13.04.16

Vivir y morir en pecado mortal te lleva al infierno

Post publicado el 7 de octubre del 2014. Republicado el 13 de abril del 2016.

Dios es tan bueno y misericordioso con el hombre, que en vez de dejarle muerto en sus pecados, envió a su Hijo para que todo el que cree en Él tenga vida eterna (Jn3,16). Y el Hijo fue tan bueno para con nosotros, que nos advirtió que decir que se cree en Él pero seguir viviendo como si tal cosa, no cuela (Mt 7,24-27 y Luc 6,46). En el culmen de su voluntad salvadora, el Espíritu Santo desciende para morar en nosotros y transformarnos a imagen de Cristo, de manera que por gracia podemos creer y obrar conforme a la voluntad divina (Tit 3,5). Hasta nuestro buen hacer es obra de Dios (Fil 2,13), de manera que toda la gloria le corresponde a Él, aunque ha querido que participemos de ella, de forma que considera verdaderamente meritos nuestros lo que en verdad son dones suyos. Y eso lo hace en virtud de los meritos del Hijo.

Como Dios nos conoce bien, sabe que a pesar de las ayudas que nos envía, seguimos cometiendo pecados. Por ello Cristo, abogado nuestro ante el Padre …:

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

(1 Jn 2,1)

instituyó el sacramento del perdón y dio a su Iglesia autoridad para administrarlo:

a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos.

(Jn 20,23)

Todo ello no cambia el hecho de que:

El salario del pecado es la muerte…

(Rom 6,23)

Ni el hecho de que hay pecados mortales:

Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no le lleva a la muerte, ore y alcanzará vida para los que no pecan de muerte. Hay un pecado de muerte…

(1 Jn 5,16)

Entre los pecados incompatibles con la salvación, leemos:

¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios.

1ª Cor 6,9-10

¿Tiene la Iglesia, y todos los que formamos parte de ella, la obligación y responsabilidad de señalar el pecado al pecador? Sin la menor duda.

Si yo digo al malvado: “¡Vas a morir!” y tú no le amonestares y no le hablares para retraer al malvado de sus perversos caminos para que viva él, el malvado morirá en su iniquidad, pero te demandaré a ti su sangre.
Mas si, habiendo tú amonestado al malvado, no se convierte él de su maldad y de sus perversos caminos, él morirá en su iniquidad, pero tú habrás salvado tu alma.  Y si se apartare el justo de su justicia, cometiendo maldad, y pusiere yo una trampa delante de él, él morirá. Por no haberle tú amonestado, morirá en su pecado, y no se recordarán las obras buenas que hubiere hecho, pero yo te demandaré a ti su sangre.
Pero, si tú amonestaste al justo para que no pecara y dejare de pecar, vivirá él, porque fue amonestado, y tú habrás salvado tu alma.

(Eze 3,18-21)

Si se fijan ustedes, el no advertir al pecador de las consecuencias funestas de su pecado acarrea la condenación propia

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11.04.16

No creen en el poder de la gracia. Eso es todo

Este artículo lo escribí en el 10 de mayo del 2015. Lo republico.

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En todos estos meses de pleno periodo sinodal e intersinodal, están saliendo a la luz dos modelos de entender no ya la Iglesia sino el cristianismo. Modelos que, a la larga, es evidente que no podrán convivir en comunión.

El primero consiste en mantener lo que la Iglesia ha enseñado siempre. A saber, que el hombre es pecador, pero Dios ha querido salvarlo mediante Cristo y enviando el Espíritu Santo para darle la capacidad de vivir en santidad. La Escritura es muy clara al respecto. Ser santo no es una opción para el cristiano. Es su destino, es su llamamiento, es su “deber". Pero no es algo que pueda alcanzar por sí mismo, en sus propias fuerzas. La gracia no es que venga en su auxilio, como una especie de bastón de apoyo. Es que es lo único que le permite llegar a ser lo que está llamado a ser. Los sacramentos, especialmente el de la Eucaristía y la Confesión, son fundamentales. La Revelación es la que es y la pastoral debe ser fiel a la misma.Nadie como la Iglesia sabe tanto de la miserias humanas y del poder de Dios para sacar oro de donde solo había hierro oxidado.

El segundo considera que eso de la santidad es cosa de unos pocos. Que se puede ser cristiano y vivir en pecado de forma continua. Que la Iglesia está para comprender que hay situaciones imposibles de superar, porque al fin y al cabo, no hay por qué esperar de un cristiano mucho más de lo que se puede esperar de quienes no lo son, porque todos somos carne y sangre y no ángeles del cielo. Sí, dicen, sería mejor que los cristianos no se divorciaran, no abortaran, no se dedicaran al consumo desenfrenado, etc. Pero como de hecho muchos hacen eso, hay que asumirlo sin más porque Dios ama a todos por igual. Todo es mudable. Desde la doctrina hasta la pastoral.

