(Agencias/InfoCatólica) Benedicto XVI hizo hincapié en la actualidad del carisma y mensaje de este beato, dotado de una inteligencia brillante y de inquebrantable fe, que con una gran visión cristocéntrica supo afianzar la fe de los fieles en la preservación de María del pecado original.
Preciscamente el Santo Padre quiso subrayar que el Pueblo de Dios se “adelantó” a venerar a la Inmaculada mucho antes de que Duns Scoto enriqueciera, “con su contribución específica de pensamiento lo que el Pueblo de Dios ya creía espontáneamente sobre la Beata Virgen, y manifestaba en los actos de piedad, en las expresiones del arte y, en general, en la vida cristiana”.
El Papa presentó al beato franciscano como modelo para los teólogos de hoy, por su honradez intelectual, por haber sabido conservar la sencillez de los pequeños y por cómo supo afrontar un tema que interesa mucho a la modernidad: el de la libertad fundada en la verdad y su relación con la voluntad y el intelecto.
El pueblo precede a los teólogos
El Sumo Pontífice recordó a los teólogos que el Pueblo de Dios es “magisterio que precede”, el cual “debe ser después profundizado y acogido intelectualmente por la teología”. En este sentido, animó a que los teólogos “puedan siempre ponerse a la escucha de esta fuente de la fe y conservar la humildad y la sencillez de los pequeños”.
Refiriéndose a un discurso suyo del año pasado a los miembros del Comité Teológico Internacional, el Papa recordó que “hay grandes doctos, grandes especialistas, grandes teólogos, maestros de fe, que nos han enseñado muchas cosas”, que “están versados en los detalles de la Sagrada Escritura”, pero que ”no han podido ver el propio misterio, el verdadero núcleo”.
“En cambio”, concluyó el Santo Padre, “hay también en nuestro tiempo pequeños que han conocido este misterio. Pensemos en santa Bernardette Soubirous; en santa Teresa de Lisieux, con su nueva lectura 'no científica' de la Biblia, pero que entra en el corazón de la Sagrada Escritura”.