15.08.14

Pío XII ante los tempestuosos asaltos del enemigo infernal

Pío XII, dotado de un profundo conocimiento de la misión que le había sido encomendada, y de una nítida visión de la realidad de la Iglesia y del mundo, consideraba la unidad de todos los cristianos como un remedio a muchos males.

En su llamado a la unidad, no dejaba espacio para dudar sobre la naturaleza y misión de la Iglesia Católica y de la Sede Apostólica, inquebrantable roca de verdad plantada por Dios. Es de notar que esta convicción no restaba absolutamente nada a la humildad y cercanía que, como vicario de Cristo y sucesor del apóstol Pedro, encarnaba en su persona. Su figura y proceder evocaban la presencia en la tierra de Aquel que es a la vez Siervo humilde, Rey de Reyes, Buen Pastor, Maestro y Señor.

Este Papa veía dos frentes sobresalientes en los asaltos a la Iglesia por parte del enemigo infernal. Por un lado, la herejía y las interpretaciones torcidas de la Doctrina cristiana. Por otro lado, el odio y la ferocidad de las persecuciones a los cristianos.

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22.07.14

La supremacía de la conciencia


Sir Thomas More



“Nunca pensé en consentir, aunque tuviera que sufrir lo peor, obrar de manera distinta de lo que mi propia conciencia me decía ser a mí mismo […] Y estoy muy seguro de que mi conciencia está conforme con mi propia salvación, por consiguiente doy gracias al Señor”.

(Santo Tomás Moro)


No siempre las normas jurídicas y los dictados de la conciencia conviven de manera armoniosa. En situaciones particulares pueden generarse conflictos. Puede suceder que una determinada ley provoque en una persona o grupo de personas una gran incomodidad, al punto de hacer imposible su cumplimiento debido a profundas convicciones opuestas, morales o religiosas.

Muy a menudo, ciertos códigos conductuales implícitos de la sociedad entran en franco conflicto con nuestra escala de valores, con nuestros principios de vida.

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15.07.14

Hilaire Belloc

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En estos días se cumple un nuevo aniversario de la muerte del gran poeta y escritor católico Joseph Hilaire Pierre René Belloc (+ 16 de julio de 1953). Autor de más de 150 obras, entre libros y escritos breves, se dedicó con gran ímpetu y maestría a la defensa de la fe católica. Fue contemporáneo de Gilbert Keith Chesterton, en quien encontró no sólo un amigo sino también un talentoso ilustrador para sus libros y un hombre que compartió y abogó públicamente por muchas de sus propias opiniones políticas y religiosas. Además de esto, es muy probable que Belloc haya tenido incidencia directa en la conversión de Chesterton al catolicismo

En 1934, Belloc fue condecorado por el Papa Pío XI con la Cruz de la Orden de San Gregorio, en atención a sus servicios a la Iglesia como escritor.

Robert Royal (escritor y jefe de edición de The Catholic Thing) dice no sorprenderse de que las obras de Belloc tengan hoy pocos lectores. Otros autores del mismo período son, por el contrario, muy leídos. Belloc ha sido olvidado a causa de su aguda oposición a casi todo lo que forma parte del mundo liberal moderno. El mundo no se preocupará de leer a Belloc, pero aquellos que echen mano a sus mejores libros para saborear su perspicacia histórica, la agudeza de su mente, y la simple fuerza de su prosa, no necesitarán otra razón para volver a él una y otra vez.

Recordando a Belloc, y en humilde homenaje a él, traducimos aquí un breve fragmento salido de su pluma.

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8.07.14

Los ángeles y las jerarquías angélicas

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"Porque en Él (Cristo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por Él y para Él" 

(Colosenses 1, 16)

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La Iglesia siempre ha profesado la verdad sobre la existencia de esos seres puramente espirituales a los que llamamos “ángeles”. Cuando recitamos el credo decimos que Dios es Creador ‘de todo lo visible y lo invisible’.

No sin cierto asombro o desconcierto nos encontramos a veces con libros o artículos cuyos autores, que presentan credenciales de teólogos o de especialistas en las Sagradas Escrituras, niegan la existencia de los ángeles. Otros, que no niegan su existencia, se alejan de las enseñanzas de la Iglesia provocando confusión y haciendo creer que lo que dicen es parte de nuestra fe, cuando en realidad no lo es.

Es por eso que nos pareció bien exponer aquí la doctrina tradicional de la Iglesia sobre los ángeles. Como no es posible agotar el tema en este espacio, al final ponemos algunos enlaces a textos útiles para quienes deseen profundizar sus conocimientos al respecto.

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27.06.14

Modernismo (de nuevo)


“Después de esto, vi abrirse en el cielo el Templo, el tabernáculo del Testimonio.
De él salieron los siete Ángeles que tenían las siete plagas, y estaban vestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos con cinturones de oro.
Y oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete Ángeles: “Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios".
El sexto derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes de Oriente.
Después vi que salían de la boca del Dragón, de la Bestia y del falso profeta tres espíritus impuros, semejantes a ranas.
Son los espíritus demoníacos que realizan prodigios y van a buscar a los reyes del mundo entero, con el fin de convocarlos para el combate del gran Día de Dios, el Todopoderoso”.

Apocalipsis 15,5-6; 16,1.12-14


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Cuatro años atrás, bajo el título “Modernismo”, publicamos un fragmento de la obra del Padre Leonardo Castellani “Los papeles de Benjamín Benavides”. Lo presentamos aquí nuevamente, un poco más extenso. ¿Por qué razón? Simplemente por el asombro. El asombro por la presencia patente del modernismo y por la rapidez con la que se va extendiendo. Asombro porque siendo ésta una herejía tan bien tipificada, tan puesta en evidencia, tan poco sutil a estas alturas, sigue haciendo estragos. Asombro porque la realidad parece estar gritando: “¡que alguien haga algo!", pero nada ocurre. San Jerónimo dijo una vez: “el mundo se despertó un día y gimió de verse arriano”. Tal vez por eso, porque pudo gemir, pudo sanar. Quizás, la eficacia de la herejía modernista se deba a que su veneno, entre otras cosas, provoca la incapacidad para reconocerse afectado y a la vez la sensación de haber estado antes enfermo y de haber sido sanado.

El modernismo, al que San Pío X describió con gran agudeza, sigue su curso, cada vez con mayor velocidad, infectando a su paso todo lo que roza.


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