cierto es que la misma no desmerece en nada al resto de versiones que se puede comprar en las librerías de este país. Por ejemplo, los kikos van a seguir usando la Biblia de Jerusalén y dudo que la Universidad de Navarra deje de vender su Biblia.

Menudencias mediáticas aparte, al que conoce un poco la historia de la Iglesia, sabe que ha sido habitual la búsqueda de un texto bíblico común para los fieles. La Vulgata es un ejemplo de ello pero no el único. De hecho, en otras confesiones cristianas ocurre lo mismo. La mayoría de los protestantes de lengua inglesa siguen usando la King James Version. Y los que hablan español usan sobre todo la Reina Valera, versión del 1960.

Volviendo al congreso, le he seguido a través de la web dedicada al mismo. Las retransmisiones han gozado de una buena calidad técnica y sin cortes. Además, la oficina de prensa de la CEE nos ha enviado a los medios el texto de la totalidad de las ponencias, aunque se da la circunstancia de que algunos de los conferenciantes no pudieron leer la totalidad de lo que habían preparado por falta de tiempo.

De entre todas las intervenciones que escuché -el resto las pienso leer-, y sin desmerecer al resto, las que más me gustaron fueron las del cardenal Ouellet, la del P. Ignacio Carbajosa, la del P. Juan Miguel Ferrer y la de Mons. Luis Francisco Ladaria.

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