(Aci/InfoCatólica) El nuevo Arzobispo coadjutor de Los Ángeles dijo también en su alocución ante los medios de comunicación tras ser anunciado su nombramiento, que
“Cuando recibí la noticia de mi nombramiento, me fui a la Capilla de inmediato para rezar delante del Santísimo Sacramento. Pedí la gracia de ser generoso para entregarme totalmente a la nueva llamada de Dios. También pedí la fortaleza para aceptar esta nueva responsabilidad, que sin duda es muy grande. Me da paz saber que es una llamada de Dios y que Él, Dios misericordioso, me ayudará a ser fiel y servir a Su pueblo en la Arquidiócesis de Los Angeles.
“Nunca olvidaré que cuando terminé mi conversación con el Arzobispo Pietro Sambi, Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, lo primero que vi fue una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe que estaba en el pasillo del edificio. Sentí el amor y protección de la Santísima Virgen de Guadalupe, que como en todo momento en mi ministerio, me ha acompañado. A Ella le encomiendo mi nuevo ministerio en la Arquidiócesis de Los Angeles.
“Me da pena dejar San Antonio. Nací en México, mis hermanas todavía viven allá, y me siento muy orgulloso por el amor que en México tenemos a la vida, a la familia, y a la fe: y eso fue lo que me ayudó a volver mi corazón a Dios. Pero mi madre creció en San Antonio, y comencé a ejercer mi sacerdocio en Texas. Ahí me hice ciudadano americano, y por eso también me siento muy orgulloso.
“Cuando estaba preparando mis ideas para hoy, escribí que la Archidiócesis de Los Ángeles es una de las grandes comunidades católicas en los Estados Unidos. Pero en realidad es mucho más que eso. Es una de las grandes comunidades católicas en el mundo. Los Ángeles, como ninguna otra ciudad en el mundo, tiene la cara global de la Iglesia Católica.
“Este hecho nos invita a dos cosas: en primer lugar, a darle gracias a Dios por nuestra diversidad y por la energía que eso genera; y en segundo lugar, a comprometernos más profundamente a aquello que nos une: el celo por Jesucristo; la confianza en el Evangelio; la reverencia por la Eucaristía; el servicio a los pobres, la defensa del no-nacido, del inmigrante, del discapacitado; y el amor por la Iglesia que es nuestra madre y maestra.
“Al Cardenal Mahony prometo mi amor fraternal y mi fidelidad, y toda la energía de mis días. A mis hermanos obispos, sacerdotes y diáconos, prometo escucharlos y aprender bien. Y prometo amarlos y apoyarlos como hermano. Les pido que por favor recen por mí, para que pueda servir a la Iglesia y a su pueblo de una manera que sea digna de ellos, que dé gloria a Dios, y que sea digna del testimonio del Cardenal Mahony y de sus predecesores.
“A los fieles y religiosos de la arquidiócesis, gracias por acogerme en su corazón, y por favor, nunca se olviden de mí en sus oraciones. Un obispo puede vivir con las críticas del mundo. Como todo obispo descubre rápidamente, eso va prácticamente unido a la descripción del puesto, desde los doce primeros Apóstoles. Pero ningún obispo puede vivir sin el amor y las oraciones de su pueblo. Así pues, les pido que por favor nunca se olviden del Cardenal Mahony, de mis hermanos obispos o de mí en sus oraciones.
“Gracias por su amabilidad de hoy. Que Dios nos bendiga a todos y nos renueve en Jesucristo”.