(Efe) Adoradas durante siglos como deidades pero recluidas y solitarias en sus templos, las "kumaris" o "niñas diosas" de Nepal han recibido ahora el socorro del Tribunal Supremo, que ha garantizado su derecho a ser como los demás niños.
El Supremo se ha pronunciado sobre un recurso presentado hace tres años por la abogada y activista de los derechos humanos Pun Devi Maharjan, quien mantenía que las "kumaris" se veían privadas de sus derechos a la educación, a la libertad de movimiento o a elegir alimentos.
"El Tribunal ha pedido al Gobierno que continúe con la tradición" pero sin que se violen los derechos de las 'kumaris' (vírgenes), como la educación o la sanidad, de acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas para la Infancia", ha explicado el vicesecretario del Supremo, Hemanta Rawal.
Un comité velará por sus derechos
Rawal agregó que el Gobierno deberá crear un comité de cinco personas encargado de informar al Tribunal en el plazo de un año de las medidas adoptadas para acatar el veredicto.
"Esta es una decisión positiva -ha señalado el activista por los derechos del niño Tarak Dhital-, quizá ahora puedan ir a la escuela y hacer pausas durante los rituales religiosos".
Las 'kumaris', seleccionadas entre niñas que no han alcanzado la pubertad por poseer 36 virtudes que las hacen "perfectas" , son reverenciadas por los hindúes y budistas de Nepal por su supuesto carácter protector frente a los demonios.
Pero su condición divina lleva aparejados una alimentación a base de comida ritual "pura", su reclusión en un templo y la prohibición de tener contacto con los demás, por lo que no pueden ir al colegio ni disfrutar una infancia normal.
"No debería haber barreras que impidan a las 'kumaris' acudir a la escuela o disfrutar de su derecho a la sanidad, porque no hay documentos históricos ni religiosos que restrinjan esos derechos", sostuvo el Tribunal en el veredicto.
Desde temprana edad, las 'kumaris' son visitadas por decenas de miles de nepalíes y turistas, quienes acuden a sus templos a recibir su bendición, hasta que cesan en su puesto con la primera menstruación y son sustituidas. Una vez al año, al final del monzón, salen en procesión adornadas como colibríes para repartir sus bendiciones.
Las pequeñas diosas ocupan tres puestos en el valle de Katmandú, donde el avatar -encarnación de un dios en la cultura hindú- rige desde hace siglos los destinos religiosos de las antiguas ciudades-estado de Katmandú, Lalitpur y Bhaktapur.
Polémicas restricciones
De las restricciones que sufren las niñas da buen ejemplo la polémica que afectó el año pasado a la "niña diosa" de esta última ciudad, Sajani Shakya, por viajar a EEUU sin pedir permiso previo de las autoridades religiosas. Shakya, una niña de 12 años que ya ha dejado su puesto, asistió al estreno de un documental sobre su figura. Fue la primera "kumari" que salíó del país, pero a cambio sufrió una amenaza de expulsión por haber "desafiado la tradición".
En su calidad de "protectora del reino", los sacerdotes decidieron "perdonarla", pero su caso hizo que arreciaran las críticas de los grupos defensores de los derechos humanos, que califican a las "kumaris" como niñas de infancia robada.
Esa presión ha traído algunas reformas, como la de que puedan recibir educación a través de un tutor, para que su transición al mundo "mortal" sea más fácil.
A la espera de cómo resuleve este problema el Gobierno, en manos maoístas, el Supremo ha ordenado disponer una pensión para las 'kumaris' cuando dejan su puesto, pues con él han contribuyen a mantener la cultura y la religión.