(64) El terrorismo y la infidelidad de las naciones cristianas
Mirar en estos días a Francia y creer que nos es ajeno lo que está sucediendo, o por lo menos remoto, es no entender nada de nada; es no tener idea de dónde estamos parados, porque en su infidelidad histórica y castigos presentes, estamos todos comprendidos y hermanados. Pero no para proclamar “Yo soy Charlie”, porque esa proposición es verdaderamente vergonzosa: ¿cómo es posible que por repudiar un crimen, se enaltezca otro?; ¿desde cuándo la víctima de un atentado hace que la muerte convierta en loables sus abominaciones?.
Ya tenemos bastante con la costumbre de “canonizar” a los muertos para tranquilizar a los deudos, como para que levantemos altares a los enemigos de la Cruz, a quienes debemos llorar por no haber sabido convertir para que conozccan a la Vida verdadera, única que los hubiera hecho libres.
Más que los atentados, más que las imágenes de las víctimas o la frialdad de los victimarios, lo que debería helarnos la sangre es la insensibilidad de los cristianos que no nos terminamos de convencer de la necesidad de convertirnos, de suplicar perdón (por unos y por otros), de reparar tanto pecado de pensamiento - palabra - obra - omisión.
¿Quién es en el fondo, la Víctima? Hay en realidad sólo Una, perfecta e inocente: el Cordero sin mancha, y nuestra indiferencia a El, es el verdugo.
Transcribo unos párrafos de San Pedro Julián Eymard, un hijo de la Francia católica, “hija dilecta de la Iglesia” (Francia eligió Nuestra Señora para su aparición de La Salette, de la Medalla Milagrosa, de Lourdes…!), con la esperanza de que nos edifique a todos, que poco más o menos, seguimos con el corazón de piedra.
Más allá de los análisis políticos, sociales, culturales -igualmente necesarios, y que no invalido-, si no hacemos penitencia, seremos sal insípida, digna de ser pisoteada.
Que Nuestro Señor nos alcance la gracia de la verdadera conversión, porque los santos son nuestros profetas y faros; Dios no nos los da al mundo para “llenarnos de estampitas”, sino para tomarlos muy en serio, y seguir sus huellas, siempre frescas y refrescantes…
“A la puesta del sol siguen las tinieblas, y cuando el sol se esconde, hace frío. Si el amor a la Eucaristía se extingue, piérdese la fe, reina la indiferencia y en esta noche del alma, como bestias feroces, salen los vicios a hacer presa de ella. (…)
Y lo que hace Jesucristo con los individuos lo hace igualmente con los pueblos. Si éstos no le aman, ni le respetan, ni le conocen, sino que le abandonan y desprecian, ¿qué hará el rey al verse de esta manera abandonado de sus súbditos? ¡Jesús se va, se marcha a otro pueblo mejor! ¡Qué espectáculo más triste es el que ofrecen los pueblos cuando Jesús se aparta de ellos! En otro tiempo tuvo un sagrario en el cenáculo, que hoy está convertido en mezquita, y la verdad, no teniendo ya verdaderos adoradores, ¿qué había de hacer allí Jesucristo?
En Egipto y otras partes de África, que fueron otrora tierra por excelencia de los sanos, en que habitaron legiones de santos monjes, han sido dejados por Nuestro Señor y reina por doquier la desolación, pero no hay duda de que Jesucristo fue el último en abandonar esos países, cuando no encontró un solo adorador.
¡También esta nube desoladora ha pasado por Europa! Jesús ha sido arrojado de los templos y profanados sus altares, sin que haya vuelto a entrar en ellos.
En Francia se ha disminuido la fe y el amor a la Eucaristía, ¡cuántas de sus iglesias en poder de los herejes, en las que contó anteriormente con fervientes adoradores! (…)¡Y en nuestras aldeas se cierran iglesias por miedo a los ladrones y porque nadie entra en ellas!
Estemos bien seguros de que si se marcha Jesucristo, volverán los crímenes, la persecución y la barbarie. ¿Quién podrá contener o será capaz de conjurar estas públicas calamidades?
