(116) Sobre la obediencia desordenada (y una carta de L. Castellani)
Hay multitud de fieles que creen que la fidelidad exige una obediencia ciega, de renuncia al sentido común y a la prudencia, y obsecuencia ante toda autoridad, sobre todo si se trata de autoridad religiosa.
-¿Los santos han sido capaces de pecar y errar? -Ciertamente.
-¿Seremos por ello devotos de sus pecados y errores? -Sería una necedad; sólo alabamos en ellos las virtudes, que nos sirven de estímulo y ejemplo. Solamente en Nuestro Señor resplandece la Verdad y Belleza sin la menor sombra, y en su Madre Santísima, vestida de sol y coronada de estrellas.
-¿Y nuestros superiores, no siendo santos, son capaces de pecar y errar?
-Con mucha más razón, así parece; podrán pecar y errar en lo poco y en lo mucho, sin duda alguna, y su vida será combate intenso, como la nuestra. No admitir esta posibilidad, rozaría la idolatría, como podrá darse cuenta…
-¿Pero debemos igualmente obedecerles? -Por supuesto, en todo aquello que no suponga pecado ni ocasión próxima para nuestra alma o la ajena.
En resumidas cuentas: ¿puede uno obrar contra la virtud de la obediencia, obedeciendo?
Claro que sí, obedeciendo MAL, o mejor dicho, desordenadamente.
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