El burka y los trogloditas
La gente suele pensar que los cavernícolas vamos semidesnudos por ahí, pero no es verdad. Eso son cosas de las pelúquilas de Jólibu, que, para sacar más beneficio de las actrices guapas, prefieren que vayan ligeritas de ropa. Los cavernícolas somos muy decentes y elegantes, con nuestros chalecos de piel de búfalo, nuestros mocasines de ciervo y, por supuesto, nuestro inseparable garrote de encina u roble. Es cierto que, primitivos como semos, aún no hemos descubierto las modas y la necesidad de cambiar el vestuario cada dos por tres, pero algunos de nosotros consideramos ingenuamente ese atraso como una bendición.
Y ya que el arroyo Culebro pasa por la caverna de mi suegra y que estamos hablando de vestuario, voy a dar mi opinión sobre lo que está pasando últimamente en España con el burka o velo integral islámico. En los pueblos de Madrid, a semejanza de otros que ya lo hicieron en Cataluña, empieza a prohibirse el burka en los lugares públicos. Muchos se alegran por ello, pero a mí no me convence nada, la verdad.
Conociendo a los que prohíben estas cosas, me planteo varias preguntas. En primer lugar, me resulta muy curiosa la suposición de que una señora tenga que estar obligada para ponerse el burka y que prohibirlo sea liberarla de esa imposición. A mi entender, no sólo es una suposición que no está demostrada, sino que es falsa y ridícula. Me hace gracia que se hable tanto del derecho a decidir y, al final, se trate como siempre del derecho a decidir lo que yo quiero que decidas.
Además, basta conocer un poquito la Historia para saber que ese mismo tipo de suposición absurda se ha hecho infinidad de veces contra los conventos cristianos de monjas. Una vez y otra se han cerrado conventos, en las diversas épocas anticlericales de nuestro país y de otros países, alegando la “certeza” de que las pobres monjas estaban allí encerradas contra su voluntad. Y, para liberarlas, se las sacaba a rastras de sus conventos y se las prohibía vivir en comunidad y vestir sus hábitos religiosos.
También me pregunto: ¿Estos que defienden con tanto ahínco la dignidad de la mujer prohibirán también la pornografía o la prostitución? Porque, la verdad, entre una mujer que sigue su bárbara costumbre ancestral de ir tapadita de arriba abajo y otra que se convierte en un cacho de carne para el disfrute de babosos y degenerados, no tengo ninguna duda de cuál está sufriendo más en su dignidad. Por otra parte, en Madrid no he visto en toda mi vida a una mujer con burka, pero todos los kioskos que hay en la ciudad están a rebosar de pornografía y a menudo he sentido ganas de llorar al ver los rostros tristes de las prostitutas en la calle. Me temo que, si tengo que esperar a que los autores de la idea sean coherentes y luchen contra los verdaderos enemigos de la dignidad de la mujer, ya puedo hacerlo sentado, porque la espera será larga.
Supongo que es evidente que todo esto no es una defensa del burka en sí. No tengo ningún deseo de que el Islam y sus ideas y costumbres se extiendan en España, incluyendo su concepción de la mujer. Cristo nos liberó de la superstición y del error y lo último que desearía sería vivir bajo el yugo del Islam, que tanto trabajo nos costó sacudir aquí en España.
Creo, sin embargo, que estos políticos que no tienen convicciones claras y firmes, o por lo menos convicciones claras y firmes que sean confesables, se mueven a tientas y dando palos de ciego a derecha e izquierda. E, inevitablemente, sus prohibiciones son arbitrarias e injustas, motivadas más por el odio a algo que por la defensa de nada. Igual que hoy odian unas cosas, mañana odiarán las contrarias, sin el menor problema. Ojalá me equivoque, pero yo diría que éstos que ahora prohíben el burka serán los primeros que, dentro de veinte, cincuenta o cien años, griten desaforadamente “Alá es grande” en la plaza pública cuando decapiten a los cristianos. Claro que, mucho antes de eso, se habrán prohibido el traje de los sacerdotes, el hábito de monjas y religiosos y cualquier distintivo exterior de cristianismo. Y si no, al tiempo.
Arqueológico Brutote
7 comentarios
- Elemental, querido Bastón.
Y a Bruno: Repaso todos los días La Caverna, desde que alguien del Consejo editorial me informó de su existencia. Que viva por muchos años.
Y si alguien se queja, ya sabes lo que dice el refrán: "Perro ladrador, garrotazo que le pegas".
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