Es un signo de madurez democrática frente a las tentaciones totalitarias

García-Gasco:"La objeción de conciencia es un derecho de cada ciudadano en las sociedades libres"

En su última carta semanal el Arzobispo de Valencia, Cardenal Agustín García-Gasco, afirma que una sociedad libre protege el derecho a la objeción de conciencia de sus ciudadanos, el cual es "un signo de madurez democrática frente a las tentaciones totalitarias". En medio de la controversia que genera la imposición de la asignatura de Educación para la Ciudadanía (EpC), el Purpurado recordó que cuando un ciudadano se encuentra frente a una ley injusta, y por tanto, contraria al orden moral, tiene la obligación de negarse a obedecerla.

(AVAN/InfoCatólica*) El cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, defiende en su carta de esta semana el “derecho humano elemental” a la objeción de conciencia y llama a que sea reconocido y protegido por la ley. Según el cardenal, "los gobiernos que protegen y tutelan la objeción de conciencia otorgan mayor grado de libertad a sus ciudadanos", dado que se trata de un "signo de madurez democrática" frente a las "tentaciones totalitarias que también pueden aparecer camufladas en todo sistema político, incluido el de las democracias parlamentarias".

Además, el purpurado recuerda que "la doctrina de la Iglesia afirma sin titubeos que el ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las autoridades civiles si éstas son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio".

En su carta, que titula "La objeción, un derecho en las sociedades libres", el titular de la archidiócesis de Valencia manifiesta que "las leyes injustas colocan a la persona moralmente recta ante dramáticos problemas de conciencia" y asegura que "cuando las personas son llamadas a colaborar en acciones moralmente ilícitas, tienen obligación de negarse".

El cardenal García-Gasco sitúa este reconocimiento de la objeción de conciencia dentro de la necesidad de “conocer y poner en práctica la Declaración Universal de Derechos Humanos", que es un "medio eficaz para fomentar la paz". A este respecto asegura que "uno de los nervios de la cultura de los derechos humanos es que la lucha por las libertades es inherente a la dignidad humana". Según el purpurado, "nunca estará del todo concluida esta lucha, porque siempre encontraremos personas que necesitan apoyo para ver defendida su dignidad humana".

De igual manera, "nunca tendrá una ideología, un partido, o un país, el monopolio del desarrollo de las libertades inherente a la persona, porque la dignidad humana no puede ser completamente expresada por una visión singular del mundo". En este sentido, el arzobispo de Valencia expresa también que la Iglesia católica "ejerce también con plena convicción este papel de servidora de la dignidad humana",.

Más adelante, el cardenal señala que la verdadera soberanía en la dignidad humana "llama a la autoridad política a dejarse guiar por la ley moral, fundamento de los derechos humanos".

Precisamente, "de este orden proceden la fuerza que la autoridad tiene para obligar y su legitimidad". De ahí que la autoridad "debe reconocer, respetar y promover los valores humanos y morales esenciales, que derivan de la verdad misma del ser humano, y que expresan y tutelan la dignidad de la persona". Son valores que "no se fundan en mayorías de opinión provisionales y mudables", sino que deben ser "reconocidos, respetados y promovidos como elementos de una ley moral objetiva, ley natural inscrita en el corazón del ser humano, y punto de referencia normativo para la ley civil".

Por todo ello, el cardenal arzobispo de Valencia concluye que la autoridad "debe emitir leyes justas, conformes a la dignidad de la persona humana y a los dictámenes de la recta razón". Por el contrario, "cuando una ley está en contraste con la razón se convierte en una fuente de tensiones y germen de violencias".

Al término de su carta, el cardenal asegura que "las experiencias vividas en el siglo XX y en los albores del XXI reiteran la sabiduría de estos principios". La Iglesia "siempre estará dispuesta a encontrarse y a caminar con aquellos que quieran promover la dignidad humana por la razón, no por la fuerza", señala el purpurado.

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