Benedicto XVI: "Quien ama, está dispuesto a sufrir"
“En la Iglesia antigua, el óleo consagrado ha sido considerado, de modo particular, como signo de la presencia del Espíritu Santo que, a partir de Cristo, se comunica a nosotros. Él es el óleo de la alegría. Esta alegría es algo diferente de la diversión o de la alegría exterior que la sociedad moderna espera. La diversión, en su lugar correcto, es ciertamente algo bueno y agradable. Es bueno poder reír. Pero la diversión no es todo. Es sólo una pequeña parte de nuestra vida y donde quiere ser la totalidad se convierte en una máscara detrás de la cual se esconde la desesperación o, al menos, la duda sobre si la vida es realmente buena, o si no sería mejor no existir en lugar de existir. El gozo, que nos viene de Cristo, es diferente. Nos da alegría, sí, pero ciertamente puede ir junto al sufrimiento. Nos da la capacidad de sufrir y, en el sufrimiento, permanecer sin embargo íntimamente alegres. Nos da la capacidad de compartir el sufrimiento de otros y así hacer perceptible, en la disponibilidad recíproca, la luz y la bondad de Dios.
Siempre me hace reflexionar la narración de los Hechos de los Apóstoles según la cual los Apóstoles, después que el Sanedrín los había hecho flagelar, estaban «dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús» (Hechos 5, 41). Quien ama está dispuesto a sufrir por el amado y en razón de su amor, y precisamente de este modo experimenta una alegría más profunda. La alegría de los mártires era más fuerte que los tormentos a ellos infligidos. Esta alegría, finalmente, ha vencido y ha abierto a Cristo las puestas de la historia. Como sacerdotes, nosotros somos – como dice san Pablo – “colaboradores de vuestra alegría” (2 Cor 1, 24). En el fruto del olivo, en el óleo consagrado, nos toca la bondad del Creador, el amor del Redentor. Oremos para que su alegría nos invada cada vez más profundamente y pidamos ser capaces de llevarla nuevamente a un mundo que con tanta urgencia tiene necesidad de la alegría que brota de la verdad. Amén.”
Tomado de la homilía del Papa Benedicto XVI en la Misa Crismal, Jueves Santo 2010. Texto completo aquí.
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Fuente: Radio Vaticana
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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¡Gracias, Santo Padre!