(Marcos Pita/Efe) En la iglesia de Betfagé, una aldea palestina que hace dos milenios estaba fuera de la ciudad, se encuentra la piedra que usó Jesús para montar el borrico con el que entró en Jerusalén entre alabanzas para celebrar la Pascua.
Desde ese punto, un crisol de palestinos cristianos y peregrinos de infinidad de naciones comenzó un recorrido de cuatro kilómetros lleno de “Hosanás” y cantos de amor a Jerusalén en francés, inglés, árabe, español o latín. En su recorrido, los creyentes pasaron junto al Huerto del Getsemaní, donde, según los Evangelios, Jesús vivió las horas previas a que Judas le entregase a los soldados romanos.
La temperatura, en torno a los 34 grados centígrados, hizo aflorar gorros y parasoles, pero no frenó un instante el tono alegre y plural que impregna la procesión, dirigida por los monjes de la Custodia de Tierra Santa, de la orden de San Francisco de Asís.
El secretario de la Custodia, Padre Silvio Rogelio de la Fuente, recordó frente a la iglesia que el Domingo de Ramos es una “fiesta de toda la cristiandad” en el que los conventos y el clero local abren sus puertas a todos los fieles. “Ese día las piedras de Jerusalén gritan porque el Mesías está entrando en su ciudad, está haciendo su ingreso triunfal y, con él, todos los cristianos que vienen de todas las partes del mundo”, señala este franciscano natural de Buenos Aires.
De todas partes del mundo
Polonia, India, Egipto, Francia, Trinidad y Tobago, España o Alemania eran sólo algunos de los países de origen de los miles de peregrinos que entonaban cánticos, rezaban o simplemente caminaban en silencio. Sobre las cabezas, una marea de palmas y ramas de olivo se confundía con las distintas banderas, mientras que el sonido de guitarras, darbukas, panderetas (y algún que otro violín o flauta) hacía las cuestas más llevaderas.
“Vemos gentes de todas nacionalidades y todas lenguas. No nos entendemos, pero todos vinimos a festejar que Jesús entró aquí como rey”, señala la chilena Angélica. También la estadounidense Gil siente como “una bendición que no tiene mucha gente” su quinta presencia en una celebración que “trae la humanidad de Jesús a la tierra”.
Benny Di Bitonto, católico italiano residente en Jerusalén, vive como un “privilegio poder hacer el mismo recorrido que hizo Jesús” días antes de su crucifixión. “Es una gracia especial poder celebrar la Pascua aquí, en esta ciudad tan especial, una ciudad que sigue manchada por la violencia, por la sangre, por la injusticia, al igual que hace 2.000 años”, argumenta.
Las celebraciones en Jerusalén
El acto más importante de las celebraciones de Pascua será el Vía Crucis del Viernes Santo, procesión que reproduce el itinerario que recorrió Jesucristo por la Vía Dolorosa hasta el lugar de su crucifixión. Un día antes, los fieles recrearán la última Cena de Jesucristo y la ceremonia del Lavatorio de los Pies de doce miembros de la comunidad cristiana en el Cenáculo del Monte Sión.
Este año, el calendario ortodoxo cristiano coincide con el que siguen católicos y protestantes, por lo que, a diferencia de lo habitual, todos los ritos celebran a la vez la Semana Santa.