Una indagación filosófica (y física) a la muerte
Si algo ha marcado nuestras vidas durante el último año y medio es la presencia de la muerte, una muerte inesperada, amenazante y omnipresente. En ocasiones esa muerte de la que hablaban las noticias golpeaba cerca nuestro: es el caso del añorado Javier Hernández-Pacheco. Es ya un tópico aquello de afirmar que el fallecido nos fue arrebatado demasiado pronto, pero en este caso cualquier momento hubiera sido prematuro, tan vital y buen conversador era Javier que resulta casi imposible imaginárselo declinante. Si yo, que le conocí algo, puedo afirmar esto, Francisco José Soler Gil, que le conoció profundamente, se ha visto impelido a escribir un libro, Al fin y al cabo, subtitulado precisamente «Reflexiones en la muerte de un amigo».