¿Librerías católicas, Isaac?

“¿Por qué no retiran los libros de Anselm Grün de las librerías católicas?” se pregunta Isaac García Expósito en su blog. Tras dar las razones por las que cree que no es normal que en dichas librerías se venda el material de ese benedictino, mi buen amigo sevillano -y sevillista- dice: “Y lo dicho para Anselm Grün, vale para Pagola, Küng y compañía“.

Bien, lo primero que cabe preguntarse es qué es una librería católica. Se supone que nos referimos a una librería controlada por una institución de la Iglesia -p.e, una orden religiosa, una diócesis- que ofrece libros de teología, liturgia, espiritualidad, etc. En ese caso, sería de sentido común que el material a la venta fuera conforme al magisterio de la Iglesia, pero basta darse un paseo por algunas de las librerías católicas con más solera de España para darse cuenta que no es así. Hace unos meses paseaba por una capital de provincia (no Huesca) y me encontré con una de esas “librerías católicas". ¿Saben ustedes cuál era el libro más anunciado en la cristalera principal? El último de Dan Brown, el tipo que escribió el Código Da Vinci. Compartía los honores, aunque en un segundo plano, el best-seller de Pagola.

Pero esto no es nuevo. Una de las cosas más curiosas que me encontré cuando regresé a la Iglesia es que mientras que la principal librería evangélica de Madrid, cercana a la plaza de toros de las Ventas, contenía sólo libros evangélicos sin un ápice de teología liberal en su contenido, su homónima católica tenía, por ejemplo, una stand lleno de libros que también se encuentran en librerías de Nueva Era como Bohindra. Cuando le pregunté la razón de que vendieran esa basura a uno de los religiosos que estaban detrás del mostrador, me miró como si fuera un bicho raro.

Se puede pensar que lo que buscan, al fin y al cabo, es que el negocio salga adelante. Pero supongo que muchos se escandalizarían si las librerías “católicas” vendieran DVDs y revistas pornográficas. Y pocos negocios tan rentables hay como el de la industria del porno. Yo no sé si la ortodoxia vende. Posiblemente menos que la heterodoxia. Pero, sinceramente, si van a vender material que corrompe el alma, si venden aquello que satisface a los que gustan de dejarse llevar por “todo viento de doctrina” (Ef 4,14), no sé qué les impide dar un paso adelante y vender material para satisfacer a los que se dejan llevar por los deseos de la carne. Total, ambas cosas llevan a la perdición.

Estimado Isaac, creo que las librerías católicas reflejan bien la realidad del catolicismo en este país. Las hay buenas, no lo dudo, pero nadie hace nada para evitar que el error y la herejía sirvan para mejorar el resultado económico de muchas de ellas. Así son las cosas. Así seguirán siendo mientras la autoridad eclesial no se ponga al servicio del bien común. Y que nadie diga que queremos reinstaurar el Índice de libros prohibidos. No valdría de nada. El problema no está en la existencia o no existencia de índices. El problema es la laxitud para combatir la secularización interna. El problema es que se permite que se llame católico a aquello que no lo es.

Luis Fernando Pérez