A los españoles no les caen demasiado bien los obispos
El diario El País ha publicado recientemente una encuesta realizada por Metroscopia en la que se ofrece la “Valoración ciudadana de las principales instituciones, entidades y grupos sociales". En lo relativo a la Iglesia, nos encontramos con los siguientes datos (ver gráfica aquí). De mayor a menor valoración:
1- Cáritas (la obra social de la Iglesia): 74%
2- Los curas de la parroquia: 51%
3- La Iglesia Católica española -debiera decir “en España"-, en su conjunto: 41%
4- Los obispos: 21%
En relación al resto, Cáritas es la sexta organización más valorada por los españoles; los curas ocupan el puesto 14º, la Iglesia el 18ª y los obispos el 23º. Es decir, nuestros pastores comparten el mismo puesto que el gobierno y la patronal y solo están por encima de los bancos, los partidos políticos -instituciones- y los propios políticos -personas-.
Es lógico que Cáritas figure en un lugar destacado en las preferencias de mis conciudadanos. Hay que ser muy raro o muy malo para no ver bien a una institución que ayuda a los más necesitados. Pero al mismo tiempo, es evidente que un porcentaje muy alto de aquellos que aprecian la labor de Cáritas no la identifican con la Iglesia “en su conjunto". O no creen que sea lo suficientemente importante o decisiva como para que su opinión sobre la Iglesia sea buena. Y la realidad es que Cáritas es Iglesia, tanto si se entienden como si no.
Los curas de la parroquia son “queridos” por la mitad de la población. Su proximidad a la gente ayuda a que sean más conocidos. Y como quiera que son hombres dedicados a servir al prójimo -aspecto este que suele ser poco resaltado-, es comprensible que la gente aprecie su labor.
La Iglesia como institución alcanza un apoyo seis puntos menor que el porcentaje de españoles que marcan la X de la Iglesia en la Declaración de la Renta. Dado que, a pesar de las campañas publicitarias, a muchos todavía se les olvida marcar esa casilla y dado que la declaración no es obligatoria para los que tienen unas ganancias bajas, se puede aventurar que los ciudadanos que aprecian a la Iglesia son aproximadamente los mismos que ayudan a su financiación con un 0,7% de sus impuestos. No está de más recordar que ese dinero supone solo el 22% del total de la financiación de las diócesis, que reciben la mayor parte del dinero vía colectas y aportaciones de los fieles.
Lo cierto es que los obispos son, de largo, los que reciben una valoración peor. Aunque habrá opiniones para todos los gustos, yo creo que las razones de tal desafecto son las siguientes. No están ordenadas de mayor a menor:
1- No se ven tan cercanos a la gente como los sacerdotes.
El párroco, o sus coadjutores, está a pie de obra en el día a día. Tiene un contacto con los fieles y el resto de ciudadanos mucho mayor que el obispo. No es que los pastores vivan encerrados en sus residencias -aunque alguno habrá que así lo haga-, pero es evidente que se les ve menos. Por lo general, el obispo que se pasa gran parte de su vida haciendo visitas pastorales a las parroquias de su diócesis es más querido. Pero aun así, no podrá llegar a cada fiel de la forma tan directa en que lo hace el sacerdote.
2- Los medios de comunicación buscan sobre todo sus declaraciones “polémicas”.
Cuando un obispo habla de temas propiamente piadosos, es complicado que se le dé un titular en los medios de comunicación generalistas. Si habla del aborto, el gaymonio, la ideología de género, etc, puede dar por seguro que aparecerá en esos medios. Y no precisamente para ser alabado. Rara vez reciben el apoyo de los medios. Ni siquiera cuando tratan asuntos desde un punto de vista “políticamente correcto” para el progresismo social. Voy a poner dos ejemplos que sirven para entender lo que digo. Cuando Mons. Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, predicó sobre la doctrina católica acerca de la homosexualidad en una homilía que fue retransmitida por televisión, sufrió una campaña brutal por parte de políticos y medios de comunicación. Sin embargo, cuando el obispo de Santander ha mostrado su apoyo a la plataforma que considera injustificada la exclusión de los inmigrantes irregulares del sistema sanitario, pocas son las alabanzas que han surgido desde esos mismos medios y políticos. Y lo cierto es que tanto el uno como el otro no hicieron otra cosa que manifestar la postura de la Iglesia sobre esas cuestiones. Uno, tomando como referencia la moral sexual; el otro, la doctrina social, que también afecta a la moral.
