(J.A. Méndez/Alfa y Omega) Los cuatro hombres de la fotografía que ilustra esta página comparten muchas cosas. Cada uno ha pasado siete años en diferentes prisiones cubanas por defender en Cuba, de forma pacífica, que el poder pertenece al pueblo, y no al dictador que lo ocupa. Todos son miembros del Movimiento Cristiano de Liberación y del Proyecto Varela, un intento por convocar un referéndum democrático en la isla, para que los cubanos sean protagonistas de su propio cambio.
Gracias a la mediación de la Iglesia y del Estado español, los cuatro viven ahora exiliados en nuestro país, con sus familias, y ninguno sabe cuándo podrá volver a Cuba como ciudadano libre. Pero, sobre todo, a don Regis Iglesias, don Leonel Grave, don José Miguel Martínez y don Jesús Mustafá les une su fe en Cristo y su amor por la Iglesia. Hoy, los cuatro miran con esperanza al futuro y confían en vivir su fe activamente en España. El primer paso lo dieron el pasado fin de semana, cuando asistieron al Congreso Católicos y vida pública, en el que se proyectó un videomensaje de don Oswaldo Payá, coordinador del Movimiento Cristiano de Liberación. Él no pudo venir porque el régimen de Castro ha puesto precio a su cabeza.
Cortarse las venas, o peor
Don Jesús Mustafá es el más veterano de los cuatro. Sus 66 años le dan una perspectiva de la evolución (involución) de la isla: “Antes de llegar al poder, Castro decía que traicionar al pobre era traicionar a Cristo; pero cuando tomó el poder, traicionó al pobre y traicionó a Cristo”. Su testimonio, como el de sus compañeros, es escalofriante: “Fui encarcelado por pertenecer al Movimiento y condenado a 25 años. En la cárcel intentan doblegarte, y si no hubiera tenido fe, lo habrían conseguido. Te hacen insoportable la vida. He visto a presos torturados, a otros cortarse las venas, o inyectarse porquería u orín para ir al hospital y salir de la cárcel. Te intentan doblegar psicológicamente, no para que aceptes lo que ellos piensan, sino para que pienses como ellos”.
Si no lo consiguen, las consecuencias se extienden a la familia: “A mí me ofrecían salir a que me diera el sol si me cuadraba ante los militares. Como no lo consiguieron, la tomaron con mi familia. Expulsaron de la escuela y aislaron a mi nieto; tiraron bolas de plomo a mi mujer y a mi hija mientras dormían; intentaron arrancar una figura de Juan Pablo II que tenía en la puerta de mi casa...”
Prohibido leer la Biblia en la celda
Don José Miguel era miembro de la Legión de María en Cuba, y colaboraba con Cáritas para dar asistencia a los ancianos más pobres. Pero cuando las autoridades supieron que pertenecía al Proyecto Varela, anularon las iniciativas que había hecho en Cáritas, como el arreglo de una ambulancia y el alumbrado de un parque. Su estancia en prisión, lejos de debilitarle, parece haberlo hecho crecer: “Con el Proyecto Varela hemos conseguido que 25.364 cubanos hayan puesto su firma para desenmascarar la realidad”. A lo que don Regis Iglesias añade: “Es el intento más audaz, concreto y estructurado de entregar al pueblo la libertad y dignidad que le han robado. No queremos un baño de sangre, sino darle voz al pueblo de Cuba”.
El secreto de que la cárcel no haya hecho en ellos lo que sus captores intentaban, está en Dios: “En la cárcel de Cuba sólo te sostiene Dios -explica don José Miguel-. Cada día quedábamos para rezar, cada uno en su celda: leíamos la Biblia, reflexionábamos... Y aunque no podíamos vernos ni la cara, terminaron por prohibírnoslo”. La prohibición sirvió de poco: “A veces te dejaban hablar con el cura y, otras, dejaban a otro, para que nos tuviéramos celos, pero sentir a Dios en mi interior, me hacía cada vez más fuerte”, explica don José Miguel.
La revolución del Papa vs. la revolución de Castro
Don Leonel Grave, el más joven (34 años), se convirtió del baptismo a la Iglesia católica tras la Visita de Juan Pablo II a la isla, en 1998. Ahora, afirma que “lo que más me gustó de la Iglesia es que es una, en cualquier parte del mundo. Y su líder, el Papa, propone una revolución del amor, de la libertad y de la conciencia limpia, mientras que, en Cuba, el líder impone una revolución de odio, venganza y de lavado de conciencia”.
Aunque reconoce que “en prisión rezaba más, porque cuando estás aislado sientes a Dios contigo”, anima a otros a acercarse a Él: “En España he visto más falta de respeto a la Iglesia y a Dios, y menos gente en la iglesia, que en Cuba. Hay gente dormida, y merece la pena que se despierten a Dios”.