(179) De conmemoraciones extrañas y apostasías... ¡liberanos Domine!

Como bien ha señalado Luis Fernando, Mons. Nunzio Galantino no es un meteorito caído del cielo, haciendo alusión a la lamentable “multitud de textos, declaraciones, acciones, estrategias que explican cómo hemos llegado a la situación actual”. Vale decir: las derivas de expansión de la cizaña eclesial son colosales, y no tenemos derecho a la sorpresa.
Pero también, esta situación que nos toca vivir creo que va sirviendo a quien tenga ojos para ver y oídos para oír, para aprender a reconocer quién es quién en la Barca, y eso no está tan mal, aunque sea tristísimo y difícil de admitir. Tal vez no estaríamos como estamos si se hubiese prestado más atención hace unos años…
Es innegable que estos tiempos y acontecimientos van “dividiendo aguas” cada vez más, y los fieles deben ir habituándose a asociar ideas, acontecimientos, palabras, para no ser arrastrados con la corriente de aguas turbias y confusión. ¡Hoy el mito de la Caverna de Platón es tan actual…! Tal vez nos lapiden por ello, pero hay que hacer el intento, si Dios nos lo concede, de “desencadenar” a tantos hermanos nuestros adormecidos y entumecidos entre las sombras de la Mentira.
Porque hay que admitir que mientras algunos se despabilan, hay por otra parte muchos fieles que se van dejando llevar, van perdiendo el sentido común católico más elemental, y con una ingenuidad que se parece demasiado a la necedad, ya están buscando las porras y silbatos para celebrar el “soplo del Espíritu Santo” (sic) de la revolución protestante, como los feligreses del Obispado de San Isidro (una de las diócesis más radicalmente modernistas de Buenos Aires), o de Lomas de Zamora, bombardeados por la propaganda que reproducimos aquí. En la propagande de la última se lee (con tono de cuento de hadas y violines de fondo…):

Como vulgarmente se dice, hay personas y momentos que señalan “un antes y un después”, ya sea para bien o para mal, en muchas almas y sociedades. En nuestro caso, aunque sea algo tardíamente, recién terminando de reponernos de los trabajos y emociones vividos en el último Encuentro de Formación Católica y de la primera visita de Mons. A. Schneider a nuestra patria, no queremos seguir adelante sin detenernos para compartir con nuestros lectores al menos unas impresiones, porque creemos que la gratitud debe ser distintivo de los hijos de Dios, y en medio de las noticias que vemos últimamente, vemos oportuno este post, para levantar los corazones.
Ya se sabe muy bien que en Argentina tenemos hoy uno de los episcopados más claudicantes y vergonzosos del orbe, y que hay obispos y que hacen maravillosamente mejor el papel de lobos que de pastores, pero uno igual no se resigna fácilmente, y hay que admitir que no dejamos de sorprendernos.
A muy escasas horas de inaugurar el XX Encuentro de Formación Católica de Bs. Aires, que se desarrollará bajo el tema general de “Nuestra Señora y la Iglesia - 1517-1917-2017: Fidelidad o resistencia“, y en la que contaremos con la inestimable visita de Mons. Athanasius Schneider, convocamos a nuestros lectores a unirse a nuestra acción de gracias por tantos beneficios y gracias recibidos en estas dos décadas.
No quisiéramos dejar de homenajear aunque sea modestamente a este amable como admirable Principe de la Iglesia, con quien hemos tenido la gracia de haber mantenido una breve pero fecunda correspondencia, en la que nos manifestó con creces su paternal y consoladora solicitud de buen Pastor.
Entre las obras de misericordia espirituales, hay una que se refiere al consuelo. “Consolar al triste” es algo de lo cual ningún cristiano puede creerse eximido, sobre todo teniendo en cuenta que transitamos por un valle de lágrimas, y que por exitosa que parezca una vida, siempre se alza en algún tramo del camino una gloriosa Cruz, que deja huella indeleble, y que requiere asimismo de Cirineos. Ahora bien, resulta que cuando uno sufre algún quebranto, es bastante previsible –y sano- que éste se traduzca en lágrimas, lamentos y por qué no, quejas. El justo y el pecador pueden legítimamente lamentarse…
No es atrevido afirmar que la mayor cercanía con el mundo se halla en el corazón de la Cartuja: en el silencio y la soledad del monasterio. ¿Acaso no fue esto lo percibido por Sta. Teresita del Niño Jesús, patrona de las Misiones?