(Eleuterio Fernández/Infocatólica) La bandera española, la valenciana y la del pueblo gitano adornan el patio del Colegio Madre Petra. Hace calor del bueno y calienta, por decirlo pronto, igual a payos que a gitanos.
Más de media hora antes de la hora prevista para el comienzo de la Santa Misa las puertas del colegio bullen de personas: niños y mayores alternan a la espera de la llegada de Carlos Osoro. Dentro, una flauta y unas palmas llenan el espacio vacío de personas con un sonido muy flamenco. Los niños y niñas que van a tomar la Primera Comunión y aquellos otros que van a recibir el Sacramento de la Confirmación se posicionan justo delante del improvisado altar situado al aire libre.
Entonces entra la imagen de la “Majarí Calí” sobre un carro (símbolo del pereginaje por el mundo del pueblo gitano): la Madre ataviada con una mantilla y el niño, Jesús gitanillo, en el costado se sujeta del hombro de María representan, a la perfección, el ser de un pueblo. Un aplauso de parte de los catecúmenos y confirmandos cuando llega la Madre dice todo de lo que es la fe. Cuando llega el Arzobispo de Valencia saluda a la madre Gertrudis, verdadera bienhechora del colegio y quien, como es de sobra conocido, fuera recibida a pedradas, cuarenta años hace de eso, cuando tuvo la osadía de querer instruir a algunos gitanos armada con una pizarra y una entrega sin medida.
Y a propósito de qué se hace por los demás, Mons. Carlos Osoro ha definido en la homilía, a la perfección, qué es la Cruz: “Es una manera de entender la vida dando la vida por los demás” que es, exactamente lo que ha hecho una persona de corta estatura física pero gran estatura moral y espiritual.
Y, ya refiriéndose al Hijo de Dios, pequeño en brazos de la Majarí Calí, un “Siempre como Tú, nunca como yo” que resume el sentido del servicio que debemos los cristianos prestar a los demás si están necesitados de bienes o de amor. Y ahí también se ha visto reflejada la hermana Gertrudis. Bendición de la ermita Madre e Hijo ejemplo del actuar del cristiano. Y así la Virgen Gitana ha sido llevada en romería, corta en metros pero intensa en emociones, hasta la ermita que ha sido bendecida por el Arzobispo de Valencia, hijo también de María y hermano en la fe de los presentes. Poco a poco el bullicio entorno a la Madre ha ido disminuyendo. Un refrigerio, bien merecido, espera en el patio del Madre Petra. María, con su niño en el costado, se debe haber quedado mirando a los hijos que, desde ahora, pueden tenerla, aún, más cerca. Y además, para más gozo, el Colegio Madre Petra está en la calle Virgen de Guadalupe. ¡Cuánto hace, muchas veces, la Providencia de Dios!