(Bruno Moreno/InfoCatólica) El actual Maestro de las Celebraciones Litúrgicas pontificias, Monseñor Guido Marini, respondió en una reciente entrevista a las preguntas del periodista Giovanni Tridente sobre la liturgia, uno de los temas de fondo del pontificado de Benedicto XVI. Monseñor Marini explicó que la liturgia “es como el asomarse del cielo sobre la tierra, de modo que la tierra, el mundo de los hombres, es tocado en cierta manera por el cielo, el mundo de Dios, que es Verdad y es Amor”. En ese sentido, “en el tiempo de la nueva evangelización se requiere también un particular esfuerzo para una renovada formación litúrgica”.
Las celebraciones que organiza tienen una importancia añadida, que reside en que la liturgia papal es “un ejemplo para la liturgia de toda la Iglesia, verdadero magisterio litúrgico ofrecido a todos”. Por eso, debe ser siempre la fiel expresión del pensamiento litúrgico del Papa. Para Mons. Marini, “el criterio que se intenta seguir es el de la belleza, porque la liturgia está llamada a expresar, también en el lenguaje humano de los signos, la belleza del misterio de Dios que es Amor”. En ese sentido, hay que tener cuidado con ciertas tendencias modernas a obviar la belleza y el simbolismo propios de la liturgia: “El minimalismo no es el lenguaje apropiado en el arte litúrgico. Como nos han enseñado también los santos, para el culto de Dios hay que reservar lo mejor. De aquí es de donde nace, entre otras cosas, la verdadera caridad y el amor hacia los hermanos”.
El periodista le preguntó también sobre los evidentes cambios en las celebraciones pontificias desde que Monseñor Guido Marini asumió el papel de Maestro de las Celebraciones Pontificias en 2007, en sustitución de Piero Marini, que ocupó este cargo durante el pontificado de Juan Pablo II. De hecho, existe un gran contraste entre ambos monseñores, uno de los cuales fue secretario de Annibale Bugnini, el gran promotor de la reforma litúrgica postconciliar, mientras que el otro es discípulo del Cardenal Siri, mucho más tradicionalista. Monseñor Guido Marini explicó que los cambios en la liturgia papal se deben, en esencia, a la voluntad del propio Papa, ya que él simplemente se propuso “ser en lo posible un servidor fiel del Santo Padre y de su vida litúrgica, esforzándome por colaborar para que la liturgia papal fuese lo más posible expresión de sus orientaciones y de sus indicaciones”. Un ejemplo de estos cambios es la sustitución del báculo-crucifijo papal introducido por Pablo VI por la férula o cruz pastoral, más adecuada a la tradición papal de siglos anteriores. Este hecho, además del uso de vestiduras litúrgicas antiguas, constituyen una “señal de continuidad con la historia que nos precede, un aprecio por los tesoros de familia, que son patrimonio litúrgico de la Iglesia de ayer y de hoy”.
En cuanto al cambio producido en la orientación del sacerdote al celebrar la Misa después del Concilio Vaticano II, Monseñor Marini subrayó que “en realidad, la única orientación auténtica de la celebración litúrgica es hacia Dios. Otra cuestión es la que atañe a cómo esta orientación, concretamente, encuentra realización en la disposición del edificio-iglesia, del altar, del crucifijo”. Como signo de esa orientación de todos hacia Dios, en las Misas papales se coloca el crucifijo en el centro del altar, ya que, como señaló el propio Benedicto XVI, “la idea de que sacerdote y pueblo deberían mirarse recíprocamente en la oración ha nacido sólo en la cristiandad moderna, y es completamente extraña a la antigua”. La oración debe realizarse mirando todos en la misma dirección, o “hacia Oriente como símbolo cósmico por el Señor que viene” o hacia “la cruz en el centro del altar, hacia la cual puedan mirar juntos sacerdote y fieles”.
También se mencionó en la entrevista la importancia del silencio en la liturgia, que “es sagrado porque nos permite dejar que resuene en las profundidades del corazón la extraordinaria experiencia del encuentro sacramental y de amor con el Verbo de Dios”. Por otra parte, la costumbre del Papa de pedir a que en sus celebraciones se reciba la comunión de rodillas y en la boca busca “llamar la atención hacia la presencia real”, de manera que pueda “verse con claridad que allí hay algo especial”. Finalmente, en cuanto al empleo del latín, Monseñor Marini subrayó su “capacidad de dar expresión a aquella universalidad y catolicidad de la Iglesia a la que verdaderamente no es lícito renunciar”.