Breves reflexiones (XI)
El llanto por tus pecados es agua viva del Espíritu Santo limpiando tu alma.
La indiferencia ante tus pecados es el viejo Adán que se resiste a morir.
Abrázate a la Cruz de Cristo para poder cargar tu propia cruz.
Esta vida es solo efímero camino hacia la eternidad. Procura que Cristo sea tu única senda.
Las nanas con las que María arrullaba al Niño Jesús son ahora oraciones por las que te obtiene las gracias que necesitas para el descanso de tu alma.
Si la infancia de Dios encarnado fue custodiada por San José, ¿no harás bien en pedir su intercesión para que tu vida sea custodiada y protegida del mal que te acecha?
El confesionario es el Jordán en el que lavas tu alma de la lepra del pecado.
El precio de tu alma quedó tasado por lo que Cristo pagó por ella en la Cruz. No malgastes semejante tesoro.
El celo santo por las cosas de Dios se pudre cuando se ensucia de orgullo y arrogancia carnal sin caridad.
Gran farsante será el que por su predicación robe a los fieles el don del verdadero arrepentimiento y la penitencia.
No vendas tu alma, comprada con la sangre de Cristo, a los mercaderes de la falsa misericordia que te dejan esclavizado a tus pecados.
No presumas neciamente de lo que Dios ha obrado en ti, pero no permitas que quienes desprecian el poder de la gracia te acusen por anhelar mayor santidad.
Luis Fernando Pérez
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Breves reflexiones (I)
12 comentarios
Bastante que comulgo de su mano, pero confesar con ellos... se me hace imposible. Perdonar, perdonan, sí, claro; pero son un barrera para vivir a Dios.
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LF:
El sacramento es necesario independientemente de la santidad o calidad ministerial del que lo administra.
Bueno, si es así, esa es la confesión propia de los delicuentes cuando los detiene la Policía.
Hoy es necesaria una apertura total al Espíritu Santo, que sólo se logra estando atentos a su Esposa. Y para esto último la humildad es incluso más necesaria que el rigor teológico. La humildad es la Madre de la Verdad, y la suegra de la prudencia. Creo...
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