De los que aman a una Iglesia que no existe

¿Tanta crítica merece nuestra Iglesia? Por un lado, reconociendo las imperfecciones humanas que habrá siempre en la Iglesia, como consecuencia de estar compuesta -de tejas para abajo- de seres humanos, no veo yo de qué tenga uno que avergonzarse en «esta» iglesia en la que vivimos hoy en día.

En una página web de información religiosa se lee acerca de un grupo de cristianos “críticos” catalanes que quieren aprovechar la visita del Papa a Barcelona nada menos que para pedir la reforma del Papado. Lo que tenga que ver dicha visita con tal reforma no me acaba de quedar claro, es más, según mi modesto parecer, precisamente un evento como la visita hace pensar en dejar otro tipo de consideraciones aparte y meterse en este preciso momento a reformadores. Por otro lado, no creo que desde la perspectiva de la Iglesia universal un viaje del Papa a Barcelona ponga sobre el tapete de modo especial la reforma del papado, tema de por sí opinable y lícito en su planteamiento. Suena más bien a afán de protagonismo por parte de este grupo de cristianos “críticos”.

Pero no me interesa tanto ahora el oportunismo de dicho grupo sino su posicionamiento “crítico” ante la Iglesia. Que todos podamos aportar alguna idea para que la que es nuestra familia mejore cada día, está claro, es más, es algo bueno y un derecho de cada fiel, pero el posicionarse a priori como voz crítica en la Iglesia da una sensación penosa. No son los únicos, últimamente florecen los “críticos” como las flores del campo, en un extremo y en otro del campo de las opiniones, mientras la inmensa mayoría de los fieles están en medio de ambos extremos, viviendo lo mejor que pueden y haciendo poco caso a dichos extremos.

Hace poco escribía el abajo firmante acerca de unas declaraciones curiosas de uno de los que se posicionan en el “criticismo” sistemático. Con inmenso respeto a José María Castillo, teólogo octogenario y por lo tanto venerable por sus canas y su erudición, jesuita hasta hace unos años y ahora dedicado –leo en la Wikipedia– a coordinar, organizar, e impartir cursos, conferencias, congresos, seminarios, etc. por toda España y Latinoamérica, pero algunas afirmaciones de un artículo suyo reciente a todas luces parecen de poco recibo.

Dios libre al abajo firmante de criticar la teología de quien ha sido ilustre teólogo y mucho menos decir algo negativo sobre una trayectoria personal que merece el mismo respeto que la de toda persona, en este caso un sacerdote. Pero, sin entrar en teología (de la cual si yo quisiera presumir haría el ridículo), constatar que dicho artículo, del cual no sé si el autor o el editor subraya la frase “No me avergüenzo de la Iglesia. Me avergüenzo de esta Iglesia” y el título es “Orgullo y vergüenza” (lo de orgullo por la Iglesia, la vergüenza por “esta” Iglesia) no propone algo nuevo sino que entra en la línea propia de algunos teólogos de la Asociación Juan XXIII y otros similares como Boff, Küng, etc.

La tesis sería algo parecido a decir que la Iglesia, que tan valiente se mostró en el Vaticano II, abriendo las puertas para que entraran aires nuevos, en los últimos años ha ido cerrando dichas puertas, de modo que de aquel impulso, de aquella ilusión, quedaría bien poco, lo cual hace que la gente huya despavorida de una Iglesia cerril, más parecida al preconcilio que al postconcilio, por lo que crece el número de ateos y agnósticos. Y claro, de un tal adefesio que no pega para nada en los tiempos modernos no hay quien se enorgullezca, sino todo lo contrario, mientras que de “la” Iglesia, no la de ahora, sino la de otros tiempos, sí nos podemos enorgullecer.

Por supuesto, José María Castillo no dice esto de modo tan ramplón como aquí se expone, pero es lo que se puede deducir de artículos de distintos teólogos, incluido su aludido, que en los últimos tiempos critican abiertamente a la Iglesia concret en la que vivimos hoy. No se puede olvidar, por ejemplo, el artículo de González Faus en que afirmaban que hoy se nombran a los obispos en contra del Evangelio, por no recordar todas las cosas que Küng va publicando con alemana regularidad.

Sería injusto olvidar las críticas desde el extremo contrario, los que ven progresismo eclesial en cada rincón, indignidad del clero, abuso litúrgico donde no lo hay (a veces sí que lo hay, incluso grave), obispos que no son de la línea que a ellos les gusta, religiosos infieles a su carisma, etc. También éstos dan la matraca con cierta regularidad, pero no suelen ser teólogos de carrera tan ilustre como los anteriores, sino personajes mucho más modestos, por lo que sus críticas suelen quedar reducidas a ámbitos bastante concretos, leídas por unos pocos.