¡Oh, Señor, permanece con nosotros, seremos tus fieles adoradores! Permanece con nosotros, que se hace tarde y sin Ti la noche se nos echa encima! (…)
¡Que llegue vuestro reino, que se acreciente, que se eleve y perfeccione!(…)¡Pequeño, muy pequeño es el reino de Jesucristo! Se han menospreciado y cercenado tanto sus derechos, así como los de su Iglesia, y por doquier es perseguido Nuestro Señor, arrebatándole los templos y los pueblos! (…)
¡Cuántos pueblos a los que nunca ha llegado la fe! Pedid a Nuestro Señor buenos sacerdotes que sean verdaderos apóstoles, esa debe ser vuestra continua súplica. Esos pobres infieles no conocen a su Padre celestial, ni a su tierna madre, ni a Jesús su Salvador!
Y entre los católicos, ¿cómo reina Jesucristo? (…) Para trabajar por la conservación de la fe es necesario adoptar un lenguaje cristiano, usar el lenguaje de la fe. ¡Cambiad el lenguaje del mundo! Por una culpable tolerancia hemos dejado que Nuestro Señor duese desterrado de las costumbres, de las leyes, de las formas y conveniencias sociales, y en los salones de los grandes nadie se atreve ya a hablar de Jesucristo. Hay tantos, dicen, que no cumplen con la Iglesia ni asisten al sacrificio de la Misa, que teme uno molestar a alguno de los contertulios… Se hablará del arte religioso, de las verdades morales, de la belleza de “la religión”, pero de Jesucristo, de la Eucaristía, jamás.
¡Cambiad todo eso!¡Haced profesión de vuestra fe, sabed decir Nuestro Señor Jesucristo, Nuestro Señor Jesucristo, y no Cristo a secas. En fin; es necesario demostrar que Nuestro Señor tiene derecho a vivir y reinar en el lenguaje social. Es una deshonra para los católicos tener siempre a Jesucristo bajo el celemín…
Se oye a cada paso proclamar principios ateos; por doquier hay gente que se jacta de no creer en nada, ¿y nosotros hemos de temer afirmar nuestra fe y pronunciar el nombre del Divino Maestro? (…)
Va acercándose a pasos agigantados el Gran Siglo. Hay dos ejércitos frente a frente. No hay más remedio que alistarse en el bando de Jesucristo o en el de Satanás. Confesad, pues, el nombre de nuestra bandera, y a tenerla enhiesta, sin cobardías (…) ¿Qué soberano podrá reinar como dueño y señor, si no domina todos los confines de su estado?(…) A veces se le deja poner un pie en el corazón, pero en seguida tropieza con un obstáculo; se le concede una cosa y se le niega otra.(…)
Aflige que las almas piadosas que viven en el mundo, consideren la perfección como reservada sólo para el estado religioso. Y es que no se tiene el valor de amar, esa es la verdad…” (S.Pedro Julián Eymard, Obras Eucarísticas)
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La blasfemia y la libertad de expresión
La blasfemia según el Catecismo
Es inaceptable que se ensalce la blasfemia
Libertad de expresión versus respeto religioso
Libertad sin responsabilidad moral: un principio no cristiano
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15 comentarios
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V.G.: Así es, Maga. Y gracias por la referencia bibliográfica.
Esos que publicaron las imágenes en la revista , tambien han hecho de segura caer a otros inocentes de su oficina...O NO!!
books.google.es/books?id=xjXrMa3VRDcC&pg=PA275&lpg=PA275&dq=Abate+Barruel&source=bl&ots=b_JIizg2VS&sig=SR9Pd79V18lgEOrcbaI6SRYn1XQ&hl=es&sa=X&ei=-faxVPWVHsv2UuexgKgP&ved=0CCkQ6AEwBA
uniliber.com/autor/Abate-Barruel.html
Aquí sólo aparece 1 de los 4 Tomos de la única edición que hubo en lengua española en 18 14, hecha por el que sería futuro Obispo de Vich, asesinado precisamente por un Masón.
