Notre Dame y Boston College, raudos en plegarse a las leyes homosexualistas
La Iglesia necesita santos. Sí, somos pecadores y sabemos de nuestra debilidad, pero Dios nos regala santos que nos enseñan el camino del cielo. Sin santos, la Iglesia sería un pobre y triste tinglado.
Rasgo determinante de la santidad es la coherencia, el vivir lo que se dice. Sostenemos que Cristo está en cada uno de los que nos rodean, pues actuemos en consecuencia, como si realmente ése que está a nuestro lado fuera el mismo Cristo (ver a Cristo en los demás es la clave, nos recordaba la Madre Teresa de Calcuta); decimos que Cristo está realmente presente en la Eucaristía, pues actuemos en consecuencia, adorándole y tratándole como se merece nuestro Salvador; afirmamos que el aborto es el asesinato de un ser humano inocente, pues actuemos en consecuencia, comportándonos ante quienes lo permiten, promueven o ejecutan con el mismo rechazo con el que actuaríamos si se dedicasen a asesinar a inocentes ya adultos.