(50) La Exaltación de la Cruz y la Mater Dolorosa, causa de nuestra alegría (desgranando el Stabat Mater)
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
El horror contemporáneo a la Cruz es radiografía de la debilidad de una civilización, que es como un cuerpo que ha renunciado a su esqueleto.
Unos amigos que tienen un local de artículos religiosos, no saben ya qué cara poner cuando le piden “cruces que no den idea de dolor”, o “por favor, que no se vea a Jesús sufriendo”, o “lo más bonitas posibles, para disimularla”…
De un lado y otro de las ideologías mundanas, se argumenta falazmente contra la presencia de cruces en lugares públicos, pero tal vez lo más doloroso es el intento de eliminación de la cruz por parte de los mismos cristianos, que hasta con subterfugios teológicos, pretenden desplazarla defendiendo la eutanasia, la desobediencia al Magisterio, la dispensa de los votos, y justificando, en fin, todo tipo de infidelidades porque han descubierto la pólvora:“hay que admitir que todos somos pecadores”. Por eso mismo, justamente, bendita sea la Cruz, “porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
La imagen de la Dolorosa es, asimismo, el Espejo de Justicia que no quiere mirarse, porque rápidamente cae el disfraz al que nos hemos acostumbrado, como si no hubiera razón para las lágrimas. Hoy se pretende vivir de fiesta interminable (es decir, haciendo de la tierra el cielo), y esta imagen aparece “poniendo el dedo en la llaga”, señalando que en realidad, éste es un Valle de lágrimas. Frente al pelagianismo voluntarista del todolopuedo, el hombre de hoy no sabe qué hacer con esta imagen, alegando que es “tan medieval…” Sólo la fe descubre en esas lágrimas, una alegría que nadie puede robarnos, y que sí, tiene sabor a eternidad.
Este mundo nuestro pide acciones, proyectos, actividad. No sabemos detenernos, porque se cree que todo está únicamente en nuestras manos.
Pero ¿qué hace la Madre, junto a la Cruz? Nada. O en todo caso, dice mudamente, como en el Ángelus, “Fiat”, y permanece. Porque en el monte Calvario hay sobre todo, dos figuras que se alzan victoriosas sobre todos los improperios y afrentas del mundo: la figura del Amor, crucificado, y la figura de la Fidelidad de la criatura, respuesta perfecta ante ese Amor, en la persona silente de María. Ambos, en eterna sinfonía, pronuncian a coro con todos los ángeles y santos, el Amén a la sabia y benéfica voluntad de Dios.
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
¿Cuál es la “utilidad” del llanto? ¿Cómo es que hablamos del don de lágrimas? Porque con lágrimas de Nuestra Madre se riega y hace fecundo nuestro pobre corazón de piedra, para abrir camino a la gracia. Gracia que hace ver la miseria del pecado, y que no obstante sabe que es capaz del Cielo, si se es fiel.
Hoy, si de algo está hambriento el mundo, es de fidelidad.
La “cultura descartable” ha llevado a desechar el aprecio por las cosas “personalizadas” -aquel reloj de la abuela, la medalla de la madre, el tintero del padre…- que evocan, con su presencia perdurable, la eternidad de las almas que se unen en torno a ellas. No me refiero al culto de las cosas por ellas mismas, en un apego desordenado, sino a la “familiaridad con lo eterno”, que se teje a través de ellas. Porque en esas permanencias se asoma el signo de que aunque el tiempo pase, hay siempre algo que no cambia; hay una raíz, un ancla, un surco abierto, en que seguimos sembrando. En ese mundo, no es preciso hablar de la belleza de la Tradición porque se la vive y se la ama, cotidianamente; no hay riesgo de que se la vea como algo “impuesto desde fuera". Pero cuando uno se sumerge en la prisa, y todo es cambio, y “eficiencia”, y crece el culto por el hoy, se va perdiendo la dimensión de la realidad. Porque la realidad no es el hoy -que pasa-, sino la eternidad.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Hoy, en cambio, parecería que lo importante es abrir nuevos surcos cada día, innovar todo el tiempo, para que se note el “movimiento”, la actividad febril, la “producción”, el éxito a toda costa.
Desde esta perspectiva, la esbeltez desnuda de la Cruz es cada día más incómoda, más “ofensiva”. ¿Cómo cantar su triunfo, cómo hablar siquiera de “Exaltación de la Cruz”?
