La Hostia interlocutora (SND), reedición del libro Diálogos eucarísticos de Mons. Luis Vella
La editorial SND ha sacado a la luz una reedición del libro Diálogos eucarísticos de Mons. Luis Vella, bajo el título de la Hostia interlocutora. Entrevistamos a P. Shaw Mihanovich, que con tanto esmero se ha encargado del trabajo.
¿Por qué decidió traducir y reeditar el libro de Mons. Vella?
Ante todo, aclaro que no existiría esta reedición española sin las gestiones favorables del Prof. José Antonio Bielsa Arbiol, a quien estoy agradecidísimo. Decidí, allá por 1995, traducir reeditar el hombre de Dios y hombre de letras maltés porque no se conoce en ninguna lengua hoy, ni aún en su original, y porque es un cofre muy especial de tesoros místicos, un manantial de pensamientos sublimes y renovadores del alma que generalmente escaparían al conocimiento del católico. En 1995 traduje y reedité el solo tomo primero, desconociendo la existencia de los otros dos. Fue una traducción muy sencilla y literal. Aún así, provocó una ola de entusiasmo entre los lectores: esto me dejó con la idea de retomar el emprendimiento. Habiendo tomado conocimiento, más tarde, de los tomos segundo y tercero, procedí a traducirlos, y a continuación, en una etapa muy larga y meticulosa, a estilizarlos. Para este efecto, no los recorrí como un hilo, sino como miles de fotografías selectivas de miles de aspectos lingüísticos y estilísticos, para trabajar sobre ellos uno a uno. Se puede imaginar lo difícil que sería, en un solo proceso lineal gruesísimo, trabajar sobre cada oración en miles de aspectos. He hecho lo posible por pasar el contenido a un español «hidalgo» como comentaba un amigo, un español rico en arcaísmos y giros calculados para producir elevación, y he transferido varias partes de la prosa a verso. Con esto he querido dar brillo, no solo al autor maltés, sino a la gran lengua española, y al registro elevado de expresión literaria.
¿Qué es lo que aporta este libro a la Fe católica?
Este libro aporta el conocimiento explícito de realidades que estuvieron dadas desde la Institución de la Eucaristía. Actúa como una criba de hallar pepitas de oro en un manantial. Saca a luz la que llamaríamos, si se nos permite el neologismo, «interlocutividad» infinita y constante del Señor hecho Sacramento; —quiero decir, su rango como el Ser por excelencia idóneo para que el hombre converse con Él tendiendo en lo posible a él mismo convertirse en esa conversación. Detrás de la «cáscara» que retira por completo a Cristo del alcance de los sentidos, tomándose datos de la Fe admirablemente a pecho, expone las maravillas de la personalidad del Dios vivo en altares católicos; entre ellas su humildad y caridad extremas; su providencia; su afabilidad; su sabiduría; su infinita abundancia en bienes espirituales; su interés en que nos interesemos en Él. Monseñor Vella muestra, con la potenciación de cercanía y de vitalidad aportadas por la Eucaristía, la conveniencia perfecta que hay entre Dios y el hombre, sobre la cual San Francisco de Sales decía: «De la misma manera que el hombre no puede ser perfeccionado sino por la divina bondad, asimismo la divina bondad, en ninguna cosa, fuera de sí misma, puede ejercitarse tan a su sabor, como en nuestra humanidad. El uno tiene una gran necesidad y posee una gran capacidad para recibir el bien; el otro lo tiene en gran abundancia, y siente una gran inclinación a dárnoslo. Nada es tan a propósito para la indigencia como una generosa afluencia, y nada es tan agradable a una generosa afluencia como una menesterosa indigencia, y cuanto mayor es la afluencia del bien, tanto más fuerte es su inclinación a difundirse y a comunicarse.»