(154) El Calvario y la Misa (Mons.Fulton Sheen)
Recientemente hemos reeditado -Ediciones del Alcázar- “El Calvario y la Misa", una obrita de Mons. Fulton Sheen que viene muy bien en esta época para meditar sobre el misterio de la Santa Misa, centro, fuente y culmen de nuestra vida cristiana.
Ante las frecuentes adulteraciones y profanaciones a las que asistimos, sus páginas son como una ráfaga de aire fresco ante el calor sofocante de desánimo que amenaza a muchos.
La reciente (2014) aprobación del milagro necesario para la beatificación de su autor, nos ha hecho pensar que la difusión de algunas de sus obras contribuirá también a ella.
El modelo de pastor celoso de sus ovejas, que supo aprovechar los medios de comunicación para hacer llegar el mensaje del Evangelio a millones de fieles sin por ello claudicar ante el mundo y sus máximas, manteniéndose intachable en la transmisión fiel de la doctrina católica, es muy digno de tener en cuenta a la hora de proponer modelos “actuales” a quienes orientan su apostolado al ámbito de las Comunicaciones Sociales.
Tres meses antes de su muerte, el 3 de Octubre de 1979 el San Juan Pablo II lo abrazó en la Catedral de San Patricio, Nueva York, y le dijo: “¡Has escrito y hablado bien de nuestro Señor Jesucristo. Eres un hijo leal de la Iglesia!".
El hilo de esta obra sigue el “esquema” de la Santa Misa en su forma extraordinaria, sobre la cual observa que
Cada palabra es una parte de la Misa. La Primera Palabra, Perdónales, es el Confiteor. La Segunda Palabra, Hoy estarás en el Paraíso, es el Ofertorio. La Tercera Palabra, He ahí a tu madre es el Sanctus. La Cuarta Palabra, ¿Por qué me has abandonado? Es la Consagración. La Quinta Palabra, Tengo sed es la Comunión. La Sexta Palabra, Todo se ha consumado, es el Ite, Missa est. La Séptima Palabra, “Padre, en tus manos..” es el último Evangelio.
Por ello, no sólo será de gran provecho para los que –afortunadamente cada vez más- se inclinan por la asistencia a esta forma litúrgica, sino también para que todo fiel comprenda cabalmente -y así aproveche mejor- el misterio celebrado, enfatizando aspectos que en muchas ocasiones escapan a catequistas y catecúmenos, e incluso a más de un sacerdote, formado en el Novas Ordo.
Como se apunta desde el título, por supuesto, el primer aspecto –tantas veces soslayado- que es necesario recalcar es el sacrificial, fundamentado en la Presencia real, verdadera y sustancial de Nuestro Señor en la Eucaristía:
La Comunión es la consecuencia del Calvario, esto es, vivimos de lo que sacrificamos. Todo en la naturaleza atestigua esta verdad. Nuestros cuerpos viven sacrificando los animales de los campos y las plantas de las huertas. Gozamos de la vida por su inmolación. No las matamos por destruir sino para perfeccionar; las sacrificamos para la comunión.
Y ahora, por una hermosa paradoja del Divino Amor, Dios convierte su Cruz en el gran medio de nuestra salvación. Nosotros le matamos, le clavamos allí, le crucificamos; pero no quiso el Amor ser derrotado en su eterno Corazón. Quiso darnos la misma vida que quitábamos; darnos el alimento que destruíamos; nutrirnos con el Cuerpo que sepultábamos. Trocó nuestro crimen en una “feliz culpa”; convirtió la Crucifixión en Redención; la Consagración en Comunión; la muerte en vida eterna.(p.54)
Es significativo que aquella sensibilidad eclesial que ha abogado por la “fructuosa participatio” en la liturgia, entendida frecuentemente como una acumulación de acciones externas, haya merecido la clara admonición de Benedicto XVI cuando dijo se la ha corrompido convirtiéndola en un show (5/3/2004). La gran incomprensión de la naturaleza misma del drama litúrgico, se debe sin duda al giro antropocéntrico que ha degenerado su eje, olvidando que el centro de la Misa es Cristo, y no el hombre, como bien lo expresó recientemente el Card. R. Sarah en Londres:
“La liturgia no es acerca de usted o de mi […] No es donde celebramos nuestra propia identidad, logros o exaltamos o promovemos nuestra propia cultura y costumbres religiosas locales. La liturgia es, ante todo, acerca de Dios y lo que Él ha hecho por nosotros”.