Y en la era de las mujeres “liberadas”, que “cambian la historia”, ¿qué hace esta Mujer que no se rebela, que no grita, que no se desespera ante la injusticia mayor de un Hijo Dios crucificado entre malhechores?…
Responde San Juan Pablo II en su catequesis sobre los dolores de María (2 de junio de 1997):
En particular, el hecho de «estar erguida» la Virgen junto a la cruz recuerda su inquebrantable firmeza y su extraordinaria valentía para afrontar los padecimientos. En el drama del Calvario, a María la sostiene la fe, que se robusteció durante los acontecimientos de su existencia y, sobre todo, durante la vida pública de Jesús. El Concilio recuerda que «la bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz» (Lumen gentium,58).
A los crueles insultos lanzados contra el Mesías crucificado, ella, que compartía sus íntimas disposiciones, responde con la indulgencia y el perdón, asociándose a su súplica al Padre: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Partícipe del sentimiento de abandono a la voluntad del Padre, que Jesús expresa en sus últimas palabras en la cruz: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46), ella da así, como observa el Concilio, un consentimiento de amor «a la inmolación de su Hijo como víctima» (Lumen gentium,58).
Esta Mujer permanece, y es la misma que -en la vuelta de la historia- está vestida de Sol. No dice el texto sagrado nada más y nada menos: Stabat Mater.
¡Qué difícil se hace hoy a tantos cristianos que quieren ser fieles, cuando llega la hora suprema de la Cruz, y ya no quedan más respuestas para aplazarla, postergarla, esconderla o suprimirla, el pronunciar nuestro “Fiat” y simplemente estar.
Ante un hijo inesperado, sin pensar en “interrumpir el embarazo”; en la enfermedad incurable de los padres, prolongada, hasta el final, sin invocar la eutanasia…; ante el carácter invariablemente agrio del cónyuge, cuando se piensa que no se puede más; ante la oración misma en los tiempos de profunda aridez espiritual; ante pastores dormidos que más que alimentar a las ovejas, parecen estar llamando al lobo…¿Qué hacer? Ser fieles: permanecer.
¿Hay virtud más hermosa, que las reúna a todas en sí, como la Fidelidad?¿Y cómo ser fiel, si no se sostiene la esperanza? Continúa el Papa:
En este supremo «sí» de María resplandece la esperanza confiada en el misterioso futuro, iniciado con la muerte de su Hijo crucificado. Las palabras con que Jesús, a lo largo del camino hacia Jerusalén, enseñaba a sus discípulos «que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días» (Mc 8,31), resuenan en su corazón en la hora dramática del Calvario, suscitando la espera y el anhelo de la Resurrección.
La esperanza de María al pie de la cruz encierra una luz más fuerte que la oscuridad que reina en muchos corazones: ante el sacrificio redentor, nace en María la esperanza de la Iglesia y de la humanidad.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
Hoy es una verdadera fiesta ver matrimonios que llevan más de media vida de casados, o sacerdotes y religiosos que cumplen sus bodas de oro, o profesionales que siguen fieles a sus principios, a pesar de todas las tentaciones y “oportunidades” de cambio de viento, pero que significarían un “dejar de estar”, y que finalmente llevarían a un dejar de “ser” (médico, maestro, juez…).
Y por supuesto, en medio de toda fidelidad se alza inevitablemente, como eje victorioso, la Cruz gloriosa. ¡Qué gracia, Señor, si nos dieras amar verdaderamente tu Cruz!
Le pido a San Luis M. de Montfort, ese “amigo fuerte” de la Cruz de Cristo, que interceda por todos nosotros para que así sea. Suyo es este Cántico, cuyos primeros versos comparto aquí:
El triunfo de la Cruz (cant.19)
1. La cruz es un gran misterio
tan profundo y celestial,
que sin especiales luces
comprenderlo no podrás.
Para entenderlo hace falta
un espíritu selecto;
mas es preciso aceptarlo
para llegar a los cielos.
2. Es terrible al que lo ve,
lo combate la razón,
el sabio lo desconoce,
lo desprecia el tentador,
y ni el cristiano devoto
lo lleva en el corazón;
aunque diga amar la cruz,
él miente sin ton ni son.