Obviamente hay grados y matices en ambos modelos, pero en esencia son así. Y si algo es muy claro es que el primer modelo le choca al mundo, es rechazado por quienes no quieren vivir conforme a la ley divina, mientras que el segundo busca que el cristiano se adapte al mundo como mano a guante, dotándole solo de un ciero tamiz moral buenista, que tiene mucho de pelagiano y muy poco de vida en el Espíritu.

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6.04.16

Maciel, Figari y alguno más, como síntoma

A lo largo de la historia muchos hombres y mujeres de Dios han fundado órdenes y congregaciones religiosas. Si algo tenían en común todos ellos era su condición de santos. No todos han llegado a los altares, pero sí la inmensa mayoría.

Sin embargo, en el último medio siglo estamos asistiendo a un fenómeno extrañísimo, que no tiene parangón. Los fundadores de algunas nuevas “realidades” eclesiales eran auténticos crápulas, personajes indeseables que en condiciones normales no habrían fundado ni una asociación parroquial de tiempo libre.

El caso de Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, fue el primero en ser conocido. Ahora le toca el turno a Luis Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana. Y todo indica que en breves meses vamos a asistir a un tercer caso.

En esas situaciones se ha dado además una circunstancia parecida. El encubrimiento y la complicidad de las personas más cercanas a esos líderes y la falta de diligencia de la propia Iglesia en poner fin a su presencia en la vida pública. Y también hay otro factor en común: el abuso de autoridad de esos sujetos.

Ni que decir tiene que la mayor parte de los miembros de esas organizaciones eclesiales, sean sacerdotes, religiosos o seglares, son gente de bien, fiel a Cristo y a la Iglesia. De hecho, en buena medida son víctimas del descrédito que no han provocado ellos.

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5.04.16

Los nuevos leprosos, los nuevos apestados

¿A quién no le gusta quedar bien con todo el mundo? ¿quién desea ser considerado como un fundamentalista sin corazón, rigorista, fariseo?

Para cualquier cristiano, hay un método seguro para lograr lo primero y evitar lo segundo: decir lo que que el mundo quiere oir. Y hay un método aún más “eficaz” para que no parezca que estás traicionando aquello que se supone que debes defender: usar términos propios de la fe, vaciándoles de su verdadero contenido y escondiendo aquello que no puede ser “adaptado".

Por ejemplo, cuando se trata de defender el derecho a la vida, lo primero que conviene es no criminalizar a la madre y presentarla como una víctima a la altura del hijo que ha decidido matar. Luego hay que hacer todo lo posible por entender que “no tenía más remedio” que hacer lo que ha hecho. Como quiera que, efectivamente, muchas veces las mujeres sufren presiones para aniquilar la vida que llevan en su seno, se da por hecho que eso ocurre siempre, de manera que la responsabilidad pasa a otros. A los que presionan, a la sociedad, a la crisis económica, a… pongan ustedes el culpable que quieran. 

Cuando se trata de defender la familia de la plaga del divorcio, conviene empezar dejando en el baúl de los recuerdos la palabra que el mismísimo Cristo usó para definir a los que se divorcian y vuelven a casar: adúlteros. Queda muy mal llamar adúltero a nadie hoy en día. Es mejor decir que están en una “situación irregular". Luego hay que hacer todo lo que esté en nuestra mano por “comprender” esa situación: “No le quedaba más remedio que separarse", “tiene derecho a rehacer su vida", “es absurdo pretender que la gente sea heróica y viva sin mantener relaciones sexuales estables", etc. 

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3.04.16

Preguntas sobre las Misas para niños

Cristo fue claro: “Dejad que los niños vengan a mí” (Luc 18,16). Por tanto, todas las preguntas que voy a hacer no tienen nada que ver con la idea de que hay que poner las cosas difíciles para que nuestros pequeños se acerquen al Señor. Todo lo contrario.

Dicho lo cual:

¿Por qué en las misas para niños se trata a los críos en las “homilías” como si fueran imbéciles haciéndoles preguntas que sabría responder hasta un bebé lactante?

¿Por qué hay parroquias que deciden que la Misa principal del domingo es una Misa de niños? ¿por qué los fieles tienen que acudir a una Misa en la que las homilías son catequesis de un nivel tan elemental que uno se pregunta para qué sirven las catequesis?

¿Por qué se pone a los niños en la tesitura de tener que leer peticiones de oración exponiéndoles a la vergüenza de equivocarse al leer?

Es más, ¿a cuento de qué se hacen misas de niños? ¿qué nos hace pensar que cuando acudan a las misas para adultos no se van a sentir desplazados y en algo “extraño"?

¿Por qué en una misa ortodoxa, de entre una y dos horas de duración, los niños son capaces de no abrir la boca y atienden como sus padres a la liturgia? ¿es cosa genética?

Luis Fernando Pérez Bustamante