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2. La conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
El motivo que nos lleva a recordar a los fieles difuntos, después de haber contemplado la realidad del Paraíso, es totalmente lógico y comprensible. La vida de la Iglesia, que no se agota en el siglo presente, conoce también una etapa del todo particular que es la de la purificación, “donde –diría Dante – el espíritu humano se purga y se hace digno de subir al Cielo”.
En efecto, cuando el Abad San Odilón del Cluny (+1048) instituyó la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, tuvo la genial intuición de elegir como día litúrgico el inmediatamente sucesivo a Todos los Santos. Así se ponía de manifiesto que la Iglesia que está en la purificación ultraterrena ya es Iglesia de los Santos y que la suerte de aquellas almas está eterna e irreversiblemente orientada a la gloria del Paraíso.
Si nos acercamos con la atención debida al sentido de esta celebración litúrgica, descubrimos que en ella está presente un doble llamamiento para la vida de todos nosotros.
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