¿Cómo fue posible reconocer a Jesús como Dios?
La rutina hace que en muchas ocasiones no seamos conscientes de la gravedad de lo que leemos o escuchamos. Sucede a menudo con la lectura de la Biblia, con pasajes que hemos oído tantas veces que hemos perdido la sensibilidad para percibir la enormidad que encierra. Por ejemplo cuando Jesús resucitado se aparece a Tomás, quien de rodillas ante Jesucristo le confiesa como “mi Señor y mi Dios". Es probable que pasemos de largo, que demos por sabidas estas palabras y no les demos más importancia, pero vale la pena detenernos un momento: ¿cómo pudo un judío creyente reconocer a un hombre como Dios? No es desde luego algo evidente.
De hecho, parece a primera vista difícil el hacer compatible el monoteísmo judío, la afirmación encerrada en el Shema (Deut 6, 4), con el reconocimiento de la divinidad de un hombre, Jesús. Y sin embargo es un hecho, recogido en los hechos de los Apóstoles, que la confesión de la divinidad de Jesús no les provocó especiales problemas. Los cristianos, empezando por los apóstoles, no necesitaron un largo y sutil proceso filosófico para llegar hasta esa conclusión, sino que parece que se trató más bien de un reconocimiento de la persona y la obra de Jesús, en la línea de lo expresado por Simón Pedro: “¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6, 68). Desde nuestra perspectiva tendemos a ver este asunto como un dilema intelectual, pero no parece que fuera visto así por los apóstoles.