(EP/InfoCatólica) «Pienso ahora en la tentación, que tal vez podamos tener nosotros y que tantos tienen de anunciar el Evangelio con bastón inquisitorial, de condena. No, el Evangelio se anuncia con dulzura, con fraternidad, con amor», ha remarcado el Pontífice en la fiesta de la 'Imposición del nombre de Jesús, titular de la Compañía'.
Además, ha remarcado que una fe auténtica «implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo» y ha invitado a preguntarse: «¿Tenemos también nosotros grandes visiones? ¿somos también nosotros atrevidos? ¿nuestro sueño es volar alto? ¿o somos mediocres y nos contentamos con nuestra programación apostólica de laboratorio?».
A esta pregunta, ha contestado que «la fuerza de la Iglesia no habita en ella misma, en su capacidad organizativa sino que se esconde en las aguas profundas de Dios, en las que se agitan los deseos, los cuales alargan el corazón», como decía San Agustín.
«Sin la inquietud somos estériles»
Asimismo, ha invitado a cuestionarse si el corazón de cada uno ha preservado el interés por la búsqueda o si se ha «atrofiado», si está siempre «en tensión, un corazón que no descansa, que no se cierra en sí mismo, que late al ritmo del pueblo fiel de Dios». «Solo esta inquietud –ha subrayado– da paz al corazón de un jesuita. No debemos cansarnos de proclamar el kerigma, de evangelizar con valentía. Sin la inquietud somos estériles».
En este sentido, ha indicado que «si el Dios de la sorpresa no está en el centro, la Compañía (de Jesús) se desorienta». Por eso, ha añadido que ser jesuita significa ser «una persona de pensamiento incompleto, de pensamiento abierto, que piensa siempre mirando al horizonte que es la gloria de Dios que sorprende sin cesar». «¡Esta es la inquietud de nuestra vorágine!», ha exclamado.
Así lo ha expresado durante esta Misa en la que se ha celebrado la fiesta de la 'Imposición del nombre de Jesús, titular de la Compañía', que hasta ahora se conmemoraba el 1 de enero, Fiesta de Santa María, Madre de Dios, y de la Imposición del nombre de Jesús, pero que este año, por primera vez, se ha celebrado este viernes para hacerla coincidir con el día que toda la Iglesia celebra el Santísimo Nombre de Jesús.
«Pedro Fabro, un hombre de grandes deseos»
Además, frente a las «tentaciones» que se pueden tener, el Pontífice ha pedido que el corazón esté centrado en Cristo, pues «solo si se centra en Dios, es posible ir a las periferias del mundo», algo que, según ha recordado, hizo Pedro Fabro que viajó sin descanso incluso a través de las fronteras geográficas hasta el punto que se decía de él: «Parece que no ha nacido para quedarse quieto en ninguna parte».
Y es que Fabro, según ha añadido, era «un hombre de grandes deseos, un hombre modesto, sensible, de profunda vida interior, con un espíritu inquieto» que «estaba completamente centrado en Dios».
Finalmente, aunque ha admitido que todos son «contradictorios, incoherentes, pecadores», ha precisado que quieren «caminar bajo el resguardo de Jesús» así como «luchar bajo la bandera de la Cruz en la Compañía del nombre de Jesús» y tener una vida llena de «grandes deseos».