¿Tanta crítica merece nuestra Iglesia? Por un lado, reconociendo las imperfecciones humanas que habrá siempre en la Iglesia, como consecuencia de estar compuesta –de tejas para abajo– de seres humanos, no veo yo de qué tenga uno que avergonzarse en “esta” iglesia en la que vivimos hoy en día. Miro a mi alrededor y veo un Obispo de Roma o Romano Pontífice, que ambas cosas es, digno de admiración, intelectualmente envidiable y personalmente intachable. ¿Qué predica la doctrina de la Iglesia? No faltaba más, para eso está, no va a ir por medio mundo predicando opiniones teológicas más o menos discutibles, sino lo que los creyentes quieren oír, el mensaje de la Iglesia. Miro a los obispos, a los cuales en su mayoría desconozco, pero los que conozco me parecen pastores buenos y entregados (en el caso de los de mi diócesis, ejemplares). No todos pueden ser intelectualmente de primera ni todos pueden tener el celo de San Francisco Javier ni las virtudes de San Carlos Borromeo, pero creo que en general son pastores dignísimos a los que yo no me atrevería a criticar, pues no se lo merecen.

De mis hermanos sacerdotes, qué voy a decir, mirando a mi propia vida y aplicándolo a los demás, veo que hacemos lo que podemos por dar la vida por nuestra grey, en las circunstancias que podemos y con las luces que Dios nos da. Que entre las decenas de miles que somos haya algún garbanzo negro (no sólo sacerdotes, también seglares, religiosos o instituciones), menuda sorpresa. Precisamente estos venerables teólogos recordarán que de doce apóstoles que tuvo Jesús, uno le traicionó, otro le negó y casi todos los demás salieron corriendo y le dejaron solo en la pasión.

Veo una Iglesia que en el mundo se caracteriza por intentar hacer el bien. Con mejores o peores resultados, pero con la intención recta, no me cabe la menor duda: A los jóvenes, a los niños, las familias, los novios, los ancianos, los enfermos, a todos se les intenta ayudar con la palabra de Dios y la sabiduría cristiana. Y si queremos hablar de opción por los pobres, defensa de la justicia, promoción de los trabajadores, mediación en los conflictos, y  otras obras de justicia y misericordia, podríamos escribir una biblioteca entera.

Por otro lado lo de distinguir entre “la” Iglesia y “esta” Iglesia suena a truculento. Si la Iglesia se refiere a la de los libros, especialmente los libros que les gustan a estos teólogos, pues es bastante irreal, los libros dicen muchas teorías que no coinciden con la realidad. Si se refiere a la del Concilio Vaticano II, no veo yo que diferencias hay entre lo que ponen los documentos conciliares y lo que tenemos hoy en día, a no ser que uno se refiera a aquel cajón de sastre que fue el “espíritu del concilio” que se resume en los deseos de muchos que en su mayoría no coincidían con lo que el concilio dijo.

Y si se refiere a nostalgia de otros tiempos en los que la Iglesia era más evangélica que ahora, está claro que no se deben referir a los tiempos del preconcilio, ni creo que se refieran a los comienzos de siglo, cuando el Papa se consideraba “prisionero” en el Vaticano. No parece que tampoco a los tiempos de San Pío X y la condena del modernismo. Raro sería que se refiriesen a los tiempos en que el Papa era prisionero de Napoleón. Quizás se refieren a los tiempos de la contrarreforma, pero no me parece que los tiros vayan por ahí. Y si se enorgullecen de la Iglesia antes de la reforma protestante, serían los únicos.

¿Los tiempos del destierro de Avignon o los del gran cisma de occidente? ¿Quizás añorarán los tiempos de la Cruzadas, cuando abundaba el nepotismo y los beneficios eclesiásticos? Raro me parece. ¿El siglo de hierro del Papado, el cisma de oriente, los tiempos del papado en manos de los señores feudales? Cada época ha tenido sus luces y sus sombras. Quizás quieran remontarse a tiempos anteriores, de la controversia nestoriana, arriana o monofisita, o llegar al concilio de Jerusalén, cuando los cristianos eran unas pocas docenas. Cuanto más lejana en el tiempo, más se puede idealizar la imagen de la Iglesia si se quiere.

La Iglesia es esta Iglesia, la que hay, a no ser que se refieran a la realidad escatológica que todavía no se ha manifestado. Pero, mientras tanto, vivimos en esta Iglesia que es nuestra madre y nuestra familia. Con defectos, pero nuestra familia, y en este caso, una familia de la que, sin cerrar los ojos a los defectos, podemos estar santamente orgullosos.

 

P. Alberto Royo Mejía, sacerdote

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14 comentarios

Tulkas
Don Alberto:

Sigo con interés sus artículos, que muestran realismo y ecuanimidad.

Pero no creo que hoy sea el caso.

