(Diario de Mallorca/InfoCatólica) «Te escribo estas letras para manifestarte una vez más mi aprecio y reconocimiento. Sé que desde hace tiempo vives marcado por el dolor al ver que las acusaciones de las que fuiste objeto –y que fueron archivadas por vía judicial–, no han tenido una respuesta suficiente en orden a la restitución de tu honor y buena fama. Es muy difícil restituir la fama a quien ha sido objeto de difamación, cosa que te ha ocurrido a ti», comienza su carta el pastor de la diocésis de Mallorca.
El expárroco de Sant Sebastià fue acusado por un antiguo colaborador de la parroquia, una persona de nacionalidad boliviana, de haber mantenido relaciones sexuales tanto con su esposa como con sus hijos, menores de edad.
Estas acusaciones, investigadas tanto por la justicia ordinaria como por el tribunal eclesiático, fueron finalmente archivadas en septiembre del año pasado al no encontrar ninguna de las dos instancias indicios de verosimilitud en ellas.
Seis meses antes del archivo de las denuncias, en marzo, Miralles y el canónigo de la Seu protagonizaron un violento altercado en plena calle, tras el cual Darder le denunció ante la justicia ordinaria, juicio de faltas que finalmente no llegó a celebrarse tras retirar la denuncia este último alegando que «renuncio al ejercicio de acciones penales y civiles contra Alfred Miralles aplicando la caridad y el perdón cristiano».
En esta renuncia jugó un importante papel el archivo de las acusaciones contra Miralles, como el propio Darder confesó: «Desde el principio pensé en retirar la denuncia contra Miralles, pero aplacé la decisión en espera de que se aclarase qué había pasado con la familia boliviana. Siempre he apoyado a los débiles y por eso he ayudado a esta familia para que se esclareciesen los hechos».
No obstante, el canónigo de la Seu no se disculpó explícitamente con Miralles, que aseguró que no solo Darder fue el instigador de las denuncias interpuestas por su excolaborador boliviano sino que además fue el propio obispo Salinas quien le forzó a renunciar a las acciones penales contra él por la pelea que protagonizaron en las calles de Palma.
«Quienes te acusaron, tenían la obligación moral de pedirte perdón, o al menos (admitir) su equivocación. No lo han hecho. Ciertamente yo no puedo sustituir a quien te ha acusado sin fundamento, pero en la medida en la que como obispo tengo una responsabilidad por el bien de toda la Diócesis y de cada uno de sus miembros, te pido perdón», subraya Salinas en la carta aludiendo veladamente al canónigo.
«Por tu larga experiencia, sabes que cuando las personas nos herimos, aunque deseemos encontrar el camino de la reconciliación, no resulta fácil. Necesitamos tiempo, pues toda herida necesita tiempo para ser curada; y también una actitud interior que nos permita afrontar esta realidad. Como cristianos no podemos renunciar a lo que es justo, pero es verdad que también aspiramos a hacer realidad el perdón cuando alguien nos ofende».
Por todo ello, el prelado manifiesta su intención de «hacerme cargo de tu dolor y de la exigencia de justicia que te habita. Estas letras quieren manifestar por mi parte mi reconocimiento hacia tu persona, al tiempo de contribuir a la restitución de tu buena fama».
Tras sugerirle que «recuerdes a tantas personas a las que tu has ayudado y has invitado a perdonar», el obispo de Mallorca concluye la misiva dirigida a Miralles admitiendo que «seguramente estas letras no curan, no son suficientes, pero sí que son una expresión sincera de aprecio hacia ti para que la buena fama que ha guiado tu vida a lo largo de tu ministerio sacerdotal continúe resplandeciendo».