3. La cruz nos es necesaria,
hay que sufrir ahora y siempre:
o subir hasta el Calvario
o perderse eternamente.
«Viviremos con los réprobos
si el Señor no nos castiga
ni nos redime el dolor»,
san Agustín repetía.
4. Por la senda de la cruz,
a la patria caminemos,
que es un camino de vida
y de reyes es sendero;
la piedra ha de ser tallada
con medida y proporción
para que encuentre su puesto
en la celestial mansión.
5. ¿De qué vale la victoria
al mejor conquistador,
si con sus padecimientos
conquistarse no logró;
si no tiene por modelo
a Jesús crucificado
y rechaza este madero
como lo hiciera un pagano?
6. Jesucristo por la cruz,
encadenó los infiernos,
aplastó la rebeldía
y conquistó el universo;
ahora la da como arma
a sus buenos servidores,
pues ella desarma o gana
las manos y corazones.
…………………..
18. Sin la cruz se arrastra el alma,
ruin, muelle y sin corazón;
la cruz la hace fervorosa,
le brinda fuerza y vigor.
Andarás en la ignorancia
si nada logras padecer,
mas tendrás inteligencia,
cuando sufras mucho y bien.
………………………………………………….
XVII Encuentro de Formación Católica de Bs.As.: Fe y Patria -maestros y testigos del catolicismo argentino- (11 al 13-10-2014)…………………………………………………….
Infocatólica agradecerá vuestra generosa colaboración; le sugerimos cómo hacerlo..
3 comentarios
Mi nombre es María de la Cruz.
Un abrazo,
-----------------------------
V.G.: Claro, ¡¡muy feliz y santo día, Maricruz!! Uno se explica así tantas cosas (fidelidad, ternura, paz, rectitud...!), por las que yo aprovecho para agradecerte a vos.
Un cariño grande en tu día!
Por lo que rogamos , para pedir la intercesión de Nuestra Señora, Virgen de los Dolores, en el día de su conmemoración, que se apiade, asista y auxilie a todos los perseguidos, atacados y agredidos por los fundamentalistas, intolerantes y terroristas por causas religiosas, étnicas e ideológicas , , las víctimas de la pena de muerte del aborto, y que sean hallados los que han sido " desaparecidos " por las redes del crimen organizado, y que en nombre de" todos " Dios, haya consolado a María, cuando le tocó sufrir tales 7 dolores ,1- " la profecía de Simeón; 2- la huída a Egipto; 3- Jesús perdido en el templo; 4- durante el encuentro con Jesús, cargando la Cruz, en su Vía Cruxis; 5- su Muerte en el Calvario , 6- el Descendimiento de la Cruz y 7- la colocación en el sepulcro".
Stabat Mater...( 2)
Por lo que Oramos, para pedir la intercesión de Nuestra Señora Virgen de los Dolores, en el día de su conmemoración en nombre de los pecadores agonizantes, que se encuentran en las vísperas de la vigilia de su Pascua , de las almas del Purgatorio y de los que están en búsqueda de la Verdad, que les sea revelado el Feliz Anuncio de la Buena Noticia del mensaje de la Pascua de Resurrección de Jesús al recordar que el mismo dijo: " Nadie va al Padre, sino a través mío"
Stabat Mater... ( 3)
Por lo que imploramos , para no olvidar, la intercesión de Nuestra Señora Virgen de los Dolores, en el día de su conmemoración, al desear que Dios haya " consolado" a María al pie de la Cruz , en nuestro nombre y el de Familiares, Amistades y Conocidos, cuando, nos toque vivir nuestra Pascua; y haya estado acompañada en " espíritu" por san José, san Joaquín y santa Ana y los santos Arcángeles y Coros de Ángeles Celestiales y todo el Cuerpo Místico, suplicando, que presente a Jesucristo, en unión con los dolores de su Pasión , Vía Cruxis y Muerte, lo que Ella, padeció junto a la Cruz y que asimismo, por los méritos de sus lágrimas, nos sean concedidas estas peticiones.
...............................
V.G.: Amén.
(Muchas gracias, Enrique)
--------------
V.G.: Muchas gracias Luisa; ¡y sobre todo gracias a Nuestra Señora, por quien todo nos es dado!
Dejar un comentario