La "generación V-II", que va siendo diezmada por la hermana Biología, fue presa de una alucinación, víctimas de un espantajo: el espíritu del Vaticano II, pre- durante y post- concilio. Son víctimas de la forma en que fueron modelados sus cerebros hace cuarenta o cincuenta años, en su juventud llena de ilusiones.

Vivieron de lleno un hecho que apoya todas y cada una de sus aspiraciones rupturistas, sus lecturas segadas del texto del Vaticano II y sus anhelos de reforma o aggioramento continuo: la reforma litúrgica Paulina.

Oyeron decir a Pablo VI: "las obstinadas e irreverentes nostalgias por las formas del culto, dignas sin duda de los tiempos pasados".

Oyeron hablar de pasado y futuro contrapuestos a los propios labios del Papa.

¿Qué se puede esperar de ellos?

A mí me causan hasta simpatía estos progres, porque en el fondo lo único que quieren es aplicar a todos y cada uno de los aspectos de la vida de la Iglesia la misma mesura que Pablo VI aplicó al corazón de la vida de la Iglesia, y por eso blasonan el estandarte con este lema:

"las obstinadas e irreverentes nostalgias por las formas del culto, dignas sin duda de los tiempos pasados"

aunque lo extienden, ya digo, no sólo a la Liturgia, sino a todos y cada uno de los aspectos de la vida de la Iglesia, a ejemplo del Papa que lo aplicó al corazón de la misma.

Si puedes cambiar
5/10/10 11:15 AM
Joaquín
Tulkas, deberías leer e incluso memorizar este artículo:
http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=7331
5/10/10 12:33 PM
Benigno Soto
Escribe Don Alberto:
"Con inmenso respeto a José María Castillo, teólogo octogenario y por lo tanto venerable por sus canas y su erudición... pero algunas afirmaciones de un artículo suyo reciente a todas luces parecen de poco recibo.

"Dios libre al abajo firmante de criticar la teología de quien ha sido ilustre teólogo y mucho menos decir algo negativo sobre una trayectoria personal que merece el mismo respeto que la de toda persona, en este caso un sacerdote. Pero, sin entrar en teología (de la cual si yo quisiera presumir haría el ridículo), constatar que dicho artículo..."

Estos tratamientos de cortesía versallesca son completamente extraños al lenguaje de Cristo, de San Pablo, de los SS. Padres y de los grandes Doctores de la Iglesia, cuando hablan de personas que lesionan gravemente la fe católica con sus enseñanzas (como es el caso de Casillo, González Faus, etc.). El lenguaje de Don Alberto, lo confieso, me da pena.
5/10/10 12:56 PM
Le agradezco que se refiera con dignidad a quienes se oponen a la Iglesia, a mi no me da pena que se utilice un lenguaje como el usted ha empleado para dirigirse a ellos con todo y que, si de mi dependiera, utilizaría completamente otro.
Usted, con ello ha mostrado virtudes que no poseo.
Gracias,
5/10/10 3:23 PM
Tulkas
Joaquín:

A mí no me hacen falta articulitos para creer en la Iglesia ante la cual no prevaleceran las puertas del infierno ni ayer, ni hoy ni mañana.

El caso es que manifiesto mi empatía con respecto a los progres.

Ellos, que ahora no bajan de los 70 años, presenciaron un espectáculo entonces, bochornoso. Que ni tú ni yo presenciamos.

Se les enseñó la ruptura, se les alabó la ruptura, se formaron en la ruptura y vieron la ruptura puesta en práctica en el corazón mismo de la Iglesia.

No es que yo crea que hay una ruptura real... lo que hay es algo que se le parece mucho. Un "inclinarse al mundo", como dijera Maritain.

Me gustan los progres... me causan empatía... les entiendo aunque no pueda defender sus posiciones.
5/10/10 5:08 PM
Luis Fernando
Tulkas, lo del padre Iraburu no es un articulito sino un buen artículo.

Yo pensaba lo mismo que tú hasta que leí un artículo de Monseñor Guerra Campos en el que da testimonio de que los obispos no alabaron la ruptura. Más bien lo contrario:

http://www.telefonica.net/web2/meridiano/obispo10-confupastores.htm

Desde que lo leí, desapareció en mí cualquier empatía hacia los progres.
5/10/10 6:11 PM
Simpson
A mi me escandalizaba hace años (ya no) enterarme de que en Alemania habia muchos estudiantes de las facultades de teologia... ateos. Se dedicaban a la materia por curiosidad intelectual, con planteamientos totalmente agnosticos.

A los progres hay que agradecerles sin embargo que, gracias a las burradas que afirman, la Iglesia viene y fija las verdades a creer. Y algunas veces incorpora purificadas ideas que aportan nuevas luces. Asi se ha desarrollado casi siempre la doctrina.

