Con el inicio de la segunda sesión del Sínodo sobre la sinodalidad vamos a volver a escuchar hablar, inevitablemente, de procesos sinodales, caminos sinodales e incluso conversión sinodal. Cuestiones de un interés más bien escaso fuera del autorreferencial mundo clericalista. Por otra parte, a estas alturas cualquier observador un poco atento sabe de todas las trampas que encierran estos «procesos sinodales». Recuerdo cómo me impresionaron las burdas manipulaciones en aquel lejano Sínodo sobre la Familia de 2014, el escándalo al escuchar aquella rueda de prensa en la que el sudafricano cardenal Napier explicaba, atónito, que el documento final no reflejaba lo que se había hablado y acordado en las sesiones sinodales. Algo no muy diferente, lo supe después, de lo que había vivido Joseph Pieper durante el Congreso Mundial del Mouvement International des Intellectuels Catholiques, organizado por Pax Romana en Canadá el año 1952 y que explica así en sus Memorias: «A mí me designaron chairman de una sección que debía ocuparse del problema «Universidad e investigación de la verdad»… al final, los dos secretarios que tenía asignados, jesuitas los dos, me pusieron delante un texto, evidentemente ya redactado con anterioridad, que bien poco tenía que ver con la discusión que habíamos tenido realmente, pero que debía presentarse, sin embargo, como resultado de nuestro trabajo en la conferencia general de cierre del congreso». El método empleado, pues, no es ninguna novedad.
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