(Fides/InfoCatólica) En un análisis enviado a la Agencia Fides, Jacob, personalidad de relieve en la campaña para la abolición de la ley sobre la blasfemia y la defensa de la justicia, la libertad religiosa y los derechos humanos en el país, explica las raíces del fenómeno de los “jóvenes fundamentalistas”, que ahora preocupa a los observadores y que emerge en las noticias a nivel nacional e internacional
De hecho, después del caso de Asia Bibi, se ha elevado a un primer plano la red “Tehrik Tahaffuz Namoos-i-Risalat” (TTNR, “Alianza para defender el honor del Profeta”), una red de partidos y movimientos islámicos que ha unido a todos los grupos fundamentalistas (incluso de diferentes escuelas de pensamiento) presentes en Pakistán. La TTNR promueve públicamente una agenda nacional de islamización, defendiendo con la espada desenvainada de la ley sobre la blasfemia y amenazando de muerte a cuantos piden la derogación.
Lo que sorprende en este contexto es la presencia de movimientos juveniles, como el de los abogados paquistaníes guiado por Rao Abdur Raheem: son los jóvenes de treinta años definidos como “la generación Zia”, porque nacieron y han crecido en el sistema educativo definido por el dictador Zia-ul Haq, quien se alió con los grupos islámicos conservadores y comenzó amplias políticas de islamización de la sociedad, cuya hija es la ley sobre la blasfemia.
Intervención en el sistema educativo nacional
Con el fin de luchar eficazmente contra el fundamentalismo, afirma Peter Jacob a Fides, es urgente intervenir en el sistema educativo nacional:
“El nuevo Plan Nacional de Educación (National Education Policy) del 2009 no ha cambiado de ninguna manera las políticas implementadas en el pasado, que han alimentado el fundamentalismo. Los estudios islámicos se han convertido en obligatorios en las escuelas públicas en 1976. Y, después del golpe de Estado del general Zia, el currículo de estudios ha sido rellenado a todos los niveles, y de tanto material religioso que las escuelas públicas parecen competir con las madrasas (escuelas coránicas)”.
Para los ciudadanos no musulmanes, explica el secretario, se encontró la trampa de implantar la enseñanza de la asignatura de “ética”, “pero los problemas continúan existiendo: hoy en día casi un millón de estudiantes no musulmanes están obligados a seguir los estudios islámicos para obtener un título válido. Y además la enseñanza de la ética refleja la ética islámica”, señala Jacob. Como nación, hace falta
“un suplemento de reflexión sobre el impacto que estas políticas educativas han tenido en la sociedad. Los indicadores de los estándar internacionales sobre la educación plantean graves interrogantes. Si queremos que nuestros jóvenes estén preparados para vivir como ciudadanos responsables, respetuosos de la ley, y no crezcan como intolerantes y parciales, Pakistán tiene que cambiar radicalmente el contenido de la educación pública: debe pasar de centrarse en la religión islámica a centrarse en los valores cívicos, que apunta a una educación de calidad. Este tipo de educación no permitiría el florecimiento de la intolerancia, que por el contrario, se hace bastante difícil de controlar si no se interviene con decisión sobre el plan de estudios de las escuelas y universidades”.