InfoCatólica / La Buhardilla de Jerónimo / Categoría: Importado

5.03.09

El gobierno de la Curia Romana en tiempos de Ratzinger (última parte)

Ofrecemos nuestra traducción de la última entrega del análisis que ha realizado el vaticanista Paolo Rodari sobre la realidad de la Curia Romana en el Pontificado actual. En anteriores entradas pueden leerse la primera y la segunda parte.

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Para que el gobierno de la curia romana funcione correctamente es necesario que todos los canales del poder estén bien aceitados, se comuniquen entre ellos sin dificultades y, principalmente, sin que ninguno reme en la parte equivocada. En los recientes casos de mal gobierno vaticano, por el contrario - desde el caso Ratisbona al caso Williamson, por citar dos situaciones conocidas para todos -, se ha tenido la impresión de que fueran muchas mónadas separadas y, al mismo tiempo, incapaces de trabajar en equipo y explicar al mundo, y sobre todo a la Iglesia, la racionalidad de las decisiones tomadas.


Aquellos que, en la curia romana, están llamados a apoyar al Papa en la difícil gestión del poder son principalmente los prefectos de las nueve congregaciones vaticanas. En un tiempo, hasta la reforma realizada por Pablo VI, la congregación de la curia con más poder era sin duda la que, en el anuario pontificio, era llamada “La Suprema”. Es decir, la Congregación para la Doctrina de la Fe. El prefecto era directamente el Pontífice, aquel que cuando afirma una doctrina o un dogma goza del principio de la infalibilidad. Hoy el Papa ha conservado sobre la congregación una actividad de supervisión, si bien la responsabilidad de la congregación es confiada a un prefecto que, cada semana, se encuentra con el Pontífice para tratar las cuestiones más importantes. Y probablemente por el hecho de que con esta congregación Benedicto XVI puede dialogar con más frecuencia que con otras es que ha decidido nombrar prefecto al estadounidense William Joseph Levada: no es brillantísimo pero, sin embargo, es un purpurado fiel.

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4.03.09

El gobierno de la Curia Romana en tiempos de Ratzinger (Segunda Parte)

Ofrecemos nuestra traducción de la segunda entrega de este interesante análisis realizado por el vaticanista Paolo Rodari. En esta ocasión, se centra especialmente en la Secretaría de Estado y su forma de gobierno en los últimos años así como en los probables cambios que se realicen en su interior próximamente. La primera parte puede leerse aquí.

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En tiempos de Juan Pablo II gobernar la curia romana era, al menos, tan difícil como hoy. En la primera parte de su pontificado, Wojtyla debió trabajar con Agostino Casaroli, el cardenal secretario de Estado y eminente representante en el Vaticano de la Ostpolitik de brandtiana memoria. Una línea luego llevada adelante por el cardenal Achille Silvestrini, por muchos años secretario del Consejo para los Asuntos Públicos y su segundo, hoy arzobispo de Vilnius, el cardenal Audrys Juozas Backis. En sustancia, el Papa de la resistencia al régimen comunista, así como le había enseñado el primado de Polonia Sthepan Wyszyński, tuvo que colaborar con el principal partidario, en la Santa Sede, de acuerdos, concesiones y aperturas hacia países del bloque soviético. Fueron dos visiones político-eclesiológicas diversas y divergentes las que se encontraron y, con frecuencia, desencontraron.


Incluso con el sucesor de Casaroli, el cardenal Angelo Sodano, el trabajo no fue simple. Por una parte, el Papa era ayudado en el gobierno, cada día más pesado, por su secretario particular don Stanislaw Dziwisz. Por otra, un contrapoder respecto a esta unión estaba representado precisamente por Sodano, quien con el dúo Wojtyla-Dziwisz buscaba negociar más que colaborar. Sobre todo en los últimos años de la era Wojtyla, cuando el Pontífice cada vez más enfermo se fatigaba por mantener el orden de todo, era también la habilidad del portavoz Joaquín Navarro Valls la que disimulaba muchas dificultades. Una habilidad de la cual hoy se siente fuertemente la ausencia. Hoy, en efecto, las cosas no son como antes. El dúo Ratzinger-Bertone es muy unido. Por mucho tiempo han trabajado juntos cuando Ratzinger era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Bertone era el secretario. Y hoy nadie puede decir que el secretario de Estado no es totalmente fiel al Papa.

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El gobierno de la Curia Romana en tiempos de Ratzinger (I)

Ofrecemos nuestra traducción de la primera parte de un interesante análisis titulado “El gobierno de la curia romana en tiempos de Ratzinger” que ha sido realizado por el reconocido vaticanista Paolo Rodari. Una vez que sea publicada, esperamos poder ofrecer también la siguiente entrega.

