Max Romano analiza su libro “Crónicas de la tiranía feminista”, una bofetada al feminismo
Max Romano nace en Madrid en 1969. Inclinado hacia los estudios científicos termina su formación en Italia, país donde residirá muchos años. Regresa posteriormente a España y compagina la carrera profesional con su actividad de escritor. Tras un largo período de evolución personal y observación atenta de la sociedad que le rodea, comienza a escribir para defender activamente su visión del mundo. Enemigo del fanatismo igualitario, la tiranía de la corrección política, el imperio del mal gusto y la vulgaridad que azotan nuestra era.
¿Por qué ha decidido publicar un libro titulado “Crónicas de la tiranía feminista”?
Desde hace años escribo sobre la ideología y la práctica feminista, sobre los daños que está provocando en la sociedad y su carácter perverso. En un primer momento lo hacía solamente en mi página personal comentando la actualidad social, después incorporando algunas de estas reflexiones en mis anteriores libros publicados. En esos libros dedico cierto espacio al tema del feminismo, como parte de los grandes fenómenos de degradación social que vivimos. Pero se me habían quedado en el tintero muchas cosas y sentía la necesidad, no sólo de hablar de feminismo como un fermento de descomposición social entre muchos otros, sino de dedicarle un libro entero reconociéndolo como el tema central que en realidad es. La polaridad entre masculino y femenino, la división entre hombres y mujeres es la línea más básica de diferencia, de articulación en la sociedad humana, y ahí es donde se inserta el feminismo.
¿De qué consta cada una de las tres partes del libro?
La primera parte consiste esencialmente en una recopilación de mis artículos publicados en El Correo de España de alguna manera relacionados con la temática del feminismo. Presentan un cuadro, si no completo, sí muy significativo sobre el estado del régimen feminista en la España de hoy mismo y cómo ha permeado la sociedad.
En la segunda parte hago un salto atrás en el tiempo para revivir, en la forma de un Diario de la tiranía feminista, la implantación en nuestro país del régimen como pudo ser vivido por un varón que llegase a España, como yo hice hace muchos años, en mitad de ese Septenio Negro donde gobernaba el Enemigo del Varón; ese individuo nefasto que entre otras muchas infamias introdujo esa legislación persecutoria del varón y puso en marcha la campaña histérica sobre esa emergencia inventada que se llama “violencia de género”.
Entreveradas en el Diario encontramos otras secciones como una discusión de la legislación feminista y reseñas de algunos libros importantes publicados en España; pero sobre todo, dos series de textos llamadas “Descontaminación mental” y “Fundamentos de la masculinidad” que son el necesario contrapunto a la crítica puramente negativa y proporcionan herramientas de resistencia interior, contra el lavado de cerebro que el feminismo vierte continuamente en las cabezas.
En la tercera parte, más breve que las anteriores, hablo un poco sobre el futuro. Intento abordar el tema de los posibles escenarios y de la manera en que este régimen feminista puede y debe ser combatido; no lo hago de una manera sistemática, sino a través de pequeños textos muy distintos entre sí y que pretenden mostrar la cuestión desde varios ángulos.
¿Vivimos realmente en una tiranía feminista?
A mí me parece bastante claro, en el sentido de que esta ideología ha permeado completamente la sociedad y el discurso público: sus motivos de base, que son la guerra de sexos contra el varón y el privilegio de la mujer, han sido asumidos en la legislación, los medios, la política. Se ha convertido en una ideología hegemónica, el material humano que encarna esta ideología se ha constituido en un núcleo de poder entre la secta y la mafia que no admite la menor crítica. No hay más que ver cómo cualquier reacción contra los abusos feministas, que afortunadamente se ha empezado a producir desde hace algunos años en la política, atraen sobre sí reacciones histéricas y descompuestas; no sólo de parte de la izquierda política, que es el principal foco de infección, sino también desde esa llamada “derecha liberal” que no es más que una izquierda en diferido, por así decir.