Podría poner muchos ejemplos similares, pero con esos dos basta para que se me entienda.
3- Identificación de los obispos con la idea del poder y la autoridad.
Vamos a ser claros. Al personal no le gusta que le “manden". No verán ustedes muchos países en los que la clase política alcance una valoración magnífica. Y da un poco igual que la autoridad sea ejercida para imponer impuestos o para dar consignas de tipo moral, para indicar qué está bien o qué está mal desde el punto de vista moral. En una sociedad que se aleja a marchas forzadas de sus raíces cristianas, los obispos son mal vistos, sobre todo si desempeñan bien su labor de testigos de la Revelación.
Seguramente habrá muchas otras razones que expliquen la poca querencia de los españoles hacia los actuales sucesores de los apóstoles. Muchos serán los que piensen que ellos tienen alguna culpa en que sean así las cosas. Algunos están aprovechando las palabras del Papa acerca de la necesidad de que los obispos huelan a oveja para echarlas en cara de nuestros pastores. Allá ellos. Yo creo que el Santo Padre hace bien en resaltar la necesidad de que cada obispo se haga más cercano a su pueblo, pero no conozco uno solo que no desearía que así ocurriera. Cada cual hace las cosas lo mejor que puede desde su propia idiosincrasia personal, asistido por la gracia de Dios. Y de la misma manera que uno no recibe un manual de instrucciones para ser un buen padre, tampoco los obispos llegan al episcopado sabiendo ser buenos obispos.
Por otra parte, nuestro Señor Jesucristo advirtió a los apóstoles que no debían esperar ser recibidos por el mundo con los brazos abiertos:
“Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí primero que a vosotros. Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece". (Jn 15,18-19)
A mí me preocuparía bastante recibir los aplausos de una sociedad paganizada y en pleno proceso de apostasía. Se es obispo no para ser famoso sino para ser testigo del evangelio, para hacer discípulos en medio del pueblo que le ha sido encomendado. Y los que viven en el pecado no vitorean a quienes les señalan la necesidad de la conversión. Es preferible ser querido y apreciado por el pueblo de Dios mientras el mundo te rechaza, que recibir palmaditas en la espalda de los incrédulos mientras el pueblo “perece por falta de conocimiento” (Oseas 4,6).
Es nuestra responsabilidad y nuestro deber rezar por nuestros obispos. Nadie tiene una responsabilidad mayor que ellos a la hora de pastorear el rebaño de Cristo. Su misión es terrible a la vez que apasionante. El Señor ha puesto en sus manos el gobierno de su Iglesia. Ciertamente reciben la gracia necesaria para cumplir fielmente su cometido. Pero más gracia recibirían aun si cada vez que pedimos por ellos en nuestra Misas y nuestras oraciones privadas, lo hiciéramos de corazón y no para cumplir el expediente.
¿Crees, con razón o sin ella, que tu obispo no es tan bueno como debería? Reza por él. ¿Amas de verdad a tu obispo? Reza por él. ¿Crees que es un buen pastor? Reza por él y da gracias a Dios por su fidelidad. No olvides nunca lo que nos pide el Señor en la carta a los Hebreos:
Obedeced a vuestros pastores y estadles sujetos, que ellos velan sobre vuestras almas, como quien ha de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y sin gemidos, que esto sería para vosotros poco venturoso. (Heb 13,17)
Así sea.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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