(EWTN/Aci) “Los adolescentes y jóvenes leen un segundo mensaje: la incitación a tener relaciones sexuales, incluso con diferentes personas”, advirtió el obispo.
Mons. Aguilar explicó que no existe ningún anticonceptivo perfecto y advirtió que “quienes ‘ganan’ son los que promueven una mentalidad y voluntad permisiva, de libertinaje sexual, y quienes están atrás en el negocio de los anticonceptivos”.
Los anticonceptivos generan entonces el deterioro de las relaciones personales, el respeto y la ternura, con lo que crece “la cosificación de la relación, basada en cuerpos que dan placer. Prevalece el instinto sobre la inteligencia, la afectividad y la voluntad”.
El Obispo advirtió además que “quien usa anticonceptivos envía este mensaje: ‘Te quiero, pero estéril’. La fertilidad, que es tesoro, se convierte en amenaza y en enfermedad” que constituye además la “degradación de la propia vida, de la vida del otro y el rechazo a la máxima obra creativa”.
Función educadora de la familia en la recta sexualidad
Tras recordar que toda relación sexual tiene dos dimensiones que la hacen plenamente humana, la procreativa y la unitiva, y que deben darse solo entre los esposos, el obispo alentó a los padres a educar en libertad a sus hijos.
“Hay que hablar con apertura, pero también con amor y precisión, teniendo en cuenta la edad, el sexo y el estilo de ser de los hijos. Verificar si los hijos están de acuerdo y valoran la relación sexual para vivirla sólo en el matrimonio”, exhortó.
Tras alentar a ser vigilantes con la educación sexual que reciben los hijos en las escuelas, Mons. Aguilar subrayó el papel de la familia en esta tarea.
“En la familia, ayudada por la escuela, por la Iglesia y por el Estado, deposito mi confianza para sanear y revertir la proliferación de madres adolescentes”.
Asimismo, el Obispo de Tehuacán instó a no rechazar sino a acoger a aquellas hijas que se convierten en madres adolescentes y a amar y atender “esa vida humana que se ha empezado a gestar”
Asimismo exhortó a acompañar a las demás con “diálogo y amor para que, mediante una educación integral, (…) ellas se respeten a sí mismas y se den a respetar; que los adolescentes varones aprendan a respetar a la mujer en su dignidad y nobleza”.
“¿Imposible llevar a cabo esto? No. ¿Difícil? Sí y mucho; pero es posible, si de verdad lo queremos y nos unimos, al menos en familia, para lograrlo. Y que vaya habiendo más y más familias unidas, funcionales, que apoyen a otras familias”, concluyó.