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V.G.: Muchas gracias nuevamente!
Virginia.-Gracias, pater.
JMI.-De nada, hija.
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V.G.: Uy! Por favor, perdón por mi torpeza; para mí es tan familiar y querido, que no reparé en que no es tan conocido por todos! Ojalá muchos se hagan "amigos" de él desde ahora. Aquí tienen una breve biogríafía.
Abrazo en Cristo Jesús
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V.G.: O mejor dicho, "todo es gracia", bendita sea y alabada por siempre en sus milagros!
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V.G.: Isaac, ud. no ha comprendido nada.
Por cierto, ¿quiénes son "ustedes"? ¿Ud. no es creyente? (porque el concepto de blasfemia no es ni siquiera privativo de los católicos...)
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V.G.: Simplemente porque somos de "bandos" opuestos:el verdadero "peligro" para el Mundo (porque estamos en él pero sin pertenecerle) -igual que para el Islam- es el cristiano.
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Siglo y medio después comprobamos que el panorama se ha agravado: el Liberalismo ha avanzado y ahora hasta en las familias católicas suele darse que "nadie se atreve ya a hablar de Jesucristo".
Hay no obstante una reacción católica que a mi juicio traerá cola: la adoración eucarística que preconizaba este santo, no sólo adoración sacerdotal sino también laical, se está extendiendo como un reguero de pólvora, al menos en Hispanoamérica.
¡Si hasta en mi modestísima parroquia contamos con una Capilla de Adoración perpetua que acaba de cumplir 4 años ininterrumpidos! Nada menos que 35.000 horas de adoración continuada. No nos lo podemos creer.
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V.G.: Es muy cierto, Ricardo. Bendito sea ese reguero; ¡Dios quiera que incendie toda la tierra!
Agradezo el bello artículo de la autora argentina... La felicito por su preparación, su misión, su fervor y su modo femenino de mostrarnos una verdad tan dura que yo relaciono con lo que la escatología llama "Juicio a las naciones" antes del juicio final. Gracias Ma. Virginia por su reflexión y me encanta leer lo referente al Santo de La Eucaristía, San P.J. Eymard, a quien leo en pensamientos diarios que me llegan de La Santa Misa, enviados por una h.d.v. -una laica hija de la Divina Voluntad-, doctrina ( Evangélica) enseñada por Nuestro Señor Jesucristo a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, lo mismo que enseñó la doctrina de La Misericordia Divina a Santa Faustina. Leo los volúmenes "Do Cielo" desde hace unos años, cuando EWTN habló de Luisa y www.zenit.org envió desde el 7 de Febrero del 2012 los 36 volúmenes en Red. Se los recomiendo, Creo que esas doctrinas enseñadas por Nuestro Señor Jesucristo, va a convertir y renovar el mundo! Lástima que los señores Obispos no los hacen conocer a los Sacerdotes y ellos a nosotros los laicos...
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V.G.: Muchas gracias por su comentario. Es verdad; el mensaje de la sierva de Dios Luisa Picarreta (http://www.passioiesus.org/es/luisa/biografia_luisa.htm) es admirable, y muy edificante y necesario para estos tiempos.
La blasfemia es algo subjetivo que solo aplica a quien la percibe como tal. Imagino que a usted una caritura de Ganesha le importa un comino y no la considera blasfema. Pero igual no, igual extiende ustedes su percepción de lo blasfemo a cualquier cosa que hiera los sentimientos religiosos de cualquier creyente en cualquiera de las cienes de religiones que existen.
En ese caso deberán renunciar a cumplir con el mandato de Jesús y abstenerse de evangelizar y buscar la conversión de los que tienen otra fe, cada vez que lo hacen ofenden sus sentimientos religiosos y blasfeman.
Pero a lo mejor se tienen tan creído lo de que su fe es la única verdadea que se consideran por encima de las demas y con derecho a aplicarse para sí lo que no aceptan para otros y viceversa.