Otra cosa es que si ellos, una vez fijada la doctrina, se empeñan en "sostenella y no enmendalla"... personalmente naufragan. Para recorrer el camino completo no bastan intuiciones brillantes: tambien la famosa humildad intelectual.
6/10/10 5:11 PM
Tulkas
Luis Fernando:

Gracias por la recomendación.

Estoy leyendo un libro del Cardenal Tarancón publicado en 1965 en el que va acotando uno por uno todos los caminos de ruptura que se podían haber explorado y que ciertamente NO se exploraron.

Es palmario, además, que esas vías muertas (o mejor, hacia la muerte) habían comenzado a ser exploradas por algunos ya antes del Vaticno II.

El libro se titula "La Iglesia en el mundo actual", de 1965, y está descatalogado.

El Concilio acotó, más bien o más mal, esas vías de ruptura en lo Doctrinal, en lo Estructural y en lo Litúrgico.

Pero el ambiente es el ambiente...

Y una cosa es innegable: la forma en la que se llevó a cabo la Reforma Litúrgica (por ser la más evidente) constituye una ruptura en el modus operandi, aunque no en el producto, en la valided o legitimidad del mismo.
6/10/10 5:47 PM
Me ha encantado el artículo así como el del padre Iraburu que la verdad se me había pasado por alto. Tanto así que me lo voy a llevar para ApologeticaCatolica.org.

Celebro que el padre ponga los puntos sobre las íes, y no solo a los progresistas (que la mayoría católicos nisiquiera son) y a los tradicionalistas que "desde el extremo contrario, los que ven progresismo eclesial en cada rincón, indignidad del clero, abuso litúrgico donde no lo hay" y tienen una agendita latosa de denostar el Concilio Vaticano II cada vez que pueden.

Para todos ellos este artículo, así como el del padre Iraburu son unas joyas que les deben permtir comprender que no la Iglesia como ellos la ven, adaptada a sus interpretaciones personales, sino como ES.
7/10/10 7:43 PM
maria-argentina
Exelente Texto!!. Bendiciones!!
7/10/10 11:44 PM
marcial
"una agendita latosa"

Pues sí Arráiz, mejor cerremos la boca. Que los seminarios se quedan vacíos, pues cerramos la boca, no vaya a serle a Arráiz latosa nuestra queja. Que los conventos y monasterios se vacían o se secularizan, pues cerramos la boca, no vaya a serle a Arráiz latosa nuestra queja. Que los herejes pululan e infectan sin que sean llamados al orden durante décadas, pues cerramos la boca, no vayan a serle a Arráiz latosa nuestra queja. Que el Papa escribe, por poner un ejemplo, un Summorum y una legión de Obispos se carcajea del Papa, pues cerramos la boca, no vaya a serle a Arráiz latosa nuestra queja. Que la salvación/condenación ya no se predica, porque es guay que todos vayamos a ir al cielo, aunque eso sea contrario a la doctrina católica, pues cerramos la boca, no vaya a serle a Arráiz latosa nuestra queja. Que las universidades antes católicas se llenan de herejes y masones, que en grandes sectores católicos la sodomía es respetable, que la doctrina social se entierra bajo el liberalismo, que obispos y cardenales se arriman al calorcillo de la política más baja, que los pastores callan y consienten, pues cerramos la boca, no vaya a serle a Arráiz latosa nuestra queja.

Pues venga Arráiz, búsquese un lugar cómodo, equidistante, equilibrado, entre la tradición católica y los herejes anti-católicos, que ya sabe lo que se dice de los tibios.
8/10/10 4:42 PM
Hermenegildo
¡Qué obsesión por huir de los "extremos"! ¡Como si la verdad siempre tuviera que ser equidistante de los "extremos"!
8/10/10 6:53 PM
Respecto al trilladísimo argumento de achacar al concilio hasta la oscuridad producida por los eclipses solares, pues ya he escrito bastante, no es el lugar de volverme a repetir, a fin de cuentas, a quien molesta este artículo y el del padre Iraburu es a los de la agenda latosa y la cantonina anti Vaticano II.

Demás está decir que el argumento de los tibios no es coherente, pues hablamos de extremos que se alejan en mayor medida de la ortodoxia. Es tan absurdo como decir que para no caer en luteranismo debo ser un pelagiano radical.
9/10/10 12:25 AM
pablo
Buen artículo Sr. Royo Mejía.
En todas las épocas ha habido algo de lo que lamentarse, pero la Iglesia siempre ha sobrevivido y todos sabemos porque.
Una crítica constructiva es buena pero las que solo pretenden derribarla es maligna.
Si de verdad la amamos luchemos por mejorarla con nuestro ejemplo diario y obediencia al magisterio y al obispo de Roma. No rompamos la unidad por nuestros gustos o preferencias, porque el que fragmenta la Iglesia de Cristo no es de Cristo.
9/10/10 11:43 AM

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