Se confirma que el terrorismo no es hijo de la pobreza
Hace un año y medio escribí una entrada titulada El terrorismo no es hijo de la pobreza en la que argumentaba sobre la falsedad de ese tópico tan extendido que dice que la pobreza es la causa del terrorismo. Más allá de lo opinable, me hice eco de los datos que manejan los estudios que han analizado realmente quiénes son los terroristas y cuáles son sus motivaciones.
Llamaba la atención sobre los análisis de Alan Krueger que avalan que “los terroristas proceden de las filas de las personas más instruidas en mucha mayor proporción que de las masas ignorantes y no escolarizadas” y que “no existe ninguna correlación significativa entre terrorismo y variables económicas como la renta”.
También señalaba las conclusiones de Claude Berrebi: “un mejor nivel de vida y un nivel de instrucción más alto están correlacionados positivamente con una mayor participación en organizaciones como Hamas o el la Yihad Islámica y a convertirse en un terrorista suicida”.
Y a Jitka Maleãková, que tras analizar los datos sobre actos terroristas en Cisjordania, la Franja de Gaza y el Líbano concluye que “Ni la pobreza ni la falta de instrucción tienen un impacto directo o causal sobre el terrorismo“.
Para acabar con el estudio clásico de Charles Russell y Bowman Miller, que tras analizar a 18 grupos terroristas, no dudan en afirmar que “los terroristas no son hijos de la ignorancia ni de la pobreza, sino que provienen de ambientes más o menos acomodados y a menudo entran en contacto con el extremismo en la universidad”.
La entrada causó un cierto revuelo, como lo demuestran los 246 comentarios que generó.