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V.G.: No me ha respondido si ud. es creyente o no, pero deduzco lo último.
Pero mire, NO: la blasfemia no es algo subjetivo.
Si yo insulto a su madre, objetivamente la estoy agrediendo, aunque no la conozca siquiera, pues se puede agredir de obra o de palabra. Y si ud. es un hijo más o menos normal, se ofenderá y pedirá reparación.
Y le cuento que cuando un católico evangeliza no busca ofender los sentimientos religiosos de nadie, sino precisamente, encauzarlos hacia la Verdad. Porque sí: la fe católica es la única verdadera, pero eso no nos da derecho a estar sobre nadie, sino a su servicio, y el mayor servicio que puede hacerse a alguien es darle a conocer la Verdad. Conocerla no es un mérito sino una gracia (llevamos un tesoro en vasijas de barro), que jamás hay que dejar de agradecer, pero que también hay que vivir pidiendo, si uno no la encuentra.
Ud. puede decirme que le parece más bonita y fecunda la luz azul de una lamparita, pero eso no cambia que sea el sol la fuente de luz y calor mayor y primaria. No se trata de competencias de niños, sino de la realidad. Sócrates no era cristiano, pero tal vez ud. lo comprenda mejor que a mí. La verdad es Una.
Decirle a alguien que su creencia es falsa y que se condenará eternamente si no abraza la fe que ustedes proponen, es herir sus sentimientos religiosose y faltar al respeto a sus creencias y es, para él, una agresión y blasfemo aunque no sea lo que ustedes buscan. Así que, si son coherentes, deberían dejar desde ya cualquier actividad evangelizadora y proselitista y esperar a la conversión espontánea de aquellos que profesan otras religiones.
Imagino que usted no siente ningún respeto por la astrología, quienes la practican y quienes creen en ella y no considera una blasfemia burlarse de ella por mucho que haya cientos de miles de personas, católicos incluídos, que creen en ella. Tampoco creo que defienda usted que es blasfema la burla o la sátira sobre el diablo o sobre las creencias animistas. Así que ya ve, el respeto a la creencias y el concepto de lo que es blasfemo, sí es después de todo algo subjetivo y relativo.
Dice usted que la verdad es Una y supongo que cree firmemente que es la suya, como cada uno de los fieles de cada una de la religiones distintas a la de ustedes.
Las cosas no son blancas o negras ni son ustedes los que definen de qué color hay que verlas y por muy poéticas que sean sus referencias a vasijas de barro, la gracia y la Verdad, no significan nada para el que no comparte su misma fe.
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V.G.: No trataré de convencerlo de nada, Isaac; éste no es el sitio. Lo lamento por ud. Así que rezaré por su conversión sinceramente, encomendándolo mucho a Sta. Teresita, así que espero encontrarlo en el Cielo, y allí veremos.
Si no es allí, aquí termina nuestro diálogo. Un saludo en Cristo Rey.
"¿Quieres que te muestre, hija, cómo se engaña el mundo al juzgar mis designios? Quiero que sepas que para librar a un alma de la eterna condenación permito que le sucedan muchas aparentes desgracias, con objeto de que consiga la vida mediante la sangre de mi Verdad, mi Hijo unigénito.
Así lo hice con aquella alma que tu conoces(...) Y así, por misericordia, permití que a esta alma le pasase lo que la mala voluntad de los hombres considera una desgracia. No pueden verlo de otra manera a causa de su amor propio, que les ha quitado la luz, y por esto no pueden conocer mi Verdad. Mas, si ellos quisieran quitarse esta nube, la conocerían y la amarían y todo lo aceptarían con reverencia y en el tiempo de la cosecha percibirían el fruto de sus fatigas.
Yo soy vuestro Dios, premiador de todo trabajo, que cumplo vuestros santos deseos siempre que de verdad llaméis a la puerta de mi misericordia, esperando siempre en mi providencia."
(Palabras de Ntro.Sr. a la Santa y Doctora Catalina de SIena, en el "Diálogo")
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