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La crisis que, en las últimas semanas, ha embestido violentamente al gobierno de la curia romana (además de las críticas judías por la oración del Viernes Santo reintroducida con el Motu Proprio Summorum Pontificum y las polémicas austríacas por la renuncia que se vio obligado a presentar el obispo auxiliar de Linz Gerhard Maria Wagner y que ayer ha sido aceptada por el Papa, son importantes los malhumores por el levantamiento de las excomuniones a los lefebvristas y al obispo negacionista de la Shoah Richard Williamson - parece no haber afectado mucho a Joseph Ratzinger. Una demostración de esto ha tenido lugar el sábado pasado. Mientras la mayoría de los obispos y purpurados hablaba de la necesidad de “explotar” el caso Williamson para poner en marcha aquella reforma de la curia que lleve a los puestos de mando a personas más capaces de traducir la mente iluminada del Pontífice en acciones de gobierno, él, Benedicto XVI, ha tomado una decisión que ha parecido ir en la dirección opuesta. En lugar de mantener la unificación de dos dicasterios de cuya utilidad muchos dudan – el Pontificio Consejo Justicia y Paz y el Pontificio Consejo para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes – los ha desmembrado de nuevo, dejando Justicia y Paz al cardenal Renato Raffaele Martino (aunque por poco tiempo) y confiando Migrantes e Itinerantes al secretario de la Congregación para las Iglesias Orientales, monseñor Antonio María Veglió, obispo de 71 años.


Un contrasentido, dicen muchos. ¿Es posible? ¿Es posible que el Papa no se de cuenta que la macchina de la Iglesia necesita de otras intervenciones? ¿Es posible que no entienda que es hora de barrer con actos fuertes de mando aquella “suciedad” que en el 2005 (en el Vía Crucis que precedió por pocos días al cónclave que lo eligió para la sede de Pedro) había denunciado estar presente en la Iglesia? ¿Es posible que no comprenda que, sin un gobierno capaz y competente, acciones como la lectio de Ratisbona, el nombramiento del polaco Stanislaw Wielgus como arzobispo de Varsovia, el levantamiento de las excomuniones a los lefebvristas, e incluso (como para dar un ejemplo significativo) la puntualización de las diferencias existentes entre las “iglesias” católicas y ortodoxas y las “comunidades” protestantes (¡cuántas polémicas siguieron al documento “Respuestas a preguntas relativas a algunos aspectos acerca de la Doctrina sobre la Iglesia” redactado en el 2007 por la Congregación para la Doctrina de la Fe!), están destinadas a sufrir fuertes críticas que, precisamente porque provienen del interior de la Iglesia, socavan su valor e importancia?

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2.03.09

El último Papa romano

En el 70º aniversario de la elección, en la Sede de Pedro, del gran Papa Pío XII, ofrecemos nuestra traducción de la nota editorial publicada hoy por L’Osservatore Romano.

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Después de casi tres siglos, el 2 de marzo de 1939 nuevamente era elegido Papa un romano y un secretario de Estado. La elección de los cardenales recayó, setenta años atrás, sobre Eugenio Pacelli, el más cercano colaborador del Pontífice difunto. El designado, que precisamente en ese día cumplía sesenta y tres años, tomó el nombre de Pío XII como homenaje a sus dos predecesores, Sarto y Ratti, a los que había servido principalmente. El cónclave, con sólo tres escrutinios en menos de veinticuatro horas, fue uno de los más rápidos y, por primera vez, participó todo el colegio cardenalicio, incluidos todos los purpurados americanos que habían llegado demasiado tarde a las precedentes elecciones papales.


En una situación internacional que se precipitaba con rapidez hacia el abismo, se abría un pontificado que se revelaría como uno de los más importantes del siglo XX. El nuevo Papa, marcado por una profunda religiosidad y reconocido incluso por severos críticos como Ernesto Buonaiuti, era con toda probabilidad el más preparado y brillante exponente de una diplomacia pontificia que contaba realmente con hombres fuera de lo común, como los dos más estrechos colaboradores del secretario de Estado convertido en sucesor de Pedro, Giovanni Battista Montini y Domenico Tardini, a los que el Papa enseguida confirmó en sus importantes funciones.

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1.03.09

El sacerdote encuentra a Jesús y lo sigue

El Papa Benedicto XVI ha comenzado hoy sus ejercicios espirituales anuales y ha elegido como predicador al cardenal Francis Arinze. Mientras nos unimos en la oración rogando a Dios por el Santo Padre y sus colaboradores de la Curia Romana, ofrecemos nuestra traducción de una entrevista que el Cardenal Arinze ha concedido a L’Osservatore Romano en la que habla sobre el sacerdocio ministerial, el seguimiento de Cristo y la penitencia cuaresmal.

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“El sacerdote encuentra a Jesús y lo sigue”: éste es el tema de los ejercicios espirituales para el Papa y la Curia Romana que el cardenal Francis Arinze, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, predicará en la capilla Redemptoris Mater del 1º al 7 de marzo. Un tema elegido para subrayar que el encuentro y el seguimiento no representan sólo el centro del sacerdocio sino también la esencia de toda auténtica experiencia de fe. “Las reflexiones que ofreceré a Benedicto XVI – explica el purpurado en esta entrevista a nuestro periódico en la vigilia del inicio de los ejercicios – no son exclusivamente sacerdotales sino que valen para todos, porque el cristianismo es el encuentro de cada hombre con Jesús”.

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