La Virgen María, defendida por los obispos españoles frente a los antimarianos en el Concilio Vaticano II
La devoción a la Virgen María fue llevada a debate en el Concilio Vaticano II y fue una de las principales piedras de toque del enfrentamiento entre los padres conciliares de línea más tradicional y los progresistas. El primer punto esencial sobre la devoción mariana se debatió en el año 1963. El punto principal en ese momento era si la Virgen María y la devoción hacia María debía constituir un esquema del Concilio, dedicado exclusivamente a Ella o bien si debía ser meramente un capítulo en el esquema dedicado a la Iglesia. Los obispos de línea tradicional defendían que la Santísima Virgen tuviera un esquema propio en el Concilio para realzar la devoción a María como un concepto fundamental de la fe católica.
En cambio los obispos y teólogos progresistas, encabezados por los obispos del Norte de Europa, sobretodo alemanes y de otras partes del mundo, querían que María fuese solo un capítulo del esquema de la Iglesia. Además estaban en contra del otro gran tema sobre la Virgen que se trataría en el Concilio, la Corredención. Estaban en contra realmente de la devoción a María, por considerarla un gran obstáculo en el ecumenismo con los protestantes. En teoría defendían todos los dogmas de María, pero en la práctica querían minimizar al máximo su devoción, del tal manera que fueron conocidos en la prensa como los antimarianos.
Hay que decir que María tuvo importantes defensores en el Concilio como el Padre Carlo Balic, nacido en Croacia y que fue un gran impulsor de la devoción a María, mediante congresos y ediciones de libros que ensalzaban a la Virgen como corredentora en la línea tradicional de la Iglesia. El Padre Yves Congar, que era uno de los más destacados progresistas del Concilio, llamaba en privado a Balic charlatán de feria y vendedor ambulante. Otros obispos progresistas llamaban a los devotos de María, en privado, espíritus medievales y enfermos psíquicos.