(La Voz de Galicia/InfoCatólica) El ritual fue una procesión por las doce cruces de consagración originales y recientemente restauradas, que simbolizan los doce pilares de la Iglesia, los doce apóstoles. El cortejo lo encabezó el arzobispo compostelano, Julián Barrio, seguido de los obispos de Lugo, Mondoñedo-Ferrol, Tui-Vigo, el de la diócesis portuguesa de Lamego, el cabildo compostelano, el presidente de la Xunta, Núñez Feijoo; el alcalde de Santiago, Sánchez Bugallo; y el teniente general de la Fuerza Logística, Aparicio Hernández-Lastres, que después ocuparon el estrado de honor durante la misa.
El PP criticó la ausencia de representación institucional “de primer nivel acorde con la trascendencia” del acto por parte del Gobierno central. En un comunicado, los populares acusaron al gobierno de Rodríguez Zapatero y al PSOE de “despreciar a Galicia ignorando el 800 aniversario de la catedral”.
Motetes
La novedad de este recorrido procesional residió en que delante de cada cruz el cortejo de detenía y la Capella Compostelana, la formación musical y polifónica que dirige Miro Moreira, interpretó los motetes, música compuesta expresamente por Joám Trillo con los textos de las inscripciones que figuran en el círculo en el que está tallada la cruz, así como el sol y la luna, el alfa y la omega. Los textos son dísticos latinos de carácter conmemorativo o espiritual.
La procesión acabó introduciendo la Eucaristía concelebrada por los obispos gallegos, los deanes de varias catedrales españolas y un gran número de sacerdotes de la diócesis compostelana. El arzobispo, que tras saludar a las autoridades, fieles, peregrinos, televidentes y radioyentes señaló que en la jornada de ayer “la historia se hace memoria viva”, pronunció una homilía centrada en el simbolismo de la consagración del templo y su significado “como edificio sacro, casa de Dios y de los hombres”.
Señaló que la catedral de Santiago, como meta de peregrinación, “ofrece el patio de los gentiles, espacio abierto que invita a todo el mundo a rezar al único Dios”. En la última parte apeló a volver al Evangelio. “Echamos en falta altura humana y espiritual en el tratamiento de los asuntos religiosos, culturales, sociales, económicos y políticos en nuestra sociedad”.