Mónica Armas: “Vivir sin Dios da placer, no felicidad. Sólo Dios llena la vida de amor y Él se desborda”
Entrevistamos a Mónica Armas Domínguez, miembro de la asociación provida SpeiMater y colaboradora del proyecto Ángel, que nos cuenta con detalle su impactante proceso de conversión.
¿Cómo fue en su caso el proceso de alejarse de Dios?
De niña era una persona que me sentía muy cerca de Dios. Me hacía muy feliz tener momentos de encuentro personal con Él en la capilla de mi colegio. Era un lugar en donde me sentía en paz porque era estar en casa.
A la edad de 13 años, debido al divorcio de mis padres, se produjo en mí una ruptura interna, ya que mi familia lo era todo para mí. Eso provocó una herida y un gran sufrimiento que guardé en mi corazón y, de alguna manera, nació una separación de Dios, casi sin darme cuenta, porque mi hogar se había venido abajo. Mi familia era mi refugio, mi roca y sentí que no tenía dónde apoyarme. Sufrí muchísimo, estaba triste, enfadada y, por entonces, sentía que también perdía la unión con mi hermano pequeño, al que adoraba. Él era un niño alegre y risueño, con quien me encantaba jugar, pero tras esta situación, todo se dividió.
Aprendí que el apoyo que podía tener dentro de mi núcleo familiar se resquebrajaba y que no tenía más salida que buscarlo en otras personas e incluso en las familias de mis amigas, que me trataban como si fuera una hija más. En algún momento, durante este tiempo, conocí el grupo de Cursillos de Cristiandad. Me ayudaron mucho, pero no perseveré debido a que estaba lejos de mi casa y por la herida tan grande que tenía.
Tenía sed de espiritualidad, pero pronto la empezó a buscar poco a poco por caminos contrarios a Dios…
Me alejé de Dios, pero siempre tuve la sensación de saber lo que estaba bien y lo que estaba mal. Es decir, algo en mí me preservaba. Sin embargo, como tenía esta tristeza por la ruptura familiar, desde muy joven empecé a buscar dentro de mí dónde refugiarme para salir del dolor. En esa etapa, la creatividad nació como una salida a mi necesidad. Escribía poesía, cantaba y componía canciones y trataba, sin éxito, de llenar mi alma a través del yoga y la meditación. No me di cuenta de que, poco a poco, el mundo material me absorbía, y me llevaba por otro camino distinto al que actualmente transito y que me llena de paz en mayúsculas, porque este camino es Jesucristo.