Es obligado predicar la fe católica en su integridad

Es doctrina católica que en las principales religiones no cristianas hay elementos de verdad, en mayor o menor grado dependiendo de la religión que hablemos. Es igualmente doctrina católica que en las iglesias y comunidades eclesiales separadas no solo hay elementos de verdad, sino que la gracia de Dios está presente en ellas. 

Por esllo, está bien reconocer lo que hay de santo y bueno en otras religiones, especialmente las cristianas. Pero, quede esto muy claro, no hay, literalmente, nada bueno en ellas que no esté presente en el catolicismo, aunque algunas de esas buenas cosas estén parcialmente escondidas en esta generación.

La fe católica tiene cosas magníficas que otros no tienen. Y si no las ofrecemos, si nos quedamos mirando el bien parcial de otros sin ofrecerles el bien total que poseemos por puro don, por pura gracia, ¿cómo cabe calificarnos?

Un ejemplo de esto que digo lo tenemos en el protestantismo. Por no tener, ni siquiera tienen toda la Biblia. Les faltan los Deuterocanónicos, A pesar de que las primeras biblias protestantes los incluían, decidieron sacarlos de su canon. Y menos mal que se quedaron en esos libros. Si por Lutero hubiera sido, la epístola de Santiago, a la que llamó “epístola de paja", habría sido también desechada. Cosa lógica porque es el único lugar de toda la Escritura donde las palabras fe, justificación y obras están juntas, precisamente para negar el solafideísmo. Y no digamos nada del papel de la Tradición, que ellos desechan como parte de la Revelación

Los ortodoxos, que tras siglos sin tener un concilio para todos ellos parece que por fin van a celebrarlo, se quedaron, entre otras cosas, sin el ministerio petrino y además se alejaron de la fe cristiana del primer milenio en una cuestión tan delicada como la indisolubilidad del matrimonio, que ellos se saltan a la torera bendiciendo segundas, terceras e incluso cuartas uniones.De poco valen que digan que esas bendiciones no son sacramentales. Los pecados, y el adulterio lo es, no se bendicen.

La unidad de los cristianos, siendo un bien máximo que hay que buscar, no puede establecerse sobre la base de renunciar, de ninguna de las maneras, a la verdad completa que está solo presente en la fe católica. Tal cosa sería un fraude múltiple. Un fraude hacia el Espíritu Santo, que ha mostrado esa fe completa a la Iglesia a lo largo de veinte siglos. Un fraude hacia los hermanos separados, a los que se privaría de una parte importante de la verdad. Y un fraude hacia el mundo, pues las tinieblas en las que está sumido solo pueden despejarse completamente a través de la luz de la fe en su integridad. 

Existe además un peligro si cabe aun mayor. Si se dejan de lado aspectos de la fe católica para llegar a acuerdos con el resto de confesiones cristianas, los propios fieles católicos pueden llegar a creer que dichos aspectos no son importantes y pueden ser desechados o aparcados. Y yo pregunto: ¿qué haremos pues? ¿dejar aparte nuestra veneración por María y los santos para que así los protestantes se sientan más cercanos a nosotros? ¿quizás adoptaremos sobre el papado la actitud de los ortodoxos, que en vez de confesar la misma fe que los padres de Calcedonia, niegan la primacía del Sucesor de Pedro?

Ya es suficiente desgracia que en los púlpitos católicos llevemos décadas sin que se predique lo suficiente toda la fe católica. El P. Iraburu dedicó dos posts* (I y II) a mostrar esa realidad. Y si no se predica toda la verdad, ¿cómo va a andar el pueblo de Dios en ella? Bien dice la Escritura: “mi pueblo perece por falta de conocimiento” (Oseas, 4,6).

Por tanto, cualquier futura reforma de la Iglesia, de la que tanto se habla sin ton ni son, ha de pasar por mostrar y predicar la fe católica en toda su integridad. Primero, a los propios católicos. Segundo, al resto de cristianos. Tercero, al mundo entero. No tenemos derecho a guardarnos solo para nosotros aquello que Dios nos ha dado. Y si así lo hiciéramos, Dios mismo se encargará de castigar a su Iglesia por semejante pecado.

Laus Deo Virginique Matri.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Verdades de fe silenciadas –I
Verdades de fe silenciadas –y II