En efecto, hoy se nos llama insistentemente la atención sobre la pobreza y las mil miserias del hombre, buscando consuelo en recetas horizontalistas de cuño pelagiano. Y sin embargo,
Debe ser siempre cierto que la mayor tragedia de la vida no es lo que acontece a las almas sino lo que las mismas almas yerran. Y ¿qué mayor tragedia que perder la paz de sentir el pecado perdonado? El Confiteor a los pies del altar es el reconocimiento de nuestra indignidad; el Confiteor de la Cruz es nuestra esperanza de perdón y absolución. Las heridas del Salvador fueron terribles, pero la peor herida de todas sería olvidarnos de que nosotros fuimos sus únicos causantes.(p.24)
Como respondiendo anticipadamente a ello, Fulton Sheen señalaba que
La Crucifixión no trataba de ser un drama inspirador, sino un acto modelo en el cual nosotros vaciásemos nuestras vidas. Nosotros no debemos pretender sentarnos y mirar a la Cruz como algo hecho y terminado, cual si fuera la vida de Sócrates. Lo que hizo en el Calvario nos aprovecha solamente en la medida en que lo repitamos en nuestras vidas.
Esto lo hace posible la Misa, porque, al renovarse el Calvario en nuestros altares, nosotros no somos espectadores sino participantes en la Redención; y en los altares es donde nosotros terminamos nuestro trabajo. Él nos dijo: Cuando yo fuere levantado en la Cruz, todo lo atraeré a Mí (Jn., 12, 32). Terminó su Obra cuando fue levantado en la Cruz; terminamos la nuestra cuando le permitimos atraernos a Él en la Misa. (p.59)
Repugna cada vez más al mundo de hoy la predicación de las verdades “negativas” como repugna al enfermo el diagnóstico de su cáncer. Pero se sigue debatiendo entre sus llagas, ensayando uno y otro placebo, sin reparar en que la Cruz es el único y más eficaz remedio para nuestra mayor enfermedad, que es el pecado:
En el mismo único hecho se muestra la gran maldad del pecado y el sello del perdón divino. Desde ahora ningún hombre puede mirar al crucifijo y decir que el pecado no es grave, como tampoco puede decir jamás que no puede ser perdonado. Por lo que sufrió demostró la gravedad del pecado; por el modo cómo lo sufrió mostró su misericordia para con el pecador..(p.22)
Unas palabras, en fin, para recordar que no puede haber una acabada comprensión de la Misa y del misterio de la Cruz sin María Santísima. Así lo propone Ella misma en el modelo que brinda del anverso de la Medalla Milagrosa: la Cruz sobre la M, que es sinónimo de fidelidad, antípoda del non serviam luciferino. Señala F.Sheen:
¿por qué nos la dio Nuestro Señor como Madre? Porque conoció que jamás seríamos santos sin ella. Él vino a nosotros a través de su pureza, y sólo a través de su pureza podemos nosotros volver a Él. No hay Sanctus sin María. Toda víctima que sube a este Altar bajo las especies de pan y vino debe haber dicho el Confiteor y haberse convertido en víctima santa; pero no hay santidad sin María.(p.38)
Podríamos seguir comentando pasajes, pero lo fundamental parece ya apuntado: el Venerable Fulton Sheen refuerza los pilares sobre las que se asienta nuestra fe. ¿Cómo vivir ésta sin Eucaristía, y cómo vivir ésta tergiversando su verdadero significado, al modo protestante…?
Ojalá que esta publicación pueda contribuir también a seguir difundiendo vida y obras de este auténtico Príncipe de la Iglesia y digno sucesor de los Apóstoles.
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Infocatólica agradecerá vuestra generosa colaboración; le sugerimos cómo hacerlo.
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6 comentarios
Novus Ordo Missae es otra cosa. En su primera definición de la Instrucción General del Misal Romano del 1969, la Misa se definió como la "synaxis sagrada", asamblea sagrada, lo cual es absolutamente falso y se cambió en las siguientes definiciones de años posteriores.
Sin embargo, la configuración de la misa soguió igual que al principio, o sea cuando se dio esa definición.
Entre tantas cosas, la naturaleza sacrificial de la misa ha sido rpuesta al segundo plano o incluso relegada frente el aspecto de la misa como banquete.
Y una pregunta para mis paisanos. Alguien sabe donde se celebra la misa en Madrid por el rito extraordinario? Cómo se consigue un misal para los que no entendemos el latín?
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V.G.: Se hacen envíos al exterior o interior del país. Para pedidos pueden dirigirse a [email protected].
Ignoro dónde se celebra en Madrid, y en cuanto al misal, puede usarse uno bilingüe. Se consigue en la misma dirección de correo que el libro de Mons. Sheen.
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¡Qué frase!
Si fallan los curas, decimos que la Iglesia está mal; si un cardenal enseña errores, decimos que la Iglesia anda errada; si un Obispo dio determinada declaración decimos que así opina la Iglesia.
En realidad, y según la promesa de Cristo, el infierno nunca derrotará a la Iglesia. Otra cosa es el clero, que, aunque es una porción de peso en la Iglesia, es pequeña comparada con la inmensa multitud de fieles que sostienen la Iglesia con su vida de fidelidad y obediencia a las propuestas del Evangelio.
Que Cristo, María y José sigan bendiciendo y protegiendo a la Iglesia, como hasta ahora.
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