Mario Ramos Vera analiza su obra El sueño utópico de G. K. Chesterton
El profesor Mario Ramos Vera es doctor en Filosofía (premio extraordinario). Primer premio de ensayo del XXX “Memorial Florencio Segura” 2016. Acreditado como Profesor Ayudante Doctor (ANECA). Profesor de la Universidad Pontificia Comillas y docente en ESNE Escuela Universitaria de Diseño, Innovación y Tecnología, ha sido profesor invitado en el Instituto Teológico Lucense. Ha participado en congresos científicos nacionales e internacionales en universidades de España y del extranjero (México y Portugal). Licenciado en Derecho y en Ciencia Política (UAM), diplomado en Ciencias Religiosas (Universidad Eclesiástica San Dámaso), máster en Filosofía Teórica y Práctica (UNED), máster en Profesor de Secundaria y Bachillerato —especialidad de Filosofía— (Universidad Pontificia Comillas) y máster en Relaciones Internacionales (ALITER).
Autor de los libros El sueño utópico de G. K. Chesterton (BAC, 2021), La sabiduría del firmamento. Transhumanismo y magia en la Trilogía cósmica de C. S. Lewis (Universidad Pontificia Comillas, 2021) y La utopía conservadora (Universidad Pontificia Comillas, 2020), cuenta con más de cincuenta publicaciones académicas (capítulos de libros, artículos académicos, reseñas…) y es evaluador de artículos académicos para revistas científicas.
Tiene como ámbitos de investigación: el pensamiento utópico, las ideologías políticas, la historia de las ideas, el ensamiento imaginativo y el mito poético.
¿Qué es el pensamiento utópico para Chesterton?
En primer lugar, quería aprovechar para agradecerle, D. Javier, el interés que ha demostrado por mi libro El sueño utópico de G. K. Chesterton. Para responder a su pregunta me gustaría destacar que cuando vinculamos la utopía con el pensador católico Chesterton no estamos aludiendo a ninguna sociedad sin clases o a proyectos racistas y militaristas. Por el contrario, Chesterton siempre consideró la utopía como una expresión del pensamiento social, político y literario muy distinto de los borradores de una sociedad ideal. Estudiosos como Morton, en 1952, y MacRae, en 1969, subrayaron que Chesterton fue un representante del pensamiento utópico. Nuestro autor, por ejemplo, en un breve ensayo sobre Santo Tomás Moro dedicó elogiosas palabras a la obra Utopía, de 1516, frente a las críticas que reiteradamente vertió sobre las utopías progresistas y tecnológicas. Consideraba que estas últimas cercenaban la antropología filosófica y teológica, es decir, las reflexiones que sobre la naturaleza humana desarrollan la filosofía y la teología.
Para Chesterton, la verdadera utopía reconciliaba la naturaleza trascendente del ser humano con un mundo evidentemente imperfecto. Por eso, el verdadero orden social, político y económico descansaría sobre el cristianismo, porque nos recuerda que el Paraíso estuvo en el Edén y sólo lo alcanzaremos en la ciudad de Dios. Además, hizo descansar su propuesta utópica sobre valores dignos de preservarlos del tiempo, sobre la tradición y el diálogo que entablan los vivos con los difuntos y con aquellos que están por venir, y por un estilo de reflexión política entendida como conciliación y pacto que evitaría el despotismo y la construcción de paraísos en la tierra que sólo desembocan en sangre y sufrimiento. Partió de la realidad de su tiempo para presentar propuestas de reparto más justo de la propiedad privada, para defender el fundamento metafísico del universo y para afirmar que el gobierno es necesario, pero ha de ser limitado. Además, siempre consideró que la libertad humana no puede ser un medio o una excusa para alcanzar la perfección anhelada por los constructores de sociedades ideales sobre el papel mas incapaces de prever la infinita complejidad de la realidad.
¿Es una ideología la utopía?
Esta pregunta es muy pertinente, porque se trata de una cuestión polémica que ha suscitado investigaciones contrapuestas. Normalmente se ha vinculado la utopía a las ideas políticas de la izquierda, como un anhelo de un mundo mejor. Si entendemos ideología como un engaño, como una forma de falsear la realidad, que es como paradójicamente lo entendía Marx, la utopía sería un sueño, una ilusión, que formaría parte de esa ideología. La ideología también puede ser concebida como un conjunto de ideas que estructuran la actuación política cotidiana, como una suerte de guía que nos permite señalar algunos puntos relevantes de la política, como por ejemplo la economía, el cambio social o la antropología. En ese sentido, la utopía sería un maximalismo que quedaría lejos de este esquema ideológico más o menos rígido, pero, por otra parte, en el seno de cada ideología existiría un anhelo por un modelo de sociedad que se considera preferible. Es decir, que cada ideología tendría en su núcleo, en sus ideas centrales, una utopía. En resumen, es fácil comprobar que se trata de una cuestión controvertida que ha generado, y genera todavía, interesantes investigaciones académicas.
¿Cómo se puede aplicar la utopía a la vida real?
El problema de las utopías está, precisamente, en los intentos de aplicarlas en la realidad. La historia nos ha demostrado, y no una sino varias veces, que los planes para construir un orden social y político perfecto choca inevitablemente con las infinitas complejidades de la vida real. Por eso, los planes soviéticos para aplicar la utopía comunista han quedado como testigos del terror y de la miseria. Los intentos, más modestos, de alzamiento de pequeñas comunidades que aspiran a una convivencia más humana, mejor ordenada y encaminada a solucionar pequeños problemas que distorsionan la naturaleza humana, como el reparto injusto de la propiedad privada, sí han permanecido vigentes durante décadas, pero a la larga también han decaído.