(Zenit) Con ocasión del centenario de la fundación del Pontificio Instituto de Música Sacra, Benedicto XVI envió una carta que el Gran Canciller del Instituto, el cardenal Zenon Grocholewski, leyó el 26 de mayo pasado en la apertura del congreso internacional de música sacra.
El Papa recuerda que la Escuela Superior de Música Sacra, fundada por san Pío X, fue elevada veinte años después por Pío IX a Pontificio Instituto. Para captar claramente la identidad y la misión, ha observado, “es oportuno recordar que el Papa san Pío X lo fundó ocho años después de haber emanado el Motu proprio Tra le sollecitudini, del 22 de noviembre de 1903, con el que llevó a cabo una profunda reforma en el campo de la música sacra, volviendo a la gran tradición de la Iglesia contra las influencias ejercidas por la música profana, especialmente operística”.
Esta intervención magisterial “necesitaba para su realización en la Iglesia universal, de un centro de estudio y de enseñanza que pudiese transmitir de modo fiel y cualificado las líneas indicadas por el Sumo Pontífice, según la auténtica y gloriosa tradición que se remonta a san Gregorio Magno”.
En los últimos cien años el Instituto ha “asimilado, elaborado y transmitido los contenidos doctrinales y pastorales de los Documentos pontificios, como también del Concilio Vaticano II, concernientes a la música sacra, para que puedan iluminar y guiar la obra de los compositores, de los maestros de capilla, de los liturgistas, de los músicos y de todos los formadores en este campo”.
La música sacra y la relación entre sana traditio y legitima progressio
El Pontífice por lo tanto ha querido subrayar “un aspecto fundamental” que le es muy querido”: como desde San Pio X hasta hoy “a pesar de la natural evolución, la sustancial continuidad del Magisterio sobre la música sacra en la Liturgia”. En particular, ha observado Pablo VI y Juan Pablo II, a la luz de la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, quisieron reafirmar el fin de la música sacra, es decir, "la gloria de Dios y la santificación de los fieles" y los criterios fundamentales de la tradición.
Entre éstos, el Papa recordó “el sentido de la oración, de la dignidad y de la belleza; la plena adhesión a los textos y a los gestos litúrgicos; la implicación de la asamblea y, finalmente, la legítima adaptación a la cultura local, conservando al mismo tiempo la universalidad del lenguaje; la primacía del canto gregoriano, como modelo supremo de música sacra, y la sabia valoración de las demás formas expresivas, que forman parte del patrimonio histórico-litúrgico de la Iglesia, especialmente, pero no solo, la polifonía; la importancia de la schola cantorum, en particular en las iglesias catedrales”.
Benedicto XVI reconoció que a veces estos elementos “se consideraron expresiones de una concepción que respondía a un pasado que superar y descuidar, porque limitaba la libertad y la creatividad del individuo y de las comunidades”. “Pero tenemos que preguntarnos siempre de nuevo: ¿quién es el auténtico sujeto de la Liturgia? La respuesta es sencilla: la Iglesia. No es el individuo o el grupo el que celebra la Liturgia, sino que es ante todo acción de Dios a través de la Iglesia, que tiene su historia, su rica tradición y su creatividad” comentó.
Como recordó el Papa en su discurso al Pontificio Instituto Litúrgico el 6 de mayo, la liturgia, y en consecuencia la música sacra “vive de una relación correcta y constante entre sana traditio y legitima progressio”, teniendo bien presente que estos dos conceptos se integran mutuamente porque “la tradición es una realidad viva, que por ello incluye en sí misma el principio del desarrollo, del progreso”.
Todo esto, escribe el Papa al cardenal Grocholewski “forma, por así decirlo, el "pan cotidiano" de la vida y del trabajo del Pontificio Instituto de Música Sacra”, al que alienta “a llevar adelante con renovado ímpetu y compromiso vuestro servicio en la formación profesional de los estudiantes, para que adquieran una seria y profunda competencia en las diversas disciplinas de la música sacra”, concluye.