(Portaluz/InfoCatólica) El proyecto concreta la evolución que por evidente gracia de Dios también Lawler ha vivido, para integrar la doctrina moral de la Iglesia en el ejercicio de la profesión.
Cuando inició su labor profesional tenía claro que él no realizaría abortos. Sin embargo con derivar a otros a quienes solicitaban esta práctica le pareció suficiente. Recuerda que tampoco tenía conflicto con prescribir píldoras anticonceptivas. «Todos los profesionales que conocí entonces lo hacían, incluyendo médicos católicos que yo admiraba. Pensé que nada estaba mal… entre los médicos no hay muchos que sientan que es importante ser católico 24 horas, los 7 días de la semana».
Pero la esposa de Robert no estaba conforme con esta «tibieza». El propio Lawler cuenta al Catholic New World de Chicago que ella tuvo mucho que ver en su evolución hacia la fe. «Hace 15 años cierto día encontré en mi bolsa de golf unos folletos sobre la encíclica del Papa Pablo VI Humanae Vitae, que argumentan la enseñanza de la Iglesia en contra de la anticoncepción», bromea, recordando en ese hecho la permanente preocupación de su esposa.
La fe en el ejercicio de la profesión
Pocos días después una trascendental experiencia le llevaría a comprender que debía tomar una opción de coherencia radical… «Tuve visiones de mi encuentro con el Señor en el día del Juicio Final y oía que me decía: «OK, Robert, ¿qué parte de intrínsecamente malo no entendiste acerca de la anticoncepción?». Esto le llevó a recordar que cada vez eran más jóvenes las niñas que llegaban junto a sus padres a pedir anticonceptivos y decidió que «nunca más volvería a hacerles entrega de anticonceptivos. La gente –agrega- los compra como si fueren un paquete de cigarrillos e incluso algunos hoy me dicen que aunque yo no los prescriba van a conseguirlos, y yo les replico «¿qué tal un poco menos de control de la natalidad y un poco más de control de sí mismo?».
El primer día que se negó a prescribir no fue fácil reconoce, «fue un día muy largo, y luego un año muy extenso… la gente no era tímida para expresar lo que pensaban de la Iglesia Católica o el médico católico».
Médicos pro vida
Pero Lawler asegura que con base médica y moral está ejerciendo su derecho a denunciar un trasfondo mucho más dramático en el asunto...
«Digamos que hay una joven que llega afectada por períodos muy dolorosos. Si ella va a un ginecólogo, nueve de cada 10 veces, saldrá con una receta para la píldora en la mano. Sin embargo, ¿por qué tiene periodos menstruales dolorosos? ¿Tiene endometriosis o hay algo más en juego? Yo no considero los anticonceptivos orales como un tratamiento para cualquier cosa. Puede suprimir los síntomas, pero no estamos tratando nada».
Fue el testimonio de Lawler y sus argumentos de vivir la profesión médica en coherencia con la fe lo que luego colaboró también a la conversión de su colega Anthony Caruso. Así hoy ambos profesionales promueven y educan a las mujeres en los beneficios que para su salud reporta la planificación familiar natural, animándoles a considerar además que para concebir un bebé todo momento es bueno, una vez que una pareja está casada. Tener hijos tempranamente, a menudo es más fácil, dicen, pues así se evitan los problemas de fertilidad que aumentan con la edad.
No estamos sugiriendo –puntualiza Lawler- que hay algo malo con que las mujeres conciban y den a luz a los 40 años. Sue Zabilka, una de sus pacientes, da testimonio de ello… Ella supo de Lawler porque sus hijos asistían al mismo colegio que una hija del profesional, en Lemont. Cuando hace 11 años se enteró del perfil católico en la práctica del médico decidió ser su paciente. Zabilka hoy tiene tres hijos, de 17, 13 y 2 años, amén de haber padecido dos abortos involuntarios.
«Cuando estaba embarazada de mi hija menor –confidencia Sue-, Lawler se tomó el tiempo para asegurarme que las mujeres de 40 años pueden tener y tienen embarazos saludables. ¡Utilizó el ejemplo de su propia madre, quien tuvo a su hijo menor a los 46 años! Sencillamente pacificó mi mente», confirma Zabilka.
Lawler y su colega Caruso apuestan al desarrollo de su clínica confiados en que son muchas las pacientes que desean la oferta médica que ellos entregan, no sólo por estar acorde a las enseñanzas de la Iglesia, sino también porque quieren vivir una vida libre de químicos innecesarios en tanto sea posible.
«Hay gente por ahí que nos apoya, y hay gente por ahí esperando que esto se destruya…». Pero el éxito o el reconocimiento del mundo no es algo que a Lawler le quite el sueño. Es él mismo quien nos recuerda el sentido de todo en su vida y que da razón a su sello profesional: «Quiero llegar al cielo».