El gobierno de la Curia Romana en tiempos de Ratzinger (última parte)
Ofrecemos nuestra traducción de la última entrega del análisis que ha realizado el vaticanista Paolo Rodari sobre la realidad de la Curia Romana en el Pontificado actual. En anteriores entradas pueden leerse la primera y la segunda parte.
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Para que el gobierno de la curia romana funcione correctamente es necesario que todos los canales del poder estén bien aceitados, se comuniquen entre ellos sin dificultades y, principalmente, sin que ninguno reme en la parte equivocada. En los recientes casos de mal gobierno vaticano, por el contrario - desde el caso Ratisbona al caso Williamson, por citar dos situaciones conocidas para todos -, se ha tenido la impresión de que fueran muchas mónadas separadas y, al mismo tiempo, incapaces de trabajar en equipo y explicar al mundo, y sobre todo a la Iglesia, la racionalidad de las decisiones tomadas.
Aquellos que, en la curia romana, están llamados a apoyar al Papa en la difícil gestión del poder son principalmente los prefectos de las nueve congregaciones vaticanas. En un tiempo, hasta la reforma realizada por Pablo VI, la congregación de la curia con más poder era sin duda la que, en el anuario pontificio, era llamada “La Suprema”. Es decir, la Congregación para la Doctrina de la Fe. El prefecto era directamente el Pontífice, aquel que cuando afirma una doctrina o un dogma goza del principio de la infalibilidad. Hoy el Papa ha conservado sobre la congregación una actividad de supervisión, si bien la responsabilidad de la congregación es confiada a un prefecto que, cada semana, se encuentra con el Pontífice para tratar las cuestiones más importantes. Y probablemente por el hecho de que con esta congregación Benedicto XVI puede dialogar con más frecuencia que con otras es que ha decidido nombrar prefecto al estadounidense William Joseph Levada: no es brillantísimo pero, sin embargo, es un